domingo, 28 de mayo de 2017

¡Hasta luego, Quindío, corazón mío, y sus decoraciones naturales de ensueño!!!




La fiesta del verde en todas sus tonalidades, la gama cromática del firmamento, el olor de la vida saliendo de la vegetación, los robles, los sauces, los nogales, los aguacates, los guaduales y las plataneras, rodean los cultivos de café, en el departamento del Quindío, que constituyen un área única de Colombia declarada por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad.
Aunque la producción cafetera se hace en 16, de los 32 departamentos del país, se estima que es la llamada “Antioquia Grande”, integrada por Antioquia, Caldas, Risaralda, Quindío y  varios municipios del norte del Valle del Cauca, la columna vertebral de la economía cafetera. Y los departamentos de Caldas, Quindío y Risaralda, son considerados el centro de esa columna, por lo que se les conoce como el “eje cafetero de Colombia”, unidos, además, por condiciones topográficas, costumbres, tradiciones, creencias y lenguaje similares. A su vez, el departamento del Quindío es el corazón del eje cafetero colombiano, inclusive el mapa de esta región muestra la forma de un corazón.




Esta área es representativa de las características naturales, económicas y culturales colombianas, combinadas en una zona montañosa con cafetales cultivados en comunidad, que históricamente fue la tierra de los indios Quimbayas, los más hábiles y refinados tejedores de oro, encontrados por Cristóbal Colón en 1.492, en el “descubrimiento de América”.
Como paradoja, el paisaje cafetero configura una armonía con los contrastes de la topografía y su apoteosis de colores, el resplandor del amanecer, la dulzura del crepúsculo, la palidez de las nubes,  y el color púrpura de las tardes en las extensas planicies o en las montañas coronadas por cerros que apuntan al cielo, como un laberinto demarcado por ríos y pequeños arroyos, a los que se les llama quebradas.
Tras su reconocimiento como “Paisaje Cultural Cafetero, se redoblaron los esfuerzos para dimensionar la cultura cafetera a niveles que permitan su conservación, sostenibilidad, integridad y autenticidad como integración del hombre con la naturaleza y los componentes fundamentales de su condición, como son la simpatía, la “picardía” -o tendencia permanente a utilizar expresiones de doble sentido en sus conversaciones- la solidaridad y el amor al trabajo.
El Paisaje Cultural Cafetero de Colombia es el resultado del proceso de adaptación de los colonos Antioqueños, quienes llegaron en el siglo XIX, que persiste en la actualidad y ha creado una economía y una cultura profundamente arraigada en la tradición de la producción de café.


En el departamento del Quindío se generó en los últimos años una nueva industria, a partir del paisaje cultural cafetero. En Armenia y sus alrededores los viajeros tienen la posibilidad de conocer de cerca la cultura del café al visitar haciendas donde se enseña cómo se cultiva, se recolecta, se beneficia, se seca, se trilla y se tuesta el grano. En algunas fincas se muestra a los visitantes la manera de preparar el café de estas tierras, cuyo aroma es apreciado en restaurantes elegantes de distintos países del mundo.
Y como lo bello es la materialización del sueño, como el ideal tomando forma, miles de personas, incluidas muchas del extranjero, visitan los municipios cafeteros como una terapia con la sinfonía de los colores y de las proporciones, los cafetales convertidos en poemas en la grandeza de la planicie o en el misterio de la montaña. El Paisaje Cultural Cafetero es una región próspera y generosa que seduce a los viajeros por el aroma de sus cafetales, el encanto de los paisajes y la simpatía de su gente.
El contacto con el espacio verde genera unas condiciones especiales que caracterizan a sus habitantes quienes, además de su simpatía, desarrollan habilidades especiales para sus relaciones con la naturaleza hasta el punto de conocer el cielo y sus señales para determinar el tiempo de lluvias o las época de siembra de sus cultivos de pan coger, alrededor de sus fincas, como maíz, yuca, fríjol y hortalizas. Asimismo, muchos de ellos pueden determinar la dirección donde se pone el sol, a partir del color de las hojas de las algunas plantas parásitas o establecer el sitio en donde se esconden el escorpión, la araña y la serpiente. A esas capacidades se les conoce como sabiduría popular, que incluye, del mismo modo, la capacidad para predecir eventos y para reconocer plantas medicinales.


Los visitantes pueden observar los caminos majestuosos, disfrutar la algarabía de las aves y el vuelo suave de las mariposas en el mariposario de Calarcá;  sentir el poder de la naturaleza cuyas montañas se yerguen como paredes, disfrutar del rumor de los ríos y quebradas que bajan saltando desde las cumbres por entre piedras enormes y ver a los trabajadores consagrados entre ese infinito horizonte verde de bondades excepcionales en esta tierra que evoca la magia de la naturaleza y la hospitalidad de sus habitantes.
La arquitectura de sus viviendas, en el campo y en los asentamientos urbanos es, del mismo modo, muy similar, con casas de solares grandes y corredores anchos, construidas principalmente con guadua -cañazas o tacuaras también conocidas como bambú americano- y una mezcla de barro y estiércol de ganado bovino. Por lo regular, las viviendas son construidas cerca de los guaduales, que dominan las orillas de las quebradas que cruzan el paisaje, como telarañas de agua.
El hecho de que el Paisaje Cultural Cafetero haya sido declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad, significa que la región y el país obtendrán mayor reconocimiento mundial; que sus habitantes demostrarán una mayor apropiación y valoración de la riqueza cultural, arquitectónica, natural y productiva de su entorno; que se fortalecerá el compromiso institucional y comunitario con la protección del medio ambiente y se tendrá acceso a mayor asistencia internacional, mediante la cooperación e inversión en diferentes aspectos sociales y ambientales, todo monitoreado por la UNESCO. Aunque el beneficio más importante es asegurarles un invaluable legado cultural y la conservación de esos valores a las futuras generaciones.
Así que… ¿cómo venir a Colombia y no querer ser partícipe de su cultura cafetera, visitar una hacienda o finca cafetera e intentar descubrir los secretos del mejor café del mundo?
Manizales, Pereira y Armenia, tres ciudades que son a la vez  grandes centros del eje cafetero, puesto que aunque casi no tengan interés turístico en sí mismas, representan las puertas de entrada a los principales puntos turísticos de la zona, gracias a sus aeropuertos y grandes terminales de transporte. En pocas palabras, para llegar al eje cafetero, hay que pasar por lo menos por una de ellas.
El recolector, la mula, el arriero, las chapoleras –mujeres recolectoras- y el jeep, son los componentes principales de la cultura cafetera, pero los arrieros y los jeeps –vehículos construidos por los americanos durante la segunda guerra mundial- son, quizá, los elementos de mayor recordación, convertidos en verdaderas leyendas de la cultura popular en las zonas productoras del grano.
Salento, el municipio más antiguo del Quindío es, además, puerta de entrada para el parque nacional natural Los Nevados, una reserva geográfica en donde se encuentran los nevados del Tolima, Quindío, El Ruíz y otros picos nevados y hasta donde se asciende por un sendero sinuoso, con pendientes de hasta del 60% de inclinación, en jornadas de 3 o 4 días, a caballo o a pie, por entre un bosque de niebla y los páramos que preceden a las cúspides y sus glaciares. Al inicio del sendero se encuentra el valle de Cocora, hogar del árbol nacional de Colombia, la palma de cera del Quindío (Ceroxylon quindiuense), así como de una gran variedad de flora y fauna, mucha de ella en peligro de extinción, protegida bajo el estatus de parque nacional natural.
El valle de Cocora, así como las localidades cercanas: Salento, Circasia y Filandia, se ubican entre los principales destinos turísticos de Colombia, por su belleza y tranquilidad, frescura y hospitalidad de sus moradores. De ellas se dice que en las noches silenciosas, las mujeres salen a recibir los besos que sus amantes les mandan con los rayos de la luna.
Los poetas dicen que en el Quindío se viven los momentos más fantásticos para la meditación pues los murmullos gimen, las palmas bailan, los arroyos cantan y la luna se levanta silenciosa en el oriente, como una hostia gigante sostenida por las manos invisibles del dios de los Quimbayas.







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