domingo, 12 de junio de 2016

Algeciras, del miedo a la esperanza



Por la falla geológica doblada hacia adentro, en cuyas hendiduras transitan los ríos “Blanco” y “Neiva”, se deslizan  los sueños de paz de un pueblo azotado por el frenesí de la violencia, sobreviviente de varias décadas de sacudidas constantes por su condición de escenario de guerra, que erosionaron no solo la tierra sino su economía, su cultura y su organización social.
En medio de la dinámica geológica que configura uno de los entornos verdes más espectaculares del departamento del Huila, se agitan las  esperanzas de su grandeza desolada, estimuladas por el proceso de paz con la guerrilla de las FARC, principal actor del conflicto en esta región del oriente del departamento, considerada históricamente como uno de sus “santuarios” y corredor principal para sus desplazamientos hacia el Caquetá.

“La paz ya se vive en Algeciras, la sentimos y la disfrutamos aunque no se hayan formalizado los acuerdos con la guerrilla”, dijo con visible entusiasmo doña María Antonia Fajardo, reconocida matrona del pueblo quien  llegó al sector rural hace más de 60 años y actualmente reside en la calle principal, a una cuadra del parque y a dos de la estación de policía, objetivo de crueles y sucesivos ataques de la guerrilla.
Efectivamente, sus habitantes disfrutan desde hace un poco más de 5 años de un romance con la tranquilidad, que se percibe en todos los sectores, desde el puesto de control del ejército, a la entrada del municipio, en donde disminuyó el rigor de las requisas, hasta en los centros poblados de la jurisdicción, como El Paraíso, El Toro y La Arcadia que, forzosamente, fueron la plataforma desde donde se fraguaron los actos de violencia.
En la calle del comercio, en la plaza de mercado, en el parque, en la sede del gobierno local, en las instituciones educativas, en los hogares, se advierte con facilidad el sosiego y el optimismo.
-Hay que confiar en la película, no tanto en los actores, declaró un funcionario del gobierno municipal, al referirse al esperado desenlace de las conversaciones en La Habana.
Como el bálsamo que toma color y adquiere espesura al contacto con el medio ambiente, el alivio que han sentido los algecireños se ha transformado progresivamente en la materialización de un sueño, en el viejo ideal tomando forma y para algunos es como lo irreal que se hace tangible. “Creí que ese mal sería eterno”.

Reverdecieron las esperanzas
Los adultos mayores volvieron a las bancas del parque, los niños juegan en las calles, los estudiantes se movilizan tranquilos hacia sus instituciones educativas, las señoras van solas al mercado y, principalmente, los campesinos regresaron a sus labranzas. Un colectivo al que la violencia le modificó sus hábitos cotidianos como el comer, el dormir y hasta sus relaciones afectivas, recompone su cotidianidad y, de a poco, regresa del infierno de las bombas,  del miedo y la zozobra.
-Hace 5 años, Algeciras parecía un desierto y en sus calles no estaba sino el miedo, comentó un comerciante, quien como la mayoría de los habitantes, guarda sus reservas para hablar con los periodistas. Aunque sea solo del presente prometedor.
Lentamente, aunque con las limitaciones y altibajos derivados de las condiciones climáticas, Algeciras recupera su comprobada condición de despensa agrícola del Huila, con un nuevo ingrediente, la producción agroecológica.

Pero detrás de la euforia generalizada por el cese de la violencia, se esconde el fantasma de la duda y de la incertidumbre sobre el proceso de transición de su condición de escenario de guerra, a laboratorio de paz. La gente está feliz, pero no tiene claridad sobre el futuro del proceso de recomposición de sus estructuras económicas y familiares.
La gente disfruta el momento a su manera, y con iniciativas sin dirección muchas veces, emprendió el recorrido por el sendero de la paz mientras los académicos mantienen el tema de la violencia como eje central de sus discusiones.
Inspirados en la organización comunitaria como instrumento para sacar adelante sus proyectos productivos, en el sector rural se han conformado numerosas asociaciones cuyo objetivo es la gestión y administración con autonomía de la producción, transformación y comercialización de sus cultivos.
Los ramales de la cordillera oriental que se descuelgan hacia el Huila reverdecieron en todos los tonos y a medida que se asciende por la carretera maltrecha aparecen los cultivos multiformes y multicromáticos alrededor de los invernaderos para la siembra de tomate, principalmente, rodeados por  lindas casas solariegas con sus jardines florecidos y en donde al atardecer encontramos el alma de los campesinos, igualmente optimistas por su futuro, pero del mismo modo preocupados porque los programas del gobierno no tienen el acompañamiento adecuado.
El entorno está dominado por los cultivos de café y los invernaderos de tomate, pero son notorios los sembradíos de lulo, caña –con sus trapiches para la molienda- yuca, arracacha, plátano, tubérculos, cítricos y hortalizas.

Problemas y necesidades
Al calor de un tinto preparado con café de su propia cosecha, trillado, tostado y molido de manera artesanal, Faiber Bautista, Campo Elías Zamora y Alcibíades Gutiérrez, enumeraron los principales problemas y necesidades de los campesinos de las veredas Naranjos Bajos, Naranjos altos y Líbano Oriente. Las vías terciarias en mal estado, la energía eléctrica es muy deficiente, con altibajos severos que provocan daños a los electrodomésticos. Demandaron del gobierno la implementación de los distritos de riego, los programas de construcción y mejoramiento de vivienda, con sus respectivas unidades sanitarias; el nombramiento de un enfermero (a) para el puesto de salud de El Líbano, se destacan en la lista que le enumeraron al DIARIO DEL HUILA.
Pero de manera vehemente, las comunidades le reclamaron al periodista, publicar su percepción sobre el impacto de los proyectos productivos que distintas entidades han propuesto en los últimos años que, dijeron, son demagógicos por cuanto en la mayoría de los casos,  sus promotores llegan, hacen reuniones, entregan algunos implementos y no vuelven. Y en otros proyectos, el ciclo de la cadena productiva queda incompleto por fallas en la etapa de comercialización.
 El reconocido ambientalista y profesor retirado, Jaime Lizcano, admitió que la ciudadanía disfruta de la tranquilidad en materia de orden público pero advirtió que el paso siguiente del proceso debe contar con el apoyo del Estado, especialmente con su músculo económico porque es peligroso que las expectativas puedan superar las acciones oficiales.
Inspirador de la Corporación Municipal Agroecológica de Algeciras, COMUNA, que agrupa a 18 cultivadores que decidieron retomar las prácticas agrícolas ancestrales, introduciendo conceptos modernos para la producción limpia de alimentos perecederos, Lizcano advirtió que no se trata, exclusivamente, de celebrar el cese de la violencia, sino también generar entre la población sentimientos de aprecio por el escenario natural sobre el que se actúa. “Se trata de redescubrir el santuario verde que nos permita ver el horizonte de la soberanía alimentaria con equidad, autonomía y libertad”, enfatizó.

Amenazas
Algeciras no es solo la despensa agrícola del Huila. También es un gran productor de agua con numerosos riachuelos y quebradas tributarios de los dos afluentes principales, los ríos Blanco y Neiva que son explotados por los arroceros de Campoalegre, principalmente, quienes le pagan a la CAM impuestos altos que no son revertidos en la protección de las cuencas de los abastecedores que, como en el último verano, prácticamente desaparecieron.
De otra parte, en la vereda Buenavista existe una fuente hídrica que surte a sus habitantes, pero la CAM autorizó la construcción de una carretera en la parte alta, con lo que a largo plazo desaparecerá por causa de los residuos.
Pero la mayor amenaza para los pobladores de la cordillera algecireña es el proyecto de construcción de una hidroeléctrica, tomando las aguas del río Neiva, pocos kilómetros abajo del casco urbano. Dirigentes agrarios y expertos ambientalistas consideraron que la proyectada hidroeléctrica dejará sin agua para el riego a los cultivadores de la región en pocos años, por cuanto se deberán mantener los niveles de flujo necesarios para la operación de las turbinas. El tema fue mencionado el miércoles último durante una reunión conjunta de residentes en las veredas Líbano, Naranjos altos, Naranjos bajos y otras de los alrededores.
-Nos obligarán a suspender los puntos de riego para que los empresarios tengan agua suficiente para sus máquinas, alertó uno de los participantes en la asamblea.

El Paraíso
¡Cómo tiemblan los recuerdos en la calle larga y descompuesta de este pequeño poblado!!. En el aire se siente la sal de las lágrimas pero, asimismo, se ve la aureola de la ilusión sobre las cabezas de sus habitantes silenciosos.
En 1967 fue destruido por un fuerte temblor y no es el momento ni la intención de recordar su calvario durante la violencia guerrillera, pues por su ubicación geográfica limítrofe con la inspección de Balsillas fue la puerta de entrada a la “boca del lobo”.
Entre esos recuerdos está el de la reconstrucción, que se hizo gracias a la donación de los terrenos por parte de doña María Josefa Perdomo de Lara, en el que todos los damnificados pudieron construir sus casitas. Paraíso viejo y Paraíso nuevo conviven como hermanos.
Por el aprendizaje obligatorio y de supervivencia durante su largo periodo de convivencia con los actores armados, los residentes de toda la región son recelosos casi al extremo, desconfían y sospechan de los desconocidos y los periodistas les despiertan temor. Es muy difícil la obtención de testimonios y cuando se logra, las personas piden el anonimato y no permiten las fotografías.
En la vía de ingreso al caserío aparecen humildes casas al lado y lado, el vehículo que hace la “línea” de transporte, muchos perros, algunos muchachos que corren, 3 o 4 ancianos sentados o recostados a la pared sobre sus taburetes de vaqueta, dos tiendas pequeñas y la puerta de acceso a la institución educativa El Paraíso.
Por esta calle y por los caminos de los contornos trazados sobre el lomo de un cerro que hoy tiene el verde de la fertilidad y de la esperanza y en donde pastan algunas vacas, pasaron sucesivamente los actores de la violencia, guerrilleros y militares, con su regadera de terror.
Pero también brillan los ojos de satisfacción entre sus habitantes quienes desde hace varios años “vivimos un ensueño que ojalá no se desvanezca nunca”, como nos dijo una joven estudiante de 10° grado.

La gente en todo el país recuerda que durante el tiempo del despeje para los diálogos con la guerrilla, en el gobierno de Andrés Pastrana, la zona de distensión se extendió más allá de las fronteras establecidas y El Paraíso fue uno de los sitios afectados.
“Sus habitantes se fueron casi todos y el pueblo parecía un viejo retrato abandonado al sol y al agua”, me dijo uno de los 3 señores que sentados en piedras cerca al moderno polideportivo, nos sonrieron cuando hicimos la foto del escenario y de su parquecito adyacente.
También aquí la gente está estremecida por el sentimiento de la esperanza y en sus ojos, como en los de una quinceañera enamorada, se nota el anhelo de la posesión, del goce de la libertad y del progreso.

El colegio
Aunque ahora se llama institución educativa, todos lo siguen llamando “el colegio”, al que quieren y cuidan como una taza de plata en donde guardan una partícula de ellos mismos, de los habitantes del pueblito, de los padres de familia y, ante todo, de los estudiantes y sus profesores.
Es el núcleo de 13 sedes educativas que funcionan como satélites en los contornos del poblado, con un total de 805 estudiantes, de los cuales  177 cursan primaria y 286  secundaria en la sede principal de El Paraíso. Treinta muchachos se graduarán como bachilleres este año.
Una muestra del acentuado sentimiento de pertenencia es que la rectora de la institución, la licenciada Mildred Rivera Polanía, nació y creció allí y solo salió para hacer sus estudios de secundaria y superiores. Desde 1997 está vinculada a la institución educativa y desde el 2015 es la rectora encargada.-
-Esta institución es como una copa llena de licor sagrado, de testimonio de fe y esperanza y hemos tomado la decisión de no mirar el pasado y poner todas nuestras fuerzas en la construcción de un futuro mejor para nuestros descendientes, respondió cuando le preguntamos sobre los efectos de la violencia.
Le pido, por favor, que sea nuestro vocero ante el gobierno para que nos satisfaga dos necesidades urgentes: la pavimentación de la calle central y la construcción de 3 aulas de clase que nos faltan.
Perspectivas
La paz es, además, un desafío para el desarrollo y debe traer, de entrada, una agenda de temas estratégicos como la justicia y la reforma agraria.
-Además de las inversiones estatales en zonas como la del municipio de Algeciras, en la etapa posterior al cese de la violencia, se deben manejar otros elementos como los orígenes y patrones de la conflictividad y el manejo de las disputas individuales, conceptuó un funcionario de la administración municipal que pidió el anonimato.

En Algeciras se viven tiempos de paz, aunque en la mayoría de las personas sus deseos son imprecisos, tal vez por la incertidumbre de los tiempos que vendrán como consecuencia de la firma de los acuerdos de La Habana, o por el dolor y el peso del alma de sus muertos.

De todas maneras, sus paisajes que parecen pintados con pinceles gigantes seguirán ahí como testigos inmutables de la historia y sus ríos y quebradas arrastrarán los sueños y ambiciones de un pueblo que como Marcel Proust va “en busca del tiempo perdido”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario