miércoles, 15 de julio de 2015

Expedición pajarito verde (5). San Andrés, naturaleza que modifica las pasiones


La magia del avión nos pone, en solo 70 minutos desde Cartagena, en un entorno visual, social, demográfico, climático y costumbrista muy singular y notoriamente distinto al del resto del país, una naturaleza única que tiene el lenguaje perfecto para emocionarse y el poder de modificar las pasiones. Aquí nos sentimos mucho mejor de lo que realmente somos.
Me apresuro a salir, pero en la calle  camino con lentitud y siento el mar bajo mis pies, veo que hasta los taxis son un componente del escenario particular que ya me tiene positivamente perturbado. Vehiculos de gama media con el letrero de "servicio público" interrumpen las camaradería de los vendedores, familiarizados con los turistas y con la belleza. Mis ojos y mi corazón saltan conmovidos y por primera vez siento que el tiempo y las palabras no me van a alcanzar para resumir lo que que observo.
Viajar es un placer que contrasta con la dificultad de poner en la pantalla del computador las cosas que vemos y los sentimientos que experimentamos, de tal manera que correspondan a las realidades, a las emociones, al enamoramiento, en fin, a la lectura que hacemos del lugar en donde nos encontramos.
Una línea blanca, debajo de la otra que separa al horizonte con el firmamento, me llama la atención y entonces me explican que se trata de las espumas formadas por las olas agonizantes heridas de muerte por la barrera coralina y gracias a la cual, propios y visitantes pueden disfrutar de las playas, libres del peligro que representa la furia del mar abierto.

Aquí no es necesaria la utilizacion de la creatividad, de la escritura imaginativa, para hacer un relato pues todo está ahí, a la mano, se te mete por los ojos y por los poros. empujado por el viento que llega, caliente desde el infinito, desde las entrañas marinas. Como los alcatraces que se se lanzan sobre sus presas con la velocidad de un relámpago, después de un sobrevuelo de inspección. O los barcos que se meten por entre la hoguera del sol agonizante agonizante; o el susto de los niños en el hoyo soplador, en el sur de la isla. Se trata de un fenómeno natural producido por una serie de túneles subterráneos que comienzan en los arrecifes coralinos y terminan en un solo agujero a varios metros del agua. Cuando la marea sube y una ola logra entrar con fuerza dentro de estos túneles, arroja el aire comprimido por el hoyo.
O la perplejidad que producen las bellezas naturales contrastadas con el descuido de la isla, a pesar de que cada visitante paga $50 mil por el ingreso. ¿En qué se invierten los recursos provenientes del turismo?, fue una pregunta que se hicieron los habitantes de los sectores populares al notar la presencia del periodista. Muchos recordaron con tristeza al exgobernador Simón Gonzáles y aseguraron que desde entonces "ya no se hacen obras importantes".

Sitios emblemáticos de la isla, como la casa de la cultura y el parque del sol naciente están en ruinas y en las playas no existen baños públicos ni servicio de internet gratis, que es lo mínimo que reclaman los turistas.
En todo caso y quizás perturbado por la belleza o por la susceptibilidad de un adulto mayor, he sentido una obsesión agónica por el goce de este viaje, un frenético impulso hacia la exploración, como una locura momentánea que alimenta esta expedición periodística, como un deseo de recuperar el tiempo perdido, como un trastorno positivo. Pero siempre divertido, complaciente, unitario, para gozar este trabajo como un paseo, como un descanso sin perder la capacidad de asombrarme por las cosas deslumbrantes y hasta tremendistas que nos brinda la diversidad colombiana, tan rica que siento dolor por su desperdicio.
Porque Colombia contiene la gloria y el desconsuelo, el cielo y el infierno pero la gente actúa como los personajes de una novela: frios, sin espeanzas, sometidos por la voluntad de su autor.
El jardín verde será nuestro destino y con él las fantasías furiosas, el duende, la bruja, la luna, el sol, el mar...y usted que con la lectura busca un placer, que me acompaña por esta naturaleza colombiana que se deja leer, que nos deja encontarnos con nosotros mismos.

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