domingo, 17 de septiembre de 2017

El encuentro con mi hermano "Concho"


 

Hay momentos en la vida cuando uno no puede decir nada pero lo siente todo, cuando las emociones son tan fuertes que tardamos más tiempo para asimilar la complacencia que se nos sale de los sentidos y vuela como un fantasma que nos hace mover el piso. Cuando no sabemos qué hacer con tanta dicha. Mientras más grandes son la belleza y la alegría, más grande es la impotencia para describirlas.
Aunque la emigración familiar a USA, que comenzó en 1972 con el viaje de Gladys, la hermana mayor, ya sacó del país a otros 6 miembros del clan Catano Espinosa, mi hermano Cesar, "Concho" como le decimos, llegó en asilo por razones profesionales y en busca de opciones medicas para su salud maltrecha y adolorida.
Anoche, cuando lo vi sentado en un sillón de la sala de espera, sentí que el destino me hacía una ofrenda con un monumento a mis sueños. Mi hermana "Nena" y algunos sobrinos hicieron una avanzada para recibirme con calidez y alborozo especiales pero "Concho" se quedó varios metros con el celular y el corazón en sus manos, con la seguridad de que de todas las alegrías la sorpresa es la mas auténtica. Caminamos despacio en medio de la ansiedad por abrazarlo en su casa, a media hora de camino. Mientras hablamos de los pormenores del viaje y sobre mis dos días en Miami, incluido mi momento fatal, como si hubiera desaparecido el sol, cuando estuve a punto de perder el vuelo. De pronto, la "Nena" pidió que nos sentáramos para hablar unos minutos. Entonces, un viento huracanado, como Irma que paso hace apenas una semana por La Florida, me sacudió y me mostró que lo mejor de la familia es el afecto y la unidad. Agazapado en un sillón estaba "Concho" emboscado para darme por la espalda un golpe de felicidad. Como el cazador cazado, corrí a recoger la victoria con una abrazo salido del alma, que tal vez es el mas largo y apasionado que haya dado.
Todos los recuerdos en un minuto, como una cascada sonora, pasaron mientras lo golpeé en su espalda...la fuerza de las emociones rompió el dique y por mis ojos brotaron los tapones salados que cayeron en su espalda...tuve que pedirle a mi corazón que frenara sus ímpetus que escuché como el ariete acelerado que papá Jesusma tuvo en la finca El Silencio, del corregimiento el Caimo de Armenia.
Todas  mis horas han sido atropelladas y en esa sucesión dinámica de las cosas, incluidos desde luego  los torbellinos formados en las aguas sucias de la indisciplina y en los huracanes perversos de los momentos "exitosos", he visto florecer las plantas y también he visto su marchitamiento.  He saludado la vida de distintas maneras, desde partos en humildes canoas campesinas, hasta nacimientos pomposos en clínicas de reconocido prestigio. Y he sentido las garras de la parca, en la guerra, en hospitales y en anfiteatros. Pero ya en la llamada tercera edad - eufemismo utilizado para denominar a los ancianos- la turbiedad derivada del agitamiento se ha perdido, llegaron la calma y la claridad y entonces los torrentes vigorosos y contradictorios se transformaron en corrientes que avanzan con angustiosa melancolía en busca del beso con la playa para fundirse en la paz infinita.
Acabo de aterrizar en Richmond, Virginia, un viaje que he soñado, casi que lo he vivido, más por encontrarme con mi hermano César, insignia de la lucha y resistencia del hombre frente al dolor y la adversidad, que por visitar este Imperio colosal, criticado sucesivamente con mis acciones y con mis palabras, como un hierro caliente que pone su marquilla indeleble con todo el peso del desprecio que desciende desde la cima de la dignidad.
Ante la emoción del encuentro, mis calificativos y apóstrofes vehementes y soberbios se silencian y mi condición de luchador indignado, vibrante y enfadado se transforma hasta el punto que solo quiero incienso de rosas para celebrar este momento, el de un anhelo satisfecho, coronado, como dicen los muchachos.
Todo lo que hice en mi vida calla en este momento como un homenaje a mi hermano "Concho", un luchador solitario y un soñador al mismo tiempo...los escombros de mi vida, esa conflagración tormentosa de los acontecimientos desafortunados, se apagó anoche  y siento que comenzó la germinación de los  arboles que le darán sombra a mi vejez...quiero ensayar un poema pero, ¡ay!, no puedo porque son muchas emociones juntas.
A pesar de su calvario, doble calvario, múltiple calvario por el que le tocó transitar, lleno de espinas que le pinchan el alma, y no obstante la precariedad de su salud, "Concho" es una persona excepcionalmente simpática, dotada de chispa repentista singular y con habilidades expresivas y afectivas que perfuman  las relaciones familiares y se decantan en sus dos nietos, Damián y Andrea.
Por sus mismas condiciones físicas, no hablamos mas de dos horas tras la ruidosa llegada a casa, pausada por una rica chocolatada que nos preparó Luz Elena. Desfilaron sueños, castidades, violaciones de todo tipo, con sobre dosis de corrupción y el cartel de las altas  Cortes.  Pasaron flores, amigos, café, guadua, el ariete acelerado de la  finca El Silencio y hasta el soplo del zarpazo de la parca que le cambió su destino y el de su familia. Su desamparo, su soledad, sus pensamientos. Pero pude comprobar que  no obstante su contacto permanente con el  dolor, su alma  esta llena de de sonoras melodías que le cantan a El y a su familia.
Y como soy un enamorado de la perfección cuando me siento a garrapatear palabras, renuncio a esta tarea ahora mismo porque este portátil descompuesto ya no resiste  mas insultos.
Del mismo modo, sigo convencido de que no podemos dejar a otros el trabajo de  de contar nuestras propias historias..."Concho" nos enseña que la vida hay que disfrutarla y celebrar todas las emociones...no podemos aplazar el uso de las buenas emociones porque quizás nos pase lo mismo que con el dinero: que un día no sepamos que hacer con ellas.


3 comentarios:

  1. Imperdible evocación que llega muy adentro del corazón... Gracias por compartir este encuentro... También evoca muchas condiciones personales. Un abrazo

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  2. Excelente Jesús, tuve el gusto de trabajar con César en R.C.N. Gratos recuerdos, cordial saludo.

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