sábado, 25 de abril de 2015

Ultraje a la memoria de un artista circasiano


De espaldas a la vida, después de muchos triunfos y ovaciones, cuando ya no esperaba nada, solo, enfermo y abandonado, Noel Ramírez Londoño, una de las estrellas más brillantes de la música popular, entró en una etapa superior a la desesperación: la desesperanza, que es como la renunciación a la lucha, a la vida.
 Su amigo del alma, el autor y compositor quindiano Jorge Eliécer Gaviria, quien lo acompañó solidariamente durante los últimos años y conoció de cerca las penurias de Noel para sobrevivir en medio de las dificultades económicas, entre la crueldad del olvido,la ingratitud y el irrespeto, en una especie de destierro voluntario, nos acompañó, con llanto, nostalgia y enojo, en un recorrido por las huellas del Maestro.
De las fiestas de vecinos, que amenizaba en dúo con una de sus hermanas, cuando apenas tenía 14 años, Noel saltó a escenarios internacionales, principalmente en Estados Unidos y Panamá, tras muchas presentaciones en vivo en los radioteatros de las principales emisoras y con cientos de temas grabados en los sellos más famosos, acompañado por las mejores orquestas, entre ellas Los Caballeros del tango, de Raúl Garcés.
Cantó como solista y con muchos artistas, comenzando con Alfonso Arroyo, en Pereira; con Nano Molina y Renán Salazar en el trío Grancolomiano, pero sus mayores éxitos y los temas más recordados los interpretó con su amigo, Obdulio Arias, con quien conformó el legendario dúo Ramírez y Arias, cuya impronta es "La Nieve de los Años"…se está poniendo blanca mi cabellera…
“Cuando volví al Quindío, en 1993, vi en Noel no solo su alma solitaria, vi el alma de la humanidad y en ella toda la miseria y la ingratitud en su terrible desnudez”, declaró Jorge Gaviria en su casa de Circasia cuando le pedimos su compañía para revivir los últimos años del artista, hijo de ese municipio. Su declaración fue un anticipo de las denuncias sobre la indolencia oficial frente a los artistas, específicamente del gobierno local que desatendió reiteradas peticiones de apoyo material para Noel.
Las almas que un día fueron aprisionadas por las canciones que interpretó NoelRamírez como vocalista, en dúo con Obdulio Arias y con el trío Grancolombiano, están en el abismo de la eternidad o todavía tienen heridos sus corazones porque el fantasma del olvido extendió sus alas sobre estas glorias emblemáticas del folclor nacional.
Aunque la muerte es para los artistas el comienzo de su inmortalidad, por sus creaciones, su decadencia física es el comienzo del olvido, que los golpea y acelera sus dolores en los años previos a su partida. Los hombres meritorios, cuya vida ha sido como un poema heroico, merecen un reconocimiento de sus batallas, en vida, como consuelo, que les llegue al fondo de sus corazones en el atardecer de sus vidas, como un acto de admiración y de respeto.


La vida de los hombre especiales es el sueño de muchas cosas y la obligación social debe ser, entonces, ayudarles a su realización. Es el caso de Noel, como el de muchos otros artistas, que se vieron obligados a entrar en el silencio previo a la muerte sin satisfacer sus necesidades fundamentales, por causa de la indiferencia oficial.
¿Para qué los homenajes póstumos? ¿Para qué las rosas de perfume perturbador en la tumba de un ser querido? ¿Para hacer menos triste nuestro sentimiento de culpa por las ingratitudes? ¿Un paliativo placebo o simplemente una absurda costumbre social?.
Jorge Gaviria recordó con ira y tristeza que le pidió al alcalde de Circasia, Gemay Adolfo Arias Mora, un apoyo material para Noel Ramírez, cuando apenas comenzaba su campaña electoral y, como la mayoría de los políticos, dijo que sí, pero no. Caído sobre las ruinas de sus ideales, conversando con su amigo Humberto Díaz y su compañera durante 40 años, Rosalina Bermúdez, fumándose el último cigarrillo, el artista circasiano murió en Pereira y sus cenizas no han llegado a su tierra natal, como fue su deseo, porque el candidato promesero no ha tenido la voluntad política para trasladarlas desde Medellín. Porque en el fondo de muchas fraternidades políticas siempre vive un Caín, que promete y consuela con su boca, mientras sostiene en su mano la carraca del burro.
“Noel murió en diciembre pasado”, dijo Jorge Gaviria, “pero solo hasta hoy un medio de comunicación del Quindío lo quiere recordar porque no era un artista rock del extranjero” y  lamentó que la radio, los periódicos y la televisión no le den la importancia que merece mucha gente de la región.
Cuando Noel interpretaba el tema “Soy colombiano”, siempre cambiaba el remate:  “me siento orgulloso de ser circasiano…cantaba, como expresión del apego y el amor por su natal municipio que algún día lo tendrá en el osario local, para admiración y ejemplo de las nuevas generaciones.
La tristeza es –o era?- el alma de las canciones y es ella la que las hace sensibles y elocuentes. No hay nada, pero nada, más bello que una pena convertida de manera inmortal en un verso. Sin embargo, muchos dejamos marchitar esa belleza al caer en las manos brutales e insensibles de la tecnología que nos deshumaniza y, como en el caso de Noel, nos quedamos con las rosas caducas del olvido y de la ingratitud.

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