martes, 25 de abril de 2017

Quibdó, la sucursal del rebusque


Es injusto el silencio que los grandes Medios guardan sobre los trabajadores caminantes, conocedores de extraños vericuetos por los cuales llegan hasta los confines casi imposibles de las ciudades. Y en general sobre aquellos que viven atrapados por la economía del rebusque.
Según el Dane, más de la mitad de la población ocupada está en la informalidad, principalmente en las ventas ambulantes o estacionarias, cuyos protagonistas son socialmente invisibles, discriminados por su forma de vestir y por su vocabulario. Con una paga de hambre, recorren  calles y avenidas, van dejando sus huellas, casi de sangre, y por las calles se repiten los ecos de sus voces que, casi clamorosas, difunden los productos que llevan y con muchos de los cuales algunas veces regresan a sus moradas.Es la indiferencia, a la sombra de la cual prosperan los delitos; la insolidaridad derivada del individualismo, que le niega un homenaje a quienes  convierten su oficio en una obsesión compulsiva y todo lo que hacen, desde el menor de sus gestos hasta lo más complicado de su tránsito con la carga sobre sus hombros, en bicicletas, carretas, motos y viejos autos, les sirve como ejercicio de perfección de su oficio hasta obtener la  calidad excepcional que muestran orgullosos.
Siempre están involucrados con sus clientes, con los intereses del colectivo y poseen una agudeza especial para caricaturizar la realidad, la coyuntura política, económica y social. Su lenguaje procaz, con todas sus desviaciones semióticas, es un enlace fundamental  de la red comunicativa popular, tan poderosa como las redes sociales de la era digital.
-Para qué plata, si todo está muy caro, me dijo un vendedor de mangos, reconocido por su repentismo verbal que lo convirtió en un personaje en los barrios populares de Quibdó. Siempre tiene una respuesta inmediata y un apunte simpático.
-Perdone que lo moleste, pero agradezca que lo ocupe, le dijo al tendero para pedirle prestado un cuchillo.
-Si me pongo a ganar dinero, a qué horas hago lo que más me gusta, respondió el de los aguacates cuando le pregunté si trabajaba todos los días.
-Soy ratero, trabajo por ratos, añadió
-Yo no trabajo; el trabajo es para los desocupados. Yo me divierto, contó un paisa que afila herramientas.
-¿Usted sabe qué es la corrupción?,le pregunte
-Hombre, la corrupción de un pueblo es como la de las hojas, que es abono y prepara nuevas cosechas.
Los rebuscadores conforman, sin proponérselo, una asociación que no tiene estatutos, sin cuotas, sin directivos burocráticos, que los mantiene unidos tácitamente y les permite ser respetuosos de los espacios y sectores de cada uno; todos tienen el poder de encantar, de conmover y de reinar en el corazón de sus clientes. Sienten el dolor de la gente por las condiciones de pobreza, pero también se dejan deslumbrar fácilmente por el resplandor de las dádivas que son generosas en las campañas electorales.

El 23 de abril –justamente día del Idioma Español- los vendedores ambulantes cumplieron una función importante en la difusión del incendio que se presentó en el barrio La Esmeralda, de Quibdó, muy cerca de nuestro alojamiento y alertaron a los vecinos del sector sobre la emergencia. Y algunos se sumaron a las brigadas que con valdes y ollas lucharon contra las llamas durante los primeros minutos.
Caminando por distintos sectores de la capital chocoana vi que la presencia de los niños que acompañan a sus padres es generalizada, como un aguijón que me despertó extrañas emociones. Abuela, hija y 2 nietos se ganan entre $8 y $10 diarios con la reventa de bananos.
-A veces solo hacemos para una libra de arroz y 5 huevos, relató la anciana con inocultable melancolía.
Una sinfonía de dolores, al pie de la sinfonía de colores de la selva del Atrato. En la edad en que otros niños y adolescentes se inclinan sobre sus cuadernos, estos menores se inclinan ante el suelo, cargados, con hambre, con desesperanza, con odio que germina en sus corazones.

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La armonía de las formas que aumenta la vistosidad del movimiento es una pasión para las especialistas de las trenzas africanas, una moda que está en pleno apogeo en Quibdó. Son otras trabajadoras informales que prestan sus servicios a domicilio. Con una habilidad inusual en el manejo de sus manos, de sus dedos específicamente, tejen  trenzas individuales que se hacen pegadas al cuero cabelludo. Se realizan varias trenzas muy pequeñas hasta completar toda la melena y no dejar ningún pelo suelto. Ya son muy populares las extensiones, utilizadas en mujeres de pelo corto, que se venden como un hilo, o lana-pelo, en los comercios especializados.
Las tejedoras de trenzas se mueven en motos y muchas de ellas ganan hasta $20 mil por cada procedimiento. Hay días
que atienden hasta 4 personas.
Como ejemplo de originalidad, un desafío al machismo chocoano, como una llama de liberación, encontré a Sandra Jineth muy cerca al atrio de la catedral San Francisco, en la zona asignada para los lustrabotas. Y la encontré en ejercicio de su trabajo desde hace 5 años, en la limpieza y brillo de los zapatos de uno de sus muchos clientes.
Ante la muerte de tanta cosa bella, ante la disolución de los valores, esta indomable mujer es como la floración del sueño de la igualdad de género, es un ejemplo de que el paradigma femenino no es exclusivamente un cuerpo escultural. Es la igualdad hecha realidad en una silueta morena, de labios sensuales que no están expuestos exclusivamente para el sexo.
Llega a las 7 de la mañana, trabaja 8 horas y regresa a su casa para completar las labores domésticas y el cuidado de sus 3 hijos. Recordó que un día se vio como “profesional del aseo de los zapatos” y le hizo seguimiento a esa actividad.
-Miré con cuidado el procedimiento y me puse a practicar en la casa hasta que un día le dije a mi esposo que estaba lista para trabajar. Además, me gusta porque es un trabajo independiente, soy la dueña del negocio.
Finalmente, los rebuscadores "abeja" que se mueven en las motos, formando enjambres como los insectos himenópteros y que ya son una verdadera invasión en las principales ciudades del país. Este fenómeno, derivado de la falta de oportunidades laborales de las pésimas condiciones del servicio de transporte público, afecta  severamente la movilidad.
Aquí las moto-taxi se llaman "rápidas", cobran $1.500 y sus conductores y parrilleros no llevan casco. El servicio público de transporte vale solo $1.000 y a pesar de esta tarifa baja, sus prestadores aseguran que cada día son menos los usuarios. 
Acabo de llegar a Medellín, en donde según las estadísticas, nació el rebusque, en donde también se inventaron  la denominación a una actividad que, "por lo menos, nos mantiene activos, incluidos y en condiciones de productividad”, me dijo un paisa clásico que vende de todo en las afueras del aeropuerto Olaya Herrera.
-Porque el rebuscador es dueño absoluto de su tiempo y no se alquila ni se enajena por un salario chimbo, dijo en voz alta. Es que Medellín es la capital del rebusque.

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