martes, 26 de septiembre de 2017

Vueltazo por el parque del río James en Richmond, Virginia

Después de 12 días metido en la selva de cemento, caminando entre los rascacielos de Miami y las monumentales vías de Fort Lauderdale y Richmond, Virginia, ayer tuve mi primer encuentro con la naturaleza y en un breve recorrido por el parque del legendario río James me sentí feliz pero nostálgico con algunas estampas que me transportaron al querido e inolvidable Caquetá.
El parque tiene 11 grandes componentes principales, entre los cuales se destacan: Belle Isle, Pony Pasture, Los humedales, Prado de Riverside y el famoso e intrépido Muro de Manchester.
Piedras planas, senderos para caminantes y ciclistas; sitios históricos, una zona popular para nadar y tomar el sol. Los humedales tienen senderos para caminar y montar en bicicleta y sitios especiales para el avistamiento de especies silvestres y observación de aves, de las cuales las migratorias ofrecen espectáculos exclusivos. La pared de escalada de Manchester está situada debajo del puente de Manchester al sur del Richmond céntrico, y es una serie de caballetes abandonados del tren que se han equipado con los pernos y los arnés.
Quizás por el conocimiento y la familiaridad con la Amazonia, vi una flora muy uniforme, sin gracia, de color verde grisáceo. Y el histórico río James, a través del cual se embarcaron los primeros luchadores por la independencia americana, eje del parque, es como un viejo nostálgico que contiene el breviario de las luchas de los antepasados. En desarrollo de esa guerra, Patrick Henry, una de las figuras más prominentes de la guerra por la independencia americana, pronunció la famosa frase  "Give me liberty or give me death" ("dadme la libertad o dadme la muerte") durante un acto político desarrollado aquí en Richmond.
El James se despliega lentamente, desparramado por un lecho ancho, lleno de piedras grandes aplanadas, atravesado por el monumental puente Manchester Bridge de casi un kilómetro de largo. Es el alma de los americanos, algo así como el Magdelena colombiano y de acuerdo con testimonios de algunos residentes, aunque parece inofensivo en verano, en invierno es como una fiera que baja cautelosa y en varias ocasiones se ha llevado algunos puentes. Precisamente, el grandioso Manchester Bridge fue construido muy por encima del río y remplazó a una vieja estructura sumergida por el James, enojado tras el huracán Agnes en 1972.
En uno de sus costados fue construida una muralla de protección contra los embates de las inundaciones, coronada por un sendero utilizado principalmente por turistas para su reconocimiento. Desde allí, sentí palpitaciones extrañas, tal vez por la inmensidad del megapuente y pocos minutos después por la confusión derivada de sentirme debajo de su estructura. Por momentos, intenté descorrer el velo de la historia americana, recordé que Thomas Jefferson, nacido aquí en Virginia, fue autor de la Declaración de Independencia y del Estatuto de Virginia a favor de la libertad de religión y, además, tercer presidente de USA.
Pero me aparte del tema al ingresar al sendero que une la ciudad con el bosque, por debajo de la mega estructura y observar el tren lento y kilométrico que pasó muy cerca con sus 200 vagones. Inevitablemente, me metí en el cancionero popular porque mi hermana Liliana cantó:
El Tren lento va partiendo
Sobre los hilos de acero
Y en él se va despidiendo
El amor que yo más quiero
-En esta ocasión no es maldito tren, es bendito tren, le dije. Y no lleva, sino que trae alegrías a tierras lejanas. Caminé otros metros con Julio Jaramillo mientras tuve al otro tren, el carbonero, deslizándose perezoso por la orilla derecha del James. Orgulloso y feliz, hice un video de 5 minutos para mi familia y sus comentarios fueron de incredulidad por la longitud del tren al que no le vieron ni su locomotora ni la cola de la cadena de vagones. 
Desde luego, por ser una zona natural con senderos sinuosos, rocas escarpadas y un río caudaloso, el parque tiene peligros inherentes en muchas de las 550 hectáreas integradas al parque en las que abundan las oportunidades para disfrutar de paseos, descensos por rápidos, remo, la pesca, los inflables, el senderismo, el ciclismo, las carreras de montaña, la natación, los baños de sol, la observación de pájaros, los picnics, las escaladas y saltos en rocas, los paseos con perros, el estudio de la naturaleza, la fotografía e incluso trepada a los árboles, bucear, instalación de campamentos y otras actividades guiadas.
Los visitantes, la mayoría expertos en este tipo de aventuras,  utilizan mapas donde se muestran todas las áreas abiertas al público, así como también las reglas del parque y los las recomendaciones de seguridad. El parque tiene varias entradas, en cada una de las cuales existen zonas de estacionamiento que se saturan en verano.
 Además de los turistas internacionales. la gente del común también acude masivamente a este escenario para encontrarse con su propia vida en medio de la tranquilidad ensoñadora de la naturaleza, para decirse cosas dulces en el mutismo del bosque y del río sin rumores, con sus ondas irisadas y erizadas; para gritar atropelladamente sus triunfos, para ejercitar sus condiciones físicas, para abrazarse, para congraciarse, para discutir entre el espejismo y los recuerdos del río que recoge historias de vida asociadas a la independencia americana. Otros llegan para disfrutar de la lectura al aire libre, para hacer estrofas, para tenderse a las caricias y a los besos, para sentir el aire que empieza a enfriarse por el otoño.
El colectivo ciudadano y el gobierno se apoderaron de este espacio colosal, lo cuidan, se puede afirmar que lo acarician pues a pesar de su gran extensión y al alto número de visitantes, permanece limpio, como recién lavado.
Las mentiras de la vida moderna, las pérfidas conductas de los políticos y gobernantes; las desigualdades profundas en muchos campos, la frustrada fraternidad, la esterilidad de las luchas, la corrupción elevada a la máxima potencia por el siniestro cartel de la "Justicia", la delincuencia en las calles, en fin, el espectáculo de vergüenza y de oprobio que se ofrece como pan de cada día -a falta de pan- desaparecen ante el frondoso apaciguamiento, ante la belleza beatífica del paisaje y ante el espíritu cordial que se apodera de la gente que circula por distintos sectores del James River Park.
Con los ojos puestos sobre la naturaleza cálida y colorida, aquí en el Estado de Virginia, en compañía de la algunos familiares, es un privilegio que nos consuela en medio de tantos sueños insatisfechos y ante la palidez que se percibe a la distancia de nuestro país, sometido por la politiquería y la corrupción, arrodillado, silencioso y conformista.
El parque del río James, como un emperador con su corona monumental, el puente Manchester Bridge, es como un sueño placentero, cuasi-erótico, de esos que uno tiene cuando se duerme muy cansado.




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