viernes, 10 de abril de 2015

Tradición oral / El entierro de don Jesús Jehová Cortés

Tras la lectura de la nota de cotidianidad titulada "El entierro de la mano de Topo Gigio", Lucas Soria, celador de la institución educativa Campo Elìas Marulanda,  llegó a mi casa "para contarle una historia de la tradición oral de Solano, Caquetá, que se refiere a un entierro de verdad", el de don Jesús Jehová Cortés.
Nos advirtió que las personalidades, características, los detalles y en general toda la narración es  verídica y no tiene exageraciones. Además, reiteró el respeto por la memoria del difunto y renovó su solidaridad con los familiares.
El señor Jesús Jehová Cortés murió en desarrollo de violentos episodios que conmovieron a toda la población y como se trataba de una de las personalidades más destacadas, a sus exequias concurrió "hasta el perro y el gato", como dice mi mamá Alicia. Y sin plañideras. Las casas quedaron solas y las mujeres se llevaron hasta sus niños de brazos quienes con sus llantos completaron el cuadro de lágrimas y dolor colectivos.
Cuando la cabeza del desfile fúnebre llegó al centro del cementerio, la cola de la caravana apenas pasaba por el parque principal. Descargado el ataúd junto al hoyo para su sepultura, la gente ingresaba lentamente al cementerio, como metida en un embudo gigante. De manera sorpresiva, un hermano del difunto, moreno, alto, de pelo quieto, con el tórax de un levantador de pesas, saltó sobre la caja mortuoria, la abrió bruscamente, apretó con fuerza la mortaja que envolvía a don Jesús, lo abrazó y lo descargó de nuevo en el cajón. Con voz trémula  y a gritos preguntó: "¿quién fue el hijo de puta que mató a mi hermano?", y empuñando un cuchillo de carnicería, le acariciaba la cara al cadáver.


Asustados, los cercanos concurrentes emprendieron carrera y un pánico colectivo se apoderó de toda la asistencia después de que un charlatán gritó que el muerto se había parado.El brusco reflujo del público hacia la puerta de ingreso dejó contusos y heridos con las púas del cerco que demarca el campo santo y, empujados por una ola parecida a esas que se hacen ahora en las tribunas de los estadios, el grueso de la multitud quedó en el centro del parque, aterrorizada y a la espera de que don Jesús, quien de acuerdo con la versión proveniente del cementerio, se había levantado y venía rumbo a su casa, envuelto en las sábanas blancas.
El hombre corpulento se quedó solo junto a su hermano muerto y al cabo de una hora de espera y acosado por la noche le tocó empujar el estuche con don Jesús hacia la fosa y sin echarle tierra se vino de regreso. Al salir del cementerio se encontró con una calle de honor que hizo la gente para celebrar la primera resurrección en la historia de Solano, la del señor Cortés. Sin comprender lo que ocurría, el negro grandulón caminó de prisa y entonces doña Gregoria Collazos se desmayó con el supuesto milagro de la resurrección y ese hecho aumentó la confusión. Cuando estaba a punto de llegar a la casa de sus familiares, el hombre se acordó de su cuchillo y se devolvió velozmente por entre la calle de honor y entonces la gente empezó a santiguarse y en desbandada se metió a las casas ajenas hasta el día siguiente cuando algunos pocos familiares de don Jesús completaron la inhumación suspendida por el susto del moreno y el cuchillo.

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