miércoles, 20 de julio de 2022

20 de julio, ¿cuál independencia?


 "Vinieron. Ellos tenían la Biblia y nosotros teníamos el oro y la tierra. Y nos dijeron: "Cierren los ojos y recen". Y cuando abrimos los ojos, ellos tenían la tierra y las riquezas y nosotros teníamos la Biblia". Eduardo Galeano

El Imperio romano desapareció, vencido por unos bárbaros crueles, pero surgieron los dioses y los césares, tan violentos como aquellos, y entonces continuó la edad del lodo y de la sangre; de la piedad y la de la penitencia; de la opresión y la esclavitud; del arte y de la literatura en nombre de la cruz y sus derivados. El trono y el altar pusieron sus reyes y el pueblo siguió sometido en la esperanza de un renacimiento que efectivamente llegó pero como un movimiento artístico, no político, pues la gente siguió sometida y arrodillada ante los dogmas por los siglos de los siglos, amén.

El "descubrimiento" de América no fue otra cosa que la invasión de los españoles, el choque entre los blancos y los indios; entre los católicos y los adoradores del sol y de la luna. Bien los define Eduardo Galeano: "los indios tenían la tierra, el oro y las riquezas y los españoles trajeron la biblia y se la metieron por lo ojos a los nativos hasta dormirlos. Cuando despertarn, los españoles tenían el oro, la tierra y las riquezas y ellos solo tenían las biblias".
Los españoles utilizaron a los indios para exterminar a los indios, como lo hacen en la actualidad los "dueños del país" que utilizan soldados y policías del pueblo, contra el pueblo, en una intervención que provocó -y provoca todavía- el aniquilamiento de pueblos y comunidades en todo el país.
Los españoles y sus religiosos destruyeron la sociedad primitiva, al derrumbar su gobierno, sus creencias y sus métodos de trabajo. Y su lenguaje, intervenido por el castellano y otras lenguas que llegaron con los "conquistadores", especialmente desde el Perú. Remplazaron sus dioses reales, vivos, objetos de su adoración -el sol, la luna, las estrellas, la Naturaleza, los animales, las plantas, el agua, los ríos, el fuego- por figuras inventadas, imaginadas. Les robaron su cosmovisón.
En Colombia, se conquistó la independencia del yugo español en 1810 pero el pueblo sigue sometido, políticamente, a la oligarquía criolla e, ideológicamente, a las sectas religiosas, después de haber pasado por periodos  como la tristemente célebre “Regeneración”, encabezada por el fantasma sanguinario de Rafael Núñez, que fue como una avalancha de hombres de todos los bandos que cayeron sobre el país, como cayeron los bárbaros sobre Roma. 
La Constitución del 86 fue su parto, considerada como la reaparición del siglo XVI en pleno siglo XIX, es recordada tristemente porque en ella nunca se mencionaron los derechos, pero sí impuso deberes y en ninguna parte se mencionó al pueblo pero evocó a Dios como refugio de los cavernícolas que humillaron a los colombianos en medio de  crímenes atroces, el silenciamiento de las imprentas de entonces y el establecimiento de la horca, pero no para los criminales sino para los contradictores del régimen. Una Constitución que violó todos los derechos, incluido el derecho a la vida, con la pena de muerte.
Colombia, además, sigue sometida al Imperio gringo, ante el cual, políticos, gobernantes y empresarios hacen venias constantes y entregan las riquezas nacionales. Asistencia de Fuerza de Seguridad (SFAB, por sus siglas en inglés) es el nombre de la brigada que llegó hace apenas un par de años a territorio colombiano, sin autorización previa del Senado, como establece la Constitución.  "Para ayudar a Colombia en su lucha contra narcóticos", fue la explicación oficial de USA sobre la llegada de soldados estadounidenses. “La alianza entre Colombia y EE.UU. nunca ha sido tan firme”, embajador ante la ONU.

 El país ha visto desaparecer a sus dirigentes, a sus voceros, a sus apóstoles, a los grandes hombres, a los más brillantes parlamentarios y hasta a los grandes partidos que fueron la esperanza de respuesta a los círculos siniestros que se hacen alrededor del poder, hoy caracterizados por la simbiosis del narcotráfico, la politiquería, la corrupción, y sus hijos, la infamia, el despotismo, el arrasamiento y la exclusión.
  
En 1991,como resultado de un proceso glorioso pero doloroso de luchas populares, caracterizado por un auge de masas sin precedentes y de una fallida reforma en 1988 con la cual se pretendía garantizar la participación ciudadana en las  grandes decisiones nacionales, el movimiento estudiantil logró, mediante la denominada séptima papeleta, la convocatoria de a Asamblea Nacional Constituyente que desembocó con la promulgación de la nueva Carta el 4 de julio de ese año.
Desde entonces, "los dueños del país" han motilado sucesivamente la Carta, y poco a poco recortaron numerosas reivindicaciones obtenidas por el pueblo y a pesar de que sobreviven figuras importantes como la Tutela, la manguala de jueces y políticos la hacen cada vez menos eficiente en la lucha por los derechos fundamentales de los ciudadanos.
El pueblo no se ha apropiado adecuadamente de los contenidos de la Constitución, especialmente en lo relacionado con su participación política, como consecuencia de la manipulación que ejercen los caciques regionales en el manejo de los asuntos en la provincia. El miedo, el conformismo derivado de la influencia religiosa y de los grandes medios de comunicación; la indiferencia, las amenazas, el chantaje, la persecución y la eliminación física de los contradictores del Estado y de los partidos tradicionales, también atentan contra el ejercicio de los derechos establecidos en la Carta.




La Constitución del 91 fue como un rayo que iluminó el cielo colombiano para iniciar el camino hacia su Libertad pero todavía hace falta el volcán que revolucione el ejercicio político, que sepulte la actual clase política y sus vicios: la corrupción, el narcotráfico, el padrinazgo y la deslealtad con la gente que la elige.
Solo con la organización y la lucha de los colombianos se podrá terminar con la bacanal de la politiquería y con el abandono estatal, como está demostrado con los movimientos populares que se han desarrollado en Colombia durante los últimos años: en El Catatumbo, el de los habitantes de zonas escogidas para la explotación minera y petrolera; el movimiento de los camioneros y de los campesinos, el de los cafeteros, de los cocaleros, el de los educadores, el de los indígenas, el gran movimiento de masas del 2019, que sobrevivirán y triunfarán a pesar de la satanización y criminalización por parte del alto gobierno, de los Medios de comunicación y de algunos periodistas vendidos.
Cuando se cumplen 212 años de la Independencia del yugo imperial español, el pueblo colombiano tiene una tarea igualmente heroica, la de su lucha por una  real independencia, porque el proceso de conquista sigue vigente e igualmente violento, para los sectores populares, para los indígenas, para los afroamericanos. La corona española cobraba impuestos, ahora los "dueños del poder" cobran cuotas de sangre, de hambre, de Libertad, de autonomía. 
Por momentos como el de hoy, cuando se posesiona el nuevo Congreso en medio de grandes esperanzas, se sienten como oleadas de rebelión por encima de las amenazas y de las dudas y temores sobre eventuales traiciones de algunos dirigentes. Porque, como en la canción popular, "después de una ilusión, un desengaño" se apodera de la gente que asume como propia la lucha por la justicia y por la Libertad.
Da la impresión de que también ahora, como durante los 6 años que Nariño denominó como "La Patria Boba" (1810-1816), quienes creemos en la "utopía de la vida" de la que habló García Márquez, "en la que nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir...en donde las estirpes condenadas a 100 años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra, esa utopía no sea más que un simple ideal.
Solo así, en la lucha y en las conquistas, derrotando a los caudillos sin virtud, perdiendo el miedo a sonrojarse con los gritos de la verdad, podemos soñar con la independencia que vemos en el calendario pero que todavía no celebramos.