martes, 21 de noviembre de 2017

Visita relámpago a Harrisonburg, VA, baluarte de la hospitalidad y la diversidad


Con la emoción que suscita el encuentro con un par de paisanos lejos de la Patria y el interés que despiertan un paisaje lírico con una montaña en el horizonte, el valle salpicado por verdes de distintas tonalidades y una carretera perfecta, como una mesa de billar, llegamos a Harrisonburg, una pequeña población en donde funcionan numerosas oficinas de apoyo para el reasentamiento de refugiados y les ofrece oportunidades que les permiten convertirse en miembros activos y productivos de la sociedad americana.
A pesar de la agitación y los afanes propios de la vida americana, en esta ciudad los estímulos resuenan con una tranquilidad que parece como si provinieran de otra región, de un medio grave y calmado, de una zona desconocida. Son las expresiones juveniles de la naturaleza que nos sirven de consuelo por la pérdida de la juventud.
-Yo todavía no la he perdido, me dijo Andrea, una caqueteña cordial, del municipio de Solano, precisamente. 
-Las montañas vírgenes, los árboles de mi pueblo son protectores de la juventud, añadió, orgullosa de sus años dorados.
El día tiene la tristeza y el el color de la ceniza, la temperatura está muy baja, a 5 grados centígrados, tal vez, pero la camaradería de los amigos en tierra extraña, calienta el ambiente, le canta a la nubes bajitas y nos permite palpar la diversidad étnica y lingüística de este población, en donde residen cerca de 3 mil refugiados de distintos puntos del planeta.
Andrea y su esposo llegaron a esta pintoresca ciudad empujados por la violencia colombina y encontraron posibilidades para rehacer sus proyectos de vida y el de su pequeña hija, quien hoy está a punto de ingresar a la universidad en donde cursará física nuclear o física espacial, o astrofísica..no se, pero de todas maneras se trata de una carrera fuera de lo común, algo astral...o astronómico. 
-Una carrera loca, como su papá, opinó Andrea.
Después de trabajar muy duro en la multinacional Carguill, que procesa 70 mil pavos diarios, y un ciclo de batallas diarias que incluyeron madrugadas, privaciones y desplazamientos a pie, volvieron a la vida, resucitaron y con alas nuevas escaparon de la miseria derivada del desarraigo.
Harrisonburg es, del mismo modo, un importante centro intelectual en donde la tercera parte de su población son estudiantes de inglés como segunda lengua. Es sede de varias universidades, escuelas, seminarios y, como en el resto del país, las bibliotecas son componentes importantes del entorno urbano.
-Con las experiencias, con las riquezas mentales acumuladas, vamos por una larga travesía en este país de los ensueños pero sin pisotear la fraternidad espiritual que nos une con la siempre amada tierra colombiana, dijo Daniel, el esposo de Andrea, imaginándose como un péndulo en una hamaca guindada entre dos palmas en la finca de la Toñito Perdomo, su suegro. 
Un letrero grande en el que se lee “no importa de dónde eres, estamos contentos que seas nuestro vecino”, en inglés, español y árabe, resume la condición hospitalaria de este bastión de la diversidad. En algunas ciudades, y por iniciativa de reconocidos activistas y blogueros, este aviso multilingüe ha sido copiado y es creciente su utilización por parte de diferentes congregaciones defensoras de los derechos humanos. 
Otro estandarte de la pluralidad y la tolerancia de esta ciudad es la nutrida población de Menonitas, los miembros de la singular secta surgida de la Reforma Cristiana anabaptista, cuya principal característica, además de ser fanáticos de los contenidos bíblicos, es la de vivir alejados del resto de la población y de los avances de la vida moderna, no usan los desarrollos tecnológicos ni los autos, ni la electricidad, y trabajan en la producción agraria libre de fumigaciones y abonos contaminantes.
Están asociados en una gran cooperativa que no solo cultiva la tierra sino que también maneja 5 universidades, 2 seminarios y una extensa red para la atención integral de los niños. Sus productos son comercializados en grades tiendas de su propiedad, sin intermediarios y a precios muy bajos, por lo cual tienen una gran clientela.
-Este es el pueblo que nos vio nacer, dijeron los esposos colombianos quienes leyendo uno de mis relatos, hace una semana, me ubicaron en Chesterfield, Virginia, y me llevaron a conocer el campo de batalla en donde obtuvieron la victoria contra la violencia. Porque la resignación y el miedo son como una enfermedad propagada por los apóstoles de la adversidad.
La desnudez de los árboles en otoño que vimos a lo largo del viaje de 2 horas, es como la sinceridad, como la Verdad. Porque la mentira es el trapo que cubre el falso pudor de la corrupción, de la politiquería y de la injusticia social.
Una arboleda sin hojas es un cuadro melancólico, sin esperanza, que ve morir, un día tras otro el verde vigoroso, que languidece esperando la primavera, sin pájaros, sin un gesto de dolor. Y es por ese llanto de los árboles que en otoño y en invierno anochece más temprano y la noche es más profunda.
Desde cuando salí de la conformista, politiquera y corrupta Colombia, hace 2 meses, siento que las percepciones cantan con sonidos especiales, quizás por la tranquilidad que me dan las horas vespertinas de mi vida turbulenta, con los sueños perdidos y los dolores agitados. O porque encuentro gente que hace menos pesada la noche que llevo en el alma, como los árboles desvestidos por el intenso frío del otoño y la nieve del invierno.








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