sábado, 7 de octubre de 2017

Rascacielos neoyorquinos, éxtasis del poder y la dominación gringa






Aunque Manhattan es un conjunto de dioses narcisistas y soberbios que se miran en las aguas del brillante río Hudson, son 3 las moles de acero, hierro, vidrio y cemento que se imponen en su cielo casi siempre de un azul nítido, un poco desteñido, como la campaña de Millonarios. Uno de los soberanos de las alturas neoyorkinas destronado hace 45 años y el más legendario, es el "Empire State building", construido en 1930, con 381 metros en sus 102 pisos, más los 62 metros de su pináculo y las 21 mil personas que trabajan en su interior. Visitado por 5 millones de personas cada año, fue durante 40 años el referente del poder y la dominación americanas. Fue despojado del título de edificio más alto de New York por las tristemente célebres torres Gemelas del Trade Center, el eje económico mundial atacado el 11 de septiembre de 2001. Con el derribamiento de las Gemelas, otro rey depuesto, el 426 Park Avenue, recuperó su liderazgo en las alturas, con su estatura de 427 metros, con una estructura cuyos diseños simples han sido criticados por los los expertos, quienes afirman que tiene poco valor creativo. Es un edificio de apartamentos de 85 plantas. Hace apenas un poco más de 5 años, el "One World Trade Center", del complejo reconstruido en honor a las víctimas de las Torres Gemelas, es el nuevo emperador del conglomerado de Manhattan y sede del museo que guarda los recuerdos de las destruidas Gemelas. Es el rascacielo más alto del hemisferio occidental y el sexto más alto del mundo, dotado de un potente ascensor que en 47 segundos llega a lo más alto de la estructura, en donde se encuentra un observatorio. Inicialmente se le llamó "Freedom Tower", ocupa el mismo sitio que la torre norte de las destruidas con el atentado, tiene una altura de 541 metros y 110 pisos. Dotado de 73 ascensores, es el primero de otros 5 rascacielos de oficinas que se construirán en el corazón financiero del planeta. 

También en Manhattan existe otro referente, el "Madisson Square Garden", el coliseo más famoso del mundo, en donde se realizaron las sonadas peleas de Muhammad Alí, Frasier y Mike Tyson. Hoy es el escenario principal de los encuentros de baloncesto, tiene 5 pisos y una capacidad para un poco más de 20 mil espectadores. 

De la decoración bucólica de la selva natural, con el perfume del jardín colosal y sus flores exóticas, sus aguas puras, abundantes y rumorosas; su gente cálida, sencilla y servicial, al paisaje de siluetas frías y hurañas, con uno que otro rostro angelical, con adolescentes bulliciosos. Y, desde luego, perfiles altivos que irradian el poder americano, distantes, displicentes, imperturbables e inabordables. Y, ¡quién lo creyera!, también rostros precozmente envejecidos de adolescentes en condición de habitantes de calle, condenados a la soledad de los andenes fríos, como flores de tristeza en esta selva tumultuosa de personas que no caminan sino que corren en un desespero contagioso, estresante. El día está soleado pero con viento frío por la llegada del otoño y los habitantes ya comienzan a ponerse ropa de invierno. Junto a una de las grandes terminales terrestres, de la octava con 40, se acentúa la congestión humana y vehicular que se ve como un hormiguero gigante desde el 5° piso del edificio del New York Times. En sus alrededores, algunas mujeres pálidas, remanentes de la zona de parqueo de las "vírgenes ardientes", como les decía mi papá Jesusma a las vendedoras de pasión. 

 
 
En medio de la multitud me siento solo, abandonado, meinvade un desespero de prisión por este anonimterrible y me contagio de la prisa de los peatones cuando levantando la mirada veo el mismo entorno de rascacielos que me hacen sentir como en un laberinto sin salida. La gente tiene más afán que las bandadas de palomas sacudidas por una grúa que tocó el alero de una construcción vecina y en ese momento de soledad y aislamiento veo explosiones de bombas en Siria y en Corea, soldados muertos, trabajadores enfermos, con hambre y muchos niños flacos y barrigones en la Guajira, el Chocó y en los barrios pobres de las ciudades colombianas. 

Me acordé también de las ardillas del parque en donde temprano recorro 3 kilómetros, mansas, grises, de cola abundante y suavidad majestuosa y con ellas calmé la fatiga de las sensaciones producidas por la simetría de la arquitectura de Manhattan. 

Porque necesito un receso para abrir de nuevo las alas de mis ensueños, agotados con este caudal de sensaciones extraordinarias con las que ya estoy convencido de que la perfección SÍ es posible.


1 comentario:

  1. A cuál perfección te refieres, viejo gringo, que no gringo viejo? A la limosina que te transporta? Al azul chatarra? Pilas, vaya al Metropolitan Museum y al American Museum of Natural History o al Madame Tussauds que necesito esas crónicas que raspan la olla, para recordar y soñar

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