viernes, 14 de agosto de 2020

Los sueños que me dibujó la anestesia




El terror inconmensurable que siempre me produjo la anestesia general y sus consecuentes estados de inconsciencia, insensibilidad y abolición de reflejos, me sacó dos veces del quirófano, después de haber pasado por la evaluación preoperatoria, y a pocos minutos de la iniciación de los procedimientos. En Florencia, salí corriendo de la sala de cirugía del hospital María Inmaculada, a donde llegué entre tembloroso y angustiado después de 2 días de ayuno, con las amígdalas como dos pepas de guama. Y en Neiva, 10 años después, me "fugué" de  la clínica del antiguo ISS, a las 5 de la mañana, una hora antes de la prevista "cuchillada" con la que se pretendía corregir mi aguda e histórica úlcera duodenal.
Tras un mes de intensos dolores abdominales y del ya habitual "paseo de la muerte" por clínicas y hospitales de Villavicencio, Bogotá y Neiva, con el que las EPS te ponen "entre Herodes y Pilatos", como dice mi mamá Alicia y te dan citas para después de la muerte, una joven médica costeña, que resultó ser más terrorista que Baldor, el del álgebra, me dijo lacónicamente:
-Tienes varios cálculos en tu vesícula biliar, uno de ellos de 14 mm, la inflamación es muy grande y si esperas mucho tiempo para someterte a la colecistectomìa te puedes quedar en el procedimiento".
El dolor intenso que me llevó a la sala de urgencias de la clínica de Emcosalud a las 7 de la mañana, fue remplazado por un sentimiento combinado de angustia, indefensión, desamparo y pánico, solo comparable al que viví al llegar a las ruinas de Armero un día después  de su destrucción. La sombría admonición de la médica me trasladó a un quirófano imaginario y entonces, sometido a un procedimiento, ya fui mucho más allá del terror que siempre he sentido y pensé en eventuales trastornos emocionales, sicológicos y siquiátricos que sobrevendrían. Pensé en lo que los cirujanos llaman como un "despertar intraoperatorio", en el que el paciente es consciente de los hechos que ocurren bajo la anestesia, con percepciones auditivas, me sentí tetrapléjico y vi cómo los monitores se enloquecieron...en todos quedaron las líneas verdes horizontales, las rayas de la muerte.
-Señor Cataño, te dejaré hospitalizado porque necesitas la cirugía con carácter urgente, me dijo la costeña, sacudiendo mi mano zurda, que dejé sobre su escritorio mientras "viajé" a la sala de cirugía.
-¿No me escuchas?
Entonces llamó a Oscar, mi hijo, quien esperaba afuera, impaciente.
-Por favor, reclama en la ventanilla la orden respectiva para que ingreses con tu papá por aquella puerta, le señaló.
Incorporándome, y en un intento por aplazar la hospitalización, le rebatí:
-Tengo una ecografía pendiente para el 4 de septiembre, grité, mientras me empujaban hacia la camilla de observación.
-Ahora mismo te la toman y en una hora te informaré sus resultados, me contestó mientras me daba una palmadita suave y compasiva en la cara.
A tiempo que me canalizaba, la simpática auxiliar me preguntó si estaba en ayunas.
-¿Alérgico a algo?
-Si, señorita, a la corrupción y en general a la politiquería, que son la misma cosa.
-¿En dónde tiene su historia?
-Tengo cientos de historias...en mi blog, he colgado al menos 250, de cotidianidad, de viaje y paisajismo...siempre he creído que todos tenemos una historia que contar.
-¿Antecedentes?
-Disciplinarios, familiares, penales y unos pocos pasionales pero sin muertos
-Señor, por favor, responda con seriedad porque ya le van a tomar los exámenes, me pidió la enfermera jefe que llegó en labores de supervisión del servicio.
-Me salvé del servicio militar porque perdí los exámenes de aptitud física y por eso mi papá no tuvo el honor del expresidente Santos, de tener un hijo en el ejército, poniéndole el pecho a la guerrilla.
-Pónganle el suero de la verdad, ordenó, sin mirarme.
Dos horas más tarde, mi historia clínica tenía más folios que la investigación de la Corte Suprema contra Uribe. 
Hemogramas, placas de tórax, ecografía de vías hepáticas y vesícula biliar...hasta el tamaño de mi próstata y el resultado del antígeno prostático reposaban en manos del equipo de anestesiólogos que a partir de esas informaciones comenzó la elaboración de su estrategia de trabajo.
Conocedora de mi temor irracional compulsivo por la anestesia, mi hija Liliana Rocío previno a sus colegas, cirujanos, auxiliares y hasta a los celadores, acerca de una posible fuga del paciente de la habitaciòn 314, "programado para un procedimiento en los próximos días".
La "Chiqui" Rocío también puso a funcionar el positivo reconocimiento del que goza en el medio, ganado a base de simpatía, eficiencia y profesionalismo. Los mejores cirujanos confirmaron su disposición de efectuar la operación, a pesar de que sus agendas estaban más congestionadas que "puente torcido" de Neiva, en horas pico.
El anestesiólogo Jaime Salcedo, el hombre que me puso la mascarilla con los gases que me llevaron al coma farmacológico, recordó a mi hija como "la única que ha puesto a la USCO por encima de todas las universidades del país en las pruebas para estudiantes de último semestre"...también fue lo último que escuché. No tuve tiempo para enfrentarme a mis fobias y en cuestión de segundos quedé bloqueado y a expensas del grupo que hizo su trabajo con lujo de competencias. En ese acto médico controlado, se fundieron todas mis aversiones, cuyos vapores incentivaron algunos sueños. Soñé que soñaba estando despierto y que mis sueños eran voluntarios...soñé lo que quise soñar y entonces escogí varias pesadillas que, en los sueños, me mostraron cosas que son y no son al mismo tiempo. pero, ¡lástima!, al despertar no los pude recordar...
-Imaginé a un deportivo Cali recuperado, pero al verlo el en Neiva, me dieron ganas de llorar Los hinchas del exglorioso vamos al estadio pero ya no en busca de una alegría sino como los dolientes que van al velorio de un ser querido.
-Me vi sentado en una poltrona, con "Rayuela", de Cortázar,  que cumpliría 106 años a finales de este mes de agosto, para reencontrarme con sus personajes, enredados en mis temas preferidos: el amor, la muerte y los celos.
-Me encontré con mis amigos muertos -que ya son más numerosos que los amigos vivos- e hicimos un reconocimiento experimental del poder de la palabra. De la palabra que llevamos a los diálogos fantásticos y de la que dejamos para que fantaseen los vivos.
-Mi mamá Alicia, con la voz cansada por sus 99 años y medio me habló desde Armenia para pedirme que volviera con ella.
Lo único que recuerdo es a un viejo de barba blanca, sentado en mi cama, casi sobre la cabecera.
-Médico, ¿cómo me fue en la cirugía?, le pregunté
-Cuál médico, soy San Pedro y lo espero en la sala de conferencias para que cuadremos cuentas, me dijo
-Cuáles cuentas?... las de la clínica?
-Las de los actos en tu paso por la tierra, me amenazó
Cuando sacó su libreta y volví a ver mi nombre al lado de muchos de mis amigos muertos, me desperté sobresaltado.

Fue, efectivamente, el sueño de un hombre despierto.
Y mis hijos Liliana Rocío, Miguel Àngel, Oscar Fernando, y hasta mi yerno Manuel, gritaban mi nombre, en coro, alrededor de mi lecho, en un intento por regresarme de los efectos de la anestesia.
-¿A qué horas es la cirugía?, pregunté
-Levántate la bata quirúrgica y mírate el abdomen, Catañito, me dijo Miguel
Sentí un complejo de castración, de invasión no autorizada. El cirujano Luis Ramiro Núñez había hecho lo suyo, tal como me lo explicó temprano en la habitación. Ingresó por el ombligo, corrigió una hernia y desde allí, ayudado por minúsculas herramientas y una lente óptica conectada a una minicámara, se apoderó de mi vesícula biliar. Me enojé con el anestesiólogo por haberme mentido cuando me mostró la mascarilla, me puse a llorar y cuando le iba a mentar la madre, me quedé dormido.
 Por lo vivido, creo que perdí no solo la vesícula sino también el sentimiento de miedo intenso por la anestesia, ese procedimiento magnánimo que permite la supresión del dolor y cuyos avances han sido notables en los últimos años.
El miedo es como la materia. No se destruye, apenas se transforma.

viernes, 7 de agosto de 2020

Batalla de Boyacá

 Después del drama inmortal de batallas, lágrimas y sangre que fue la guerra de la Independencia, se acabó el heroísmo del pueblo en defensa de sus derechos. Independencia del yugo español, servilismo ante la oligarquía criolla déspota, corrupta y excluyente

El 7 de agosto es considerado como Día de la Libertad. Una celebración nominal porque, ¿habrá Libertad real cuando los obreros que producen la riqueza, padecen grandes necesidades; las comunidades afrodescendientes, excluidas e insultadas; los niños consumidos por el hambre en los sectores "marginales"; los campesinos harapientos que mueren por falta de atención médica; las mujeres violadas por miembros de los grupos armados, legales e ilegales...y por particulares; hombres asesinados en presencia de sus familias; líderes sociales asesinados sistemáticamente por la defensa de los intereses colectivos; un gobierno corrupto, déspota y ahora teocrático que se niega a darle cumplimiento a los Acuerdos de Paz y se muestra indiferente ante los asesinatos de guerrilleros desmovilizados; y los políticos de espaldas al pueblo partiendo, de manera virtual, la torta  del nuevo periodo presidencial?. Las olas de la corrupción se rompen contra el pecho del pueblo inerme que, apegado a los mandatos, pide misericordia y espera el milagro de los pocos luchadores que se levantan en medio de este torbellino de la nueva Conquista para despertar el alma de la protesta. Este es el momento actual, 201 años después de la gloriosa Batalla de Boyacá. Colombia es un paraíso, pero para los poderosos, para la politiquería y para la corrupción.

En la conmemoración de la gloriosa Batalla de Boyacá cabe mencionar un episodio heroico ocurrido en desarrollo de esa justa, que está asociado al llamado "reclutamiento de menores", un tema manejado demagógicamente por el gobierno y los políticos. Mientras la lucha sea legítima, también los niños pueden colaborar, como colaboró Pedro Pascasio Martínez, de apenas 12 años, quien hizo prisionero a Barreiro y lo entregó a Bolívar la noche del 7 de agosto de 1819, pocas horas después de terminada la batalla de Boyacá. El menor es, además, un ejemplo de honestidad pues no se dejó sobornar por los ofrecimientos que le hicieron los "realistas". 

Simón Bolívar expidió el decreto de la 'Orden de Boyacá' para enaltecer a todos los batallones y escuadrones que participaron en la memorable Batalla de Boyacá. La orden se prostituyó, como tantas cosas de la lucha libertaria, y hoy en Colombia, por asuntos de la politiquería, esa alta distinción es como un cigarrillo, que no se le niega a nadie...a ningún lagarto, naturalmente. Alcanzó hasta para Norberto, un reconocido personaje del mundo de los estilistas.

¿Cómo hablar de Libertad y evocar los nombres de los grandes patriotas y mártires de la independencia cuando su obra ha sido destruida por los nuevos amos que, paradójicamente, reciben el aval electorero del pueblo al que tienen sometido?.

Confiemos en que tantas luchas, tantas vidas, tanta sangre no serán en vano y que un día no lejano podamos poner en el Congreso y en la Casa de Nariño a legítimos, auténticos voceros populares para hacer de Colombia na nación más justa.