lunes, 31 de julio de 2017

"El Cóndor" que no tiene dónde posarse...



Después de muchas luchas tempestuosas con la palabra, de muchos laureles perfumados con el incienso de sus admiradores, de muchos cirios encendidos en su contra, de muchas sotanas y túnicas levantadas, de muchos placeres derivados de su pensamiento libre, el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal le contó al país, con un tono de inocultable decepción, que sus despojos no serán recibidos en el Cementerio Libre de Circasia, un campo que fue símbolo de la libertad, la tolerancia y de rechazo al fanatismo.
A pesar de su indignación por la decisión del comité administrador del cementerio, "El Cóndor" sigue su vuelo y desde las cimas heladas observa el color de sangre que tiene el amancecer de esta patria, ya no "boba" sino bruta, corrupta y politiquera, y a sus habitantes que desde el aire se ven como esclavos amarrados con las enredaderas de la mentira, como reses de engorde llevadas al abrevadero antes de su sacrificio.  Por entre las hendijas se filtran los rayos del sol naciente y por ellas, "El Cóndor" busca un patio decente en donde caer muerto, porque, dijo, "se van a encartar con mis restos".
También busca un patio decente mi condiscípulo del seminario menor de Armenia, Manuel Gómez Sabogal, a quien Gardeazábal designó como encargado de sus exequias y demás asuntos mortuorios, hace más de 20 años, cuando escogió su lugar en el cementerio Libre -en donde los muertos se enterraban parados como símbolo de la continuación de la lucha- pagó el valor del espacio y encargó al artista Jorge Vélez Correa de la construcción del mausoleo para encriptar sus restos. La obra está lista y su inauguración estaba prevista para los primeros día de agosto.
Fundado en 1930 por el dirigente liberal Braulio Botero Londoño, el cementerio fue símbolo de la libertad y la tolerancia, y del rechazo del fanatismo político y religioso que por la época imperó en Colombia. Fue, además, un triunfo sobre el  cura dictatorial Manuel Antonio Pinzón, quien prohibió el entierro en el cementerio local de liberales, ateos, suicidas, homosexuales y en general de personas que no fueran caracterizadamente católicas. La misma época del sacerdote y hoy  candidato a la beatificación para quien matar liberales no era pecado.
El florero de Llorente en el caso del cementerio fue la negativa del cura para alojar en su "camposanto" a un famoso espiritista y sus familiares fueron arrestados porque según el referido cura, el cadáver del "brujo", enterrado en la finca de la familia, producía una alta contaminación del agua destinada al consumo humano.
Con visitas frecuentes, através de crónicas orales y escritas, alusiones reiteradas al cementerio y con un discurso durante las exequias del fundador del cementerio, cuyos apartes son visibles para los visitantes, "El Cóndor" Gardeazábal hizo famoso al cementerio Libre, que hoy es un componente importante del paisaje cultural cafetero.
Más que un panteón, el cementerio Libre es un monumento a los librepensadores, es considerado un patrimonio arquitectónico del Quindío y sus historia contiene luchas y encarcelamientos contra sus fundadores y activistas que intentaron su reconstrucción las varias veces que fue destruido por el fantaismo político-religioso.
Aparentemente, los miembros de la junta administradora del cementerio pusieron su poder al servicio de la venganza, en lo que se considera como un intento de congraciarse con los curas, objeto de burlas y denuncias por parte del autor de "La misa ha  terminado", y con gamonales políticos sucesivamente objeto de sus críticas.
Arrebatarle la libertad hasta a los muertos es un exceso de venganza por parte de la junta administradora que ha perdido su esencia, se alejó del espíritu que inspiró su fundación y configura una traición a los principios de don Braulio Botero Londoño, quien se revuelca en la soledad de su tumba y reclama vehemente ante la prostitución de los actuales regentes del cementerio.

Al envilecimiento del cementerio por parte de sus administradores no le falta sino un decreto similar al que produjo la excomunión de Baruch de Spinoza para que se complete el dibujo de los fanáticos hoscos y serviles, lobos del servilismo, que sucedieron en el tiempo a la figura liberal de don Braulio Botero y su grupo de luchadores formidables que se impusieron a los retrógrados de la hegemonía conservadora.
Confiemos en que en el Quindío y en todo el país, salgamos exitosos de esta emboscada tendida por los perifoneadores del despotismo que pretenden arrebatarle a los liberales de verdad un espacio que además de bello resume la omnipotencia de las luchas colectivas.
Y a Gardeazábal, pedirle que mantenga su calma desde la inmensidad del espacio mientras pasa bajo sus ojos esta ola de incertidumbre que vivimos, pues muchos colombianos queremos seguir cobijados por el ala de sus luchas, por la cartilla de Hernán Peláez y por las güevonadas del divertido Rigoberto Urán.
Aunque llegue la noche, todavía no es tiempo de plegar tus alas...¡porque la misa todavía no ha terminado!!.
De todas maneras, si el sueño arrecia y la campana suena, siempre tendrás un espacio en el alma de tus lectores y oyentes.

miércoles, 26 de julio de 2017

Mi regreso al barrio El Jazmín de Armenia




Caminando por los senderos de la evocación, me tropecé justo en la esquina de la calle 36 con carrera 22, de mi natal Armenia, con una casa vieja en donde funcionaron algunas aulas de la escuela Jesús María Ocampo. Me detuve emocionado ante el recuerdo  de tanta belleza espiritual sepultada bajo ese rancho y, como arrancada por la fuerza de un huracán, emergió la figura del profesor Ramón Velásquez, con quien aprendí las primeras letras y de quien, asimismo, recibí los primeros castigos por mi conducta de diablo chiquito.
Sentí que no podía continuar sin dedicarle unas cuantas líneas a ese sector de la capital del Quindío, el antiguo barrio el Jazmín, lindo nombre de ese oloroso arbusto, de flores de 5 pétalos, soldados por la parte inferior a manera de embudo, que por asuntos relacionados con la politiquería, sufrió el cambio de nombre…le pusieron barrio Santander. Así son los políticos, cambian perfumes por conveniencias asquerosas, por mierda.
En la esquina del frente, funcionó la más grande tienda del sector, La Palmera, de Doña María Agudelo y su esposo Pedro Villamizar, y una cuadra más abajo, las aulas hermanas de la escuela en donde mandó con mucho criterio el profesor Luis E. Olarte, pero a quien se le salió de las manos muchas veces la anarquía escolar al paso de “Buche”, la demente incurable que entraba en crisis peligrosas de disociación de sus funciones síquicas cuando le gritaban su apodo, desde las ventanas de la escuela.
Zurda, con su cauchera de dos hilos sin orqueta, Buche fue durante muchos años un factor de perturbación grave, no solo en el barrio El Jazmín, sino en toda la ciudad y no es exagerada la afirmación de entonces, según la cual cuando una persona alcanzaba algún reconocimiento le decían que se había vuelto más famosa que esa loca. Mientras los muchachos estimulábamos los trastornos de la loca como una manera de interrumpir  la monotonía escolar, Buche comenzaba un periplo compulsivo y violento por todo el barrio, desde el parque hasta el paso del ferrocarril, por las calles 33, 34, 35 y 36. La gente se encerraba pero los “patos”, sacando la cabeza por los postigos –muy comunes entonces- gritaban el apodo y renovaban la pasión de Buche.
El sacerdote Fernando López, párroco de la iglesia de San José, con jurisdicción en el Jazmín, intentó en vano muchas veces apaciguar los arranques violentos de la famosa loca y algunos vecinos se vieron obligados a intervenir para protegerlo. En mi recorrido, vecinos del ahora Santander, recordaron la frecuente coincidencia de Buche con otro demente cuyo hábitat era la “Cueva del humo”, "Avenegra", pero que también incursionaba por el sector. Su mención, me recordó a otro loco, "Pinga Pérez", un manco alcohólico que merodeaba principalmente por los cafés y cantinas del centro de Armenia, de mesa en mesa, como lo fue Vallejo en Florencia. Personaje simpático que algunas veces, a causa de la sobredosis, ofrecía espectáculos bochornosos que obligaron la intervención de las autoridades.
Los escolares nos gozábamos a Buche, pero nos aterrorizábamos ante otro personaje siniestro de la época, el “Mono Pirobo”, un individuo blanco, alto, que usaba gafas oscuras, que nos acosó muchas veces con piropos de doble y triple calibre.  También recordaron a “Chencha”, una mujer bajita y coja que solo se perturbaba cuando le hablaban de su estatura. “Guacarí” y "Repollito" fueron otros personajes del barrio, satanizados por los muchachos pero realmente inofensivos. "Repollito", una mujer enana, se hizo famosa como fanática seguidora del entonces Atlético Quindío, y muchas posó con famosos jugadores para la prensa nacional.
Las familias Rave y Castañeda fueron las más numerosas del barrio, con sus pilares don Jacobo y don Félix, respectivamente, un conductor de taxi que con el paso de los años alcanzó figuración y reconocimiento en la empresa Tax Páramo.  Junto con don Kiko Mesa, Mercedes Rodas, la familia Quintero, don Tista Velásquez, Juan Casallas, Arcángel Espinosa, la familia Aguilar, doña Carlota León, con su fábrica de arepas; la familia Ramírez,  los hermanos Garcés, uno de ellos conocido como “Chonto” y excelente futbolista, el barrio creció con su nuevo nombre y comenzó la construcción de las nuevas viviendas que remplazaron a las casas de bahareque.
Esas horas inquietas de la niñez romántica y lirica, que ya son rumores lejanos del viaje que empezamos en el Jazmín, tuvieron el acompañamiento de la profesora Hortensia en la escuela de niñas Nuestra Señora del Carmen, y de don Diego Mejía Mejía, con los muchachos, que tomamos leche abundante y comimos  grandes pedazos de queso amarillo en los recreos, como parte del programa gringo “Alianza para el progreso”.
El servicio de transporte público lo prestaba la naciente cooperativa de  buses urbanos o buses blancos, que competía con la de los buses amarillos y era algo así como la empresa pobre contra la rica. Buses que salían de rutas nacionales, de expreso boliviariano, flota Magdalena y expreso Palmira, eran enganchados a la cooperativa sin cambiarles de pintura. Eran los parches de la empresa, pero los más preferidos porque representaban la renovación del parque automotor.
Las preocupaciones de hoy son demasiado tristes frente a las de entonces, cuando en medio de la jocosidad, el facilismo y especialmente la tranquilidad, se alegraban los momentos más trascendentales de la vida infantil. Las noches del alumbrado, de la velitas, transcurrían en absoluta calma, sin los temores de hoy derivados de la inseguridad, la violencia y la pólvora, y quizás una de las mayores atracciones era la de recorrer el barrio en una divertida tarea de recolección de parafina, con la que construimos figuras de distintas formas y tamaños. Hoy, las velitas fueron sustituidas  por las luces eléctricas y en las calles abundan los tacos de pólvora y los ladrones.
Además, muchos niños viven en las calles, con sus conciencias y cuerpecitos deformados por una sociedad que los satanizó por su pobreza y los marginó, los arrinconó a los vericuetos tenebrosos en donde aprenden a delinquir para sobrevivir. Esos niños que no gozaron en la escuela sino que sufrieron en las calles, son los delincuentes que te matan para robarte el celular.
Nostálgico de estos bellos parajes de la memoria, llegué a casa y entonces mi vida reapareció fría, desnuda y desgarradora, como si una mano traidora me hubiera puesto en la frontera de la realidad. ¡Claro!, en una fiesta del niño, mi mama me disfrazó de diablo, con cachos y cola…hice llorar a muchos pequeños y asusté hasta los mayores pero no he podido dejar de ser el diablo que me pusieron encima.

En esta esquina funcionaron varias aulas de la escuela Jesús María OcamppoEn esta esquina funcionaron varias aulas de la escuela Jesús María Ocamppo
CAlle 36 del barrio Santander, antiguo JazmínCAlle 36 del barrio Santander, antiguo Jazmín
En este sitio del barrio Jazmín transcurrieron mis primeros años de escuelaEn este sitio del barrio Jazmín transcurrieron mis primeros años de escuela

lunes, 24 de julio de 2017

¡Hasta luego, mi tetrallavecita Harveyloperaperez!!!

Se cumplen hoy 3 años de la muerte del periodista Harvey Lopera Pérez y quiero recordar mi "Hasta luego", escrito casi un mes después, como una renovación de mi solidaridad con su familia, amigos y periodistas del Caquetá

La obediencia política, la autodignificación del oprimido,  el resentimiento, la realidad objetiva de la opresión y los beneficios secundarios ante los ojos de sus amos, fueron las preocupaciones constantes de este guerrero de la palabra transformado en símbolo de la soledad.
En el aislamiento derivado de su enfermedad, mi tetrallavecita desnudó a los lobos con piel de ovejas y mostró con claridad los horrores de las cicatrices que dejaron sus dientes ambiciosos y corruptos en el corazón y en el alma de un pueblo, otrora luchador, que perdió su dignidad .
De escritor de cuartillas para la radio, con una relación más directa con la gente a través de la cotidianidad, con sus penas y ambiciones, con anécdotas, quejas y tonos lacrimosos, así como con sus pequeños éxitos, pasó a la crítica propositiva, incoherente algunas veces, pero siempre movida por la buena fe y por su espíritu combativo.
En un medio de mezquindades y limitaciones severas para los críticos, para aquellos que no tenemos el incensario prendido y el reclinatorio limpio, Harvey siempre llamó la atención por la autorepresión y nos mostró a   las víctimas como agentes puramente pasivos ante los ojos de sus opresores.
Con sus diarios apuntes en las redes sociales, fue un gran iluminador de los imaginarios populares y una piedra en el zapato para los perversos que en vano intentaron subestimarlo o tergiversarlo. Sus amigos, sus lectores y sus contradictores siempre interpretaron lo que estuvo oculto o detrás de sus palabras.
El desconsuelo y la desesperanza fueron sus principales ingredientes del último año, en un esfuerzo permanente por ocultar su miedo, su terror y sus angustias ante la inminente invasión de la parca, esa horrible pesadilla que conjuntamente bautizamos como la danza de las tres viejitas de la mitología. No es otra cosa que la simple adulteración de la realidad con las palabras, como la aceptación del propio fin del destino, del tizón que, ardiendo, se desvanece y nos deja el humo sin semilla pero con mucho miedo, llavecitas.
Fue siempre un homenaje hacia su oficio y a su condición, un reconocimiento a la desolación, a la soledad, al silencio. Un poema para describir las nimiedades del hombre en la época de la tecnología. Una voz que confirma la sentencia aquella de que “el tiempo existe porque existe el pensamiento”.
Mi tetrallavecita salió a buscar, sin rumbo fijo, a quienes nos esperan desde hace mucho tiempo sin saberlo. A esos que al acercarnos nada nos dicen y, al tocarlos, nos dejan las manos raras, como untadas de polvo de alas de mariposa. Porque en la eternidad también ocurren encuentros…encuentros fantásticos con oyentes que hacen cola desde hace mucho tiempo para gozar con la palabra viva del muerto que llega.
¡Ya nos veremos, mi tetrallavecita!!!.