viernes, 20 de octubre de 2017

El perfume triste que exhalan las bellezas gringas



El ideal toma forma, los sueños se materializan, la simetría semejante a los estantes de una farmacia complementa la armonía del color y de las líneas arquitectónicamente perfectas y entonces nos llega el soplo de la admiración. De la admiración de la belleza por parte de quienes somos sus fanáticos, de quienes poseemos el don intuitivo de la conmoción.
Acabo de completar un mes de mi expedición por USA y he sido absorbido por el entorno perfecto, y también por lo subjetivo que me revelan mis sentidos. Pero especialmente por las megaconstrucciones características en sus vías y en The Big Apple City, la capital del mundo, como la llaman algunos.
Su gran jardín de tristeza, el enorme cuadrado diseñado sobre la base de la destruida torre Gemela 1, en donde se acumularon los escombros que dejó el acto terrorista, que recuerda con nombres propios a las víctimas, es un poema rítmico inscrito en un lienzo cristalino en el que se retratan el enojo, la frustración y la solidaridad que desató el demente acto del 11 de septiembre.

El One trade Center, el edificio principal del complejo reconstruido, es el más alto del hemisferio occidental, es la diadema del poder, de la ambición y de la dominación americanas que se levantan soberbias a pesar del atentado.
-Fue como si le hubieran cogido los testículos a un muleto sin amansar, dijo un paisa para definir la gravedad del acto terrorista y la consecuente reacción de USA.
La mayoría de las personas, deslumbradas por las obras perfectas y  por los avances tecnológicos, no ven sino el resultado imponente del proceso productivo e inclinan la balanza hacia el lado de la belleza impecable. Porque los diseñadores, arquitectos, ingenieros y, en fin, los inspiradores de las moles de vidrio, acero, hierro y cemento, que predominan en el paisaje de Manhattan, le han puesto un tacto exquisito, semejante al de los más delicados artistas, para esconder el dolor provocado por la muerte, la dominación y la explotación, a punta de las cuales se han levantado sus rascacielos.
En sus interiores se percibe el perfume triste de los obreros muertos durante el proceso de las megaconstrucciones, así como el cansancio, el hambre y el vencimiento de los trabajadores de distintas partes del mundo que son los productores de la opulencia reflejada en los grandes edificios y en las telarañas que ha tendido la ingeniería en las monstruosas carreteras interestatales.
Por momentos, voces extrañas se escuchan aquí y en distintas partes del planeta para recordar que el trabajo es el origen de la riqueza y que los hombres dormidos en la idolatría de los dioses y del dinero no le ponen límites a sus ambiciones y es muy posible que sus ambiciones los lleven a la fatalidad. Cuando sean destruidas todas la fuentes de energía, se agoten las materias primas y escasee el oxigeno, de nada servirá el dinero, han dicho advertido constantemente los científicos.

Por las sofisticadas carreteras americanas circulan cientos de miles de automóviles, la mayoría con un solo ocupante, en uno de los principales desperdicios, como expresión orgullosa de la abundancia en la que vive el gringo promedio. El uso desmesurado del automóvil tiene un atenuante y es la abundancia de zonas verdes, de parques y espacio destinados a la recreación. Pero en esos lugares veo muchas personas que sacan sus perros a mear y cagar pero no salen a la práctica de los deportes.
En los parques, existen dispensadores de bolsas para que los dueños de los canes recojan los desechos y con avisos se advierte sobre la multa que se impone a quien infrinja la norma.
Las estadísticas muestran, del mismo modo, que el americano bota comida en cantidades exageradas y deshecha su ropa casi nueva de manera constante. Por estos días, la gente empezó a botar toda su ropa de verano y en los grandes almacenes se observan ofertas especiales con ropa de invierno.
Otra característica es la tenencia excesiva de perros y gatos a los cuales alimentan con refinados productos enlatados, los llevan a la peluquería frecuentemente y los visten de manera sofisticada, pero no saben, ni les interesa conocer los problemas de sus vecinos, de la comunidad. Se vive, y por tanto, se aprende el individualismo capitalista desde el núcleo familiar.

Un sentimiento de vida superior se alza en el espíritu de los gringos que solo se emocionan con el ser extraño que vive dentro de ellos, incapaces de conmoverse o simplemente perturbarse con actos como la reciente y repugnante carnicería de las Vegas.
Aunque estoy emocionado con las bellezas de lineamientos mágicos que hacen realidad un sueño de niño y una inquietud de viejo, por encima de estas praderas con cultivos de vidrio y cemento, de esta naturaleza muerta, siempre estarán las rosas, los jardines multicolores, los bosques, los animales y la gente de mi querida pero genuflexa, corrupta y politiquera patria colombiana.

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