lunes, 29 de abril de 2019

Recorrido por el horizonte purificador del recuerdo

Aunque la hora del poniente esté opuesta al alba, nunca será una hora triste, es como un árbol que ha perdido sus ramas por los vientos y tormentas…un árbol que ya no puede sostener los nidos armoniosos pero que embellece el paisaje, como la ceiba legendaria y moribunda de El Dorado.


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En un emocionado regreso al huerto en donde regaron las semillas de sus  anhelos y ambiciones, nueve egresados de la primera promoción del programa de Ciencias Sociales de la entonces Seccional Florencia de la Universidad Surcolombiana, que fue el embrión de la Universidad de la Amazonia, recorrieron el campus Porvenir y verificaron el crecimiento de la que fue su casa durante 4 años, entre 1974 y 1978.
Con el sol oblicuo a sus espaldas, como las viejas palmas que desde la colina vigilan el legendario Valle de Cocora, en Salento, Quindío, cuyas ramas se inclinan reverentes ante el viento, tres hombres y seis mujeres doblaron sus cuerpos con respeto ante el desarrollo de su universidad, se devolvieron 40 años  y con la lupa de sus recuerdos observaron sus vidas juveniles.
El rector Gerardo Castrillón les dio la bienvenida, les mostró los avances en materia de infraestructura y les informó sobre los desarrollos académicos de la Universidad de la Amazonia que hoy tiene casi 10 mil estudiantes, 25 programas, Especializaciones, Maestrías y un Doctorado. Reconoció a los visitantes porque, dijo, “en aquellos años Yo comencé mis estudios de pregrado”.
El regocijo de este grupo alrededor del rector de UDLA y de su profesor, Juan Antonio León, de quien recibieron clases, hizo imprescindible una reflexión sobre la tarde de la vida, como el vuelo de los pájaros que regresan a sus nidos, que nunca puede ser una hora triste, es una hora tranquila, solitaria, calmada, y sus cabellos blancos –o su ausencia- contienen las hazañas y las leyendas que protagonizaron y algunos escribieron en su fogosa juventud.
Como releyendo las páginas de un viejo libro, el profesor Juan Antonio León, nostálgico ante los senderos de la evocación, mencionó detalles de aquellos tiempos cuando las clases se dictaban en las instalaciones que ocupa hoy la DIAN y recordó que la sala de profesores era pequeña, para unos ocho, entre ellos Blanca Barajas y Wildamiro Trujillo. También evocó la figura del rector, el entonces sacerdote Luis Augusto Castro, hoy reconocido obispo, quien fue presidente de la Conferencia Episcopal.
Sin proponérselo, se montó en su reconocido coloquio de hombre profundamente analítico y tras hacer una fría y desgarradora descripción de la coyuntura política nacional y las esperanzas derivadas de la firma de los acuerdos de Paz, les habló con tono de apremio:
“Independiente de que compartan mis reflexiones, los invito a que desde sus espacios mantengan una participación activa en la lucha por la Paz porque aunque estén retirados, ustedes tienen mucha influencia en sus núcleos familiares y sociales”.
Bety Cuéllar Ibañez asumió la vocería del grupo y aseguró que los reencuentros no tienen como objetivo despertar nostalgia sino alegrías derivadas de la tranquilidad, y muchas risas entre un tropel de anécdotas y gritos que salen desde los corazones de quienes comparten este tipo de momentos. “Reposados y analíticos observamos la juventud radiante y vibradora, algunas veces incendiaria, rítmica y ajena a toda pena”.
Al encuentro asistieron, además de Bety Cuéllar, Ricardo Garzón, Gustavo Agudelo Gonzáles, José Lubin Chaux, María Inés Peña, Cielo Cárdenas Serrato, Ludivia Méndez Perdomo, Amanda Orozco Gómez y Luz Miryam Toledo Guevara.
Aunque la hora del poniente esté opuesta al alba, nunca será una hora triste, es como un árbol que ha perdido sus ramas por los vientos y tormentas…un árbol que ya no puede sostener los nidos armoniosos pero que embellece el paisaje, como la ceiba legendaria de El Dorado.
 De verdad, los recuerdos de la juventud desprenden un extraño perfume que acaricia, porque, como lo dijo también Bety Cuéllar Ibáñez, los recuerdos tocan los corazones…
Y de golpe, el olvido se convierte en memoria.

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