viernes, 27 de julio de 2018

Rupturas y emancipaciones. Estefanía Ciro, la Academia y el compromiso político


Las formas singularmente expresivas de su conversación, llenas de emoción, sus manos delgadas moviéndose frenéticamente como desmadejando un rollo cuyos hilos salen por sus ojos en ondas rumorosas y vibraciones fuertes, capturan el interés de quien la contempla y escucha. Y a pesar de su silueta austera, aparentemente fría, como la de una adolescente, desde el primer minuto nos dejó ver su talento plástico y luminoso, y su carácter rebelde.
Y también de una, nos metió en el mundo de sus sueños, cuando la esperanza lo llenó todo, perfumó su vida y entonces imaginó su gloria, la de su familia y la de su querido Caquetá. Soltó su sonrisa de resplandor fosforescente y enseguida se montó en la carreta de su discurso y nos habló de las diferencias entre la realidad y el sueño, así como de las dificultades que se encuentran cuando se sueña con cosas que no existen, con ciudades, realidades y hasta con seres desconocidos. El origen de sus inquietudes, la serie de hechos y de causas que la pusieron en el camino productivo de las rupturas que desde una posición subordinada de su entorno rural, contaminado por la pobreza, el narcotráfico y la guerrilla, le enseñaron a poner el ojo en el verdadero lugar, en donde están los problemas que generan las condiciones adversas para la justicia social, para la paz del país. "El centro de las contradicciones no está en los lugares más visibles como las ciudades...las contradicciones que hay que resolver en torno a la paz están en las regiones", sentenció de entrada, con un fogonazo de sus ojos grandes que se mueven buscando razones para reforzar sus enunciados.
Su principal dificultad fue la ruptura con los patrones administrativos y sociales clásicos, al pasar del medio rural caqueteño, abandonado, al urbano y hostil de Bogotá, después de graduarse como bachiller en la primera promoción del colegio de su familia, que con Estefanía comenzó a ofrecer el bachillerato. Hizo parte de la primera generación del Instituto Jean Piaget, fundado por sus padres, los reconocidos docentes de la UDLA, Walter Ciro Restrepo y Claudia Rodríguez Ferreira, junto con otros cuatro estudiantes. "En quinto grado, todos partían para otros colegios, pero con nosotros decidieron crear sexto, luego séptimo, octavo hasta llegar al último grado de bachillerato", dijo proclamando el triunfo del colegio. Doble trofeo: el éxito familiar y su primer ensayo al vuelo de vértigo en el que se convirtió su vida.

Apasionada por las matemáticas, en 1999 se presentó a la Universidad Nacional (Ciencias Políticas) y a los Andes (Economía), becada por Ecopetrol, luego de obtener el máximo puntaje en las pruebas ICFES. Comenzaron entonces nuevas rupturas que fueron, del mismo modo, el comienzo de las primeras emancipaciones. En los Andes, a donde llegó tras desestimar el cupo en la UN, encontró una escuela de economía ortodoxa, neoclásica...entró en conflicto con ese tipo de economía muy temprano. Recuerda que había una clase, "Transición del feudalismo al capitalismo, con una profesora que "me ha acompañado hasta ahora, de hecho, esa profesora fue la que me mandó la convocatoria del premio (Decsi Arévalo, economista de la Nacional, coordinadora de posgrados del departamento de historia de los Andes, con doctorado en París). Esa clase empieza a generarle a uno preguntas sobre la sociedad".
Había otra clase, la primera que vi en la universidad, Economía política, con el profesor Isaac Beltrán. Esas dos clases de entrada lo marcan a uno”.
Se toca la cara con su índice izquierdo y se devuelve sobre el rollo que desmadeja. A corta distancia encuentra un episodio característico de la sociedad aldeana y pueril del Caquetá de los finales de la década de los 90s y lo reivindica como otra ruptura que recuerda con cariño: "Quiero hablar del voleibol y no es gratis", afirma, "en el sentido de que por ejemplo mi papá me acompañaba a todos los partidos, y era un asunto de compromiso casi político con el colegio. Eran las finales contra Los Corazones, era la rivalidad, nosotros éramos el colegio nuevo, raro, el campestre, que no se sabía cómo iban a salir los estudiantes, contra el colegio clásico, de las monjas, el tradicional…eso tiene que ver con la historia de la región, de cómo estos modelos empiezan a romper una idea de lo laico y lo católico y eso se condensaba en cosas tan simples...hay que ponerle nombre a eso, es como la constitución cotidiana del aprendizaje…el partido de voleibol era como un acto de transición, de rebeldía”. 
Esas contradicciones, los choques con realidades desconocidas, el recorrido por la realidad política y académica, construye una red que entrelaza sectores marginales y populares de la fría Bogotá a partir de un sistema de relaciones asimétricas e intercambios constantes con la aristocracia rústica y la señoría "rola", medioeval agresiva y dolorosa.
Llegó a Bogotá a sentirse altiva, a entender esa relación Estado – región, donde hay unos estigmas y es cuando empieza a vivirlos: ‘usted amazónica, tierra de guerrilleros”, recuerda que la acusaban. "Esa sensibilidad también parte del colegio, de que uno está enraizado en un territorio y que como a uno no lo sacan del colegio en una burbuja donde toma clases y después lo sacan a la casa. Al contrario, es un lugar donde a usted lo hacen más cercano al territorio y lo mete en una problemática particular”, sostiene con su aire rebelde que ahora fatiga la fama con su responsabilidad moral que implica el haberse apartado de toda forma de servilismo y de bajeza.

Ahí sentada, informal y risueña, en la Oficina de Paz de la UDLA, esta caqueteña brillante es un orgullo regional que no ha sucumbido a la untuosa y deformadora lluvia de laureles. Permanece intacta y recta en medio de la algarabía y la atmósfera de adulación con motivo del premio importante que acaba de recibir.
Y es como un imán que atrae a sus interlocutores. No para de opinar, siempre con el sello de su "línea" apacible y adorable que se funde con directos pedidos de solidaridad con los más vulnerables, con la lucha social y política, con la defensa de los acuerdos de paz suscritos entre el Estado colombiano y las FARC
“Una de las últimas clases, Historia Económica de Colombia, me hizo cuestionar...esto por acá ya no es, entramos a estudiar la historia económica con una cantidad de modelos, la historia económica ortodoxa, se llama nueva historia económica, que es usar modelos econométricos para explicar la historia. No hay nada de malo en eso, si el modelo econométrico no está sustentado en una construcción crítica de las hipótesis. Cuando es simplemente una realidad ajustada al modelo, es otra cosa. Entonces empiezo a ver eso en la economía que me están enseñando y digo aquí qué es lo importante, la realidad o legitimar el modelo, el número. Es cuando digo voy a estudiar la maestría en historia", explica.
“Quiero la economía muchísimo, de hecho me defino como economista, porque mi búsqueda es la construcción de una economía completa, total, heterodoxa, defiendo eso”.
Con la maestría tuvo su primer acercamiento a un análisis de archivo del Caquetá y empezó a hacer una reconstrucción cronológica de los sitios de su región, de entender al Caquetá. Tenía a su lado a Decsi y Fabio Zambrano; empezó a trabajar como profesora complementaria en economía, y fue monitora de Fabio Zambrano, uno de los grandes geógrafos de Colombia. "Él empieza a meterme el bichito de la geografía, del espacio, a pelear por el espacio y de ahí la Amazonía como un escenario de luchas, de intereses, de conflictos, de contradicciones”. 
Fusionó entonces las enseñanzas de Decsi y Fabio Zambrano, la economía política y la geografía; “Eso es la Amazonía: el ejercicio del poder sobre un espacio, que es lo que vivimos actualmente, y el poder es un poder que nos ha tocado, represivo, de asesinatos, de desapariciones…y de un poder y una violencia simbólica, de una construcción de estigmas, de una construcción de unos imaginarios de la Amazonía”. Qué era la Amazonía? Era la tierra sin gente, que toca ir a colonizar; entonces, qué hacen? De tajo visibilizamos los indígenas coreguajes, uitotos, todos los que vivían. Después es la tierra sin ley, la ley del monte, cuando sabemos que lo que tenemos que sufrir es la ley del frente, la ley del paraco, la ley del gobernador, la ley del alcalde, la ley de la junta…”

Aunque ya lo explicó en la sustentación del trabajo galardonado y en el discurso con motivo del premio, nos dijo que sus sueños tormentosos siguen asociados a los combates interminables por la paz y la justicia social. Y entonces, habló de la génesis de su investigación: "La intención es entender las trayectorias de vida, las experiencias de los campesinos y campesinas para entender cuál es la relación que establecen con la coca. Eso permite identificar las transiciones y las rupturas en sus vidas que explican, por ejemplo, que se hagan cocaleros o que dejen de serlo, porque si hay algo que tiene la coca es que entran y salen de ella, no necesariamente permanecen allí.
La investigación logró acercarse a las trayectorias de vida de los campesinos cocaleros para entender las razones que los llevan a optar por este camino. “Lo que se muestra es que las unidades familiares cocaleras son muy vulnerables por dos cosas: la violencia y la pobreza. Porque son familias que han perdido al papá o a la mamá, que los hijos han tenido que reemplazar roles paternos o maternos en sus casas, familias que han enfrentado en los 80 y los 90 el conflicto y la guerra contra las drogas. La coca viene a aliviarles el hambre” 
Uno de los principales hallazgos de la investigación es que la política antidrogas vulnera los derechos de las comunidades campesinas y además continúa reproduciendo la persistencia de los cultivos de coca.
La política de drogas es como una serpiente que se alimenta de sí misma porque en la medida que hay violencia, que hay conflicto, que se genera esta inestabilidad regional, lo que se hace es crear más inestabilidad en las familias que terminan viendo en la coca una opción” afirma Estefanía.
Después de estos diagnósticos, calla como una monja pudorosa, pone sus manos en el pecho y expresa su preocupación por el país y por su amado Caquetá, a pocos días de comenzar el gobierno del nuevo Presidente de los colombianos.
"Prefiero apartarme de mis temores, nos dice, y le da un tono muy académico a sus palabras para hablar del trabajo ganador.

El trabajo del premio
Es un trabajo sociológico antropológico, está en esos límites; me lanzo a eso por dos razones: primero, porque yo estoy viendo esas transformaciones económica de la Amazonía, del caucho a la ganadería, de la ganadería a la coca, que se traslapan, y el petróleo. Hay unas dinámicas extractivistas, es un continuum que aparece y desaparece, se traslapan, vamos a terminar ganaderos coqueros, y en términos metodológicos ya había trabajado lo cuantitativo, había trabajado lo documental, la fuente primaria, papeles, archivos, y dije necesito hablar con la gente, no puedo hablar más con papeles, con números; quiero saber de metodologías de investigación cualitativas, etnografías, observación participante. Dije  eso me lo da la sociología.

Empiezo a trabajar y construir como problema saber quiénes son los sujetos cocaleros, porque nosotros somos muy buenos hablando de política de drogas, de la guerra del narcotráfico, fumigación, el Estado; pero quién es el campesino qué pasa con él.  Digamos que hay dos maneras en las que se ha estudiado cómo se relaciona la sociedad con las drogas: por un lado están esas personas que dicen, por ejemplo, el consumidor consume porque tiene problemas psicosociales, individuales, tiene propensión al delito en general es por recreación pero hay una gente que ve al otro como malo, como un desviado, entonces la idea era, hombre no, hay otros investigadores, una escuela que dice no, lo que hay que ver no es por qué se consume, sino más bien cómo llegan a consumir, qué experimentan  al consumir, y eso explica más la relación de la sociedad con las drogas, que decir es que son anormales, que no es cierto, la relación es mucho más estrecha.
Entonces, lo que hay que ver son las experiencias de la sociedad con esto y las percepciones, qué piensa la gente de eso, sin partir de la moralidad, de qué está bien y qué está mal; entonces, yo extiendo este análisis para el cultivador y la cultivadora, porque siempre tendemos a verlos como los desviados, son unos caprichosos ignorantes de la ley o cultivadores títeres de la guerrilla; son sujetos estigmatizados completamente y hostigados. ¿Qué hay que hacer? Pues vamos a ver quiénes son, entonces digamos que la pregunta de la investigación era eso, ver cómo llegan a ser campesinos cultivadores de coca y campesinas cultivadoras de coca, y cómo legitiman ellos su actividad, porque entonces está la idea de que lo ilegal no tiene legitimidad; la idea es ver qué legitima su actividad, considerada ilegal. Entonces, son esos dos ejes por los que yo me muevo y para hacer eso una herramienta central, metodológicamente hablando, es una cosa que se llaman las trayectorias de vida, que es irme a hacer entrevistas a profundidad, a que me cuenten ellos la coca en qué momento aparece en sus vidas, de dónde son, qué hacen, sus familias de dónde vienen, cómo era su infancia, cómo fue su juventud,  y empezar a estudiar en estos caminos dónde es que la coca se les cruza, qué resuelve la coca, qué perciben de ella y qué factores afectan sus trayectorias y sus vidas. Es cuando uno se da cuenta que la violencia que han vivido estos campesinos no tiene comparación, y que es la misma violencia, la política contra las drogas, que generan tal punto de vulnerabilidad que es lo que explica la persistencia de los cultivos, porque nunca pueden salir de eso; es la misma política que genera que la coca se reproduzca.
Se torna inquieta al recordar que tras muchas noches sin dormir, con un embarazo y un parto a cuestas, en medio de constantes luchas contra las dificultades cotidianas en un país que ya le doy la nacionalidad, hizo la defensa de su trabajo en una sesión inusual de un poco más de 4 horas. Fue como la anunciación radiante de la victoria de su genio, de su persistencia, de su paciencia y, sobre todo, del grupo familiar. Fue una sustentación con tonalidades épicas, recuerda, que además tuvo una feliz coincidencia con un hecho histórico para Colombia, la firma de los acuerdos de Paz en el teatro Colón, el 24 de noviembre de 2016.

A la Orilla del Río
Entre sus muchas ráfagas conceptuales, escogimos una que es como un golpe bajo a los académicos que se enredan en debates por una coma, por una metodología, por una encuesta; que se aíslan casi completamente de las comunidades, que no articulan sus investigaciones y sus discursos con la realidad objetiva. Para Estefanía, no existe una academia por fuera de un compromiso político, pues no se puede creer en investigaciones que simplemente son reportes en directo. "Porque cuando uno ya ve la carne y el hueso del campesino, la carne y hueso del debate, de la violencia, uno dice aquí la gente está poniendo el pellejo, y el académico tiene que poner ese pellejo, y no es un pellejo ante el fusil, sino ante un debate público. Eso implica también una serie de tensiones en su relación con la comunidad, porque también está el ejercicio de que ustedes vienen a darme información para yo escribir. Eso lo pone a uno entre la espada y la pared. El compromiso político le permite  generar unas relaciones más simétricas, no es estar de acuerdo con todo lo que sujeto le dice; pero no quiere decir que usted simplemente ve al otro como un objeto  de investigación. Esas relaciones son muy difíciles, porque eso  ocurre, eso es lo que hace la academia. Yo no tengo soluciones, ni tengo verdades; por eso, la reflexión que está ahí y es una tensión que uno vive y va a vivir el resto de la vida, porque uno está en eso, tengo un compromiso, tengo que ir, es constante, es dialéctico.
Sus frases representan el compromiso, la sensibilidad, las dudas, su pensamiento en acción, su producción de conocimiento. Como su hermana también es investigadora, su libro es muy reconocido y también obtuvo una mención honorífica,  entonces hicieron una alianza con sus parejos, igualmente investigadores,  para la producción y canalización de sus conocimientos. "Dijimos están pasando muchas cosas, estábamos haciendo acompañamiento a la movilización en defensa del agua y entonces hay una cantidad de herramientas en redes que uno puede explorar. Decidimos sentarnos y hacer este colectivo, definimos que se llamara A la orilla del Río porque siempre aquí estamos a la orilla de un río, esta es la tierra del agua. El punto es que determinamos que iba a ser un lugar de construcción de opinión pública, iba a ser producción de investigación desde las regiones porque eso se centraliza mucho en Bogotá, todo es Bogotá pensando el país desde las universidades de Bogotá. Y ante todo, añade, "determinamos hacer acompañamiento a los procesos sociales a comunidades que requieran algo en lo que podamos ayudarlas y hacerles seguimiento.
Son las masas hambrientas de verdad, enfermas de pena, que tienen una esperanza en los académicos propositivos y activos que no solo tienen el encanto de su verbo sino que  también ponen el dedo en la llaga abierta por la discriminación, por la exclusión, por la guerra, por la injusticia.
No es egresada de la UDLA pero creció entre sus pasillos, salones, escaleras y cafeterías. Aunque  todavía no tiene muy claro lo que representa como persona, sabe que ha alcanzado ciertas cosas importantes que la distinguen como un sujeto histórico y también como un elemento comprometido desde una economía política crítica. "Yo estoy parada desde en el marxismo, estoy pensando en esos términos desde la economía, y desde la sociología, las herramientas que esto me da...me paro en un contexto del presente, en unas contradicciones  presentes en una realidad", me dice mirándome a los ojos, recordando sus orígenes, sus luchas, sus derrotas y sus triunfos.

La mansedumbre de sus ojos cerrados como punto final del diálogo de una hora en la Oficina de Paz de la UDLA, contrasta con los espasmos de claridad beligerante en presencia de su papá, el profesor Walter Ciro Restrepo y de mi compañero, el periodista Alfredo Rubio, quien me apoyó con el recate del audio y con la reconstrucción de ese encuentro que, realmente, fue como la izada de la bandera de la Lucha desde la provincia, conquistada por el esfuerzo colectivo de una familia, de una comunidad, de un pueblo satanizado y violentamente reprimido.
Entre tanto, los ojos y el corazón de Estefanía seguirán puestos en el inmenso campo de batalla, el Caquetá, porque la lucha es la poesía del esfuerzo, es la magnificación de la vida real. 
Ya tendremos otro encuentro...¡¡la madeja con los rollos del Caquetá está por devanar!!




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