miércoles, 15 de marzo de 2017

Estoy a punto de olvidar (4)

*Aquella madrugada cuando en mi apartamento de recién casado en el barrio la Consolata, de Florencia, y en un gesto espontáneo, Gerardo Córdoba, el "pastuso", entonces gerente de la aerolínea Aeropesca, orinó en dos vasos de cristal, les echó un poco de Whisky y los ofreció cortésmente a Ruben Dario Osorio, "Porrón", y a Francisco Tamayo Guerra, "Machetazo", quienes llegaron borrachos a nuestra reunión...Se los bebieron con gusto y solo reclamaron porque estaban al clima...Uno de los concurrentes, les contó dos días después sobre esta broma, pero cambiando el protagonista...me echó a la candela y en la redacción de RCN me armaron una bronca inesperada. 


Desde entonces, no volvieron a mi casa a pesar de ser el centro de reuniones de la gente de los Medios locales y nacionales, cuyos periodistas, fotógrafos y camarógrafos hicieron presencia muy frecuente en el Caquetá con motivo de la llamada "guerra con el M-19". Allí compartimos con figuras de talla nacional como Germán Santamaría, Germán Castro Caicedo, César Vallejo, Francisco Tulande, Juan Darío Lara, Marino Pérez Murcia, Jeús Medina, entre otros. “Machetazo” fue el único periodista del Caquetá que me acompañó en el
 matrimonio, celebrado en Neiva. Varios años después, se fugó de Florencia, aparentemente envuelto en un lío judicial por asuntos de muchachos, que fueron su gran debilidad.
Muchos años después, cuando volvimos a compartir sala de redacción en la emisora Armonías del Caquetá, José Duviel Vásquez, el "ciego" -q.e.p.d- llegó afanado a la oficina de El Tiempo y me dijo:
-Se murió machetazo!!!
-Qué le pasó???
-Se intoxicó ayer en Medellín
-Tomó veneno o con qué se intoxicó, le pregunté
-Hermano, usted se imagina que se pudo comer, dijo, en medio de una carcajada, tocándose las gafas, y metiendo su nariz entre los dedos índice y pulgar de la mano izquierda.
“Porrón” sigue vigente, con su voz oscura, pesada y ya cansada, en una emisora de Florencia. Hace apenas 4 años, durante mi paso por la Oficina de Paz de la Universidad de la Amazonia, le recordé este episodio...y me volvió a mentar la madre!!!

Una noche, cuando apenas comenzaba la incursión en la radio, y durante su turno en la cabina de La Voz del Caquetá, le llegó un campesino afanado y le pidió que le transmitiera un servicio social para su familia.
-Con mucho gusto, le dijo Porrón...de qué se trata el aviso?
-Es para decirle a mi mujer que se venda de la finca porque a su hermano lo estripó un camión frente al hospital, le explicó el hombre.
Asustado con ese anuncio, Porrón metió inmediatamente la promoción del servicio social, que tenía una "cortina" de alarma para llamar la atención de los oyentes, abrió el micrófono y con voz impostada lanzó al aire el mensaje con la misma construcción verbal que le había hecho el campesino:
-"Se le informa a la señora Rubiela Pinzón que lamentablemente a su hearmano lo estripó un camión frente al hospital de Florencia y por ese se requiere su presencia en esta ciudad".
Cuando empujó el "cartucho" con la despedida del servicio social, cayó en cuenta de su maetida de pata, se tocó la cabeza y dijo para sí mismo: ¡"yo soy una güeva!

* La tarde soleada de un jueves cuando Gilberto Serpa Mendoza, con unos tragos de más y empujado por el caracterizado sectarismo de los hermanos "Godos, me esperó en la puerta de ingreso a La Voz del Caquetá, situada entonces en la carrera 11 de Florencia, para atacarme verbal y físicamente por un comentario que hice en la sección editorial del noticiero Radio Sucesos y en el que, con mi perpetua rebeldía y contundencia, critiqué una de sus actitudes como funcionario del gobierno departamental. El cielo azul palideció ante sus amenazas y sentí mis piernas como corbatas al viento. Fue la primera amenaza real en el ejercicio del periodismo, pero en un alarde de astucia y apoyado en la generosa simpatía que me gané entre la ciudadanía, puse contra él a las personas que a esa hora transitaban por el lugar...el hombre se quedó solo ante el tumulto y, vencido por la verdad de mis denuncias, subió a su carro, sus llantas chirriaron en el pavimento y en su cabeza chillaron mis denuncias. 

Años después y en correspondencia con mi posición según la cual no se puede deshonrar con la bajeza el ejercicio de nuestra querida profesión, me encontré con Gilberto durante la celebración de la llamada Semana de la Caqueteñidad, en Bogotá, durante la administración de mi hermano de luchas sindicales, Gabriel Sandoval. Compartimos fraternalmente y hasta me fui a su apartamento de la nevera en donde gozamos con un relato interminable de anécdotas.

* El simpático episodio ocurrido en la sala de redacción de La Voz del Caquetá, entre el dolor y pesar por el accidente del avión de Aeropesca en el que murieron destacadas y queridas personalidades de la vida regional, ya mencionado en estos relatos. Marco Antonio Segura Prado, “el mechudo”, locutor de noticias y narrador deportivo, se ingenió una broma relacionada con el desplazamiento de Jairo Orozco, “Montoyita” al sitio del accidente y aseguró que en Resinas, la inspección huilense limítrofe con el Caquetá, en donde se concentraron las labores de rescate e información, se acabaron los comestibles a causa de la numerosa afluencia de familiares de las víctimas, curiosos, rebuscadores y periodistas. 
En un momento, la única comida disponible en ese sitio de concentración de las labores de rescate, fueron chicharrones con arepas o papas y entonces “Montoyita” –quien por la época se encontraba en un tratamiento de ortodoncia y a pocos días de estrenar su prótesis- fue visto por algunas personas, entre ellas Monseñor José Luis Serna -q.e.p.d- un kilómetro arriba de Resinas, en momentos que, a punta de piedra, desmenuzaba los tostados cueros de marrano para poderlos ingerir. El obispo, lo hizo subir a su vehículo y en una fonda de la carretera se detuvo para que nuestro enviado especial comiera alimentos líquidos y suaves. Guillermo Clavijo, el querido y ya desaparecido director de la emisora, se rió a carcajada tendida y su risa contagió a los presentes de tal manera que el mismo “Montoyita”, abriendo bruscamente la mandíbula inferior, la desencajó y entonces  quedó con una sonrisa eterna, lo cual excitó el plácido momento del gozo hasta aplastarnos literalmente, porque el mueco brincaba con su boca abierta, como burlándose de todos y movía sus manos con dramatismo, con el lenguaje gestual de los sordomudos. La algazara fue interrumpida con un grito de alerta, con zapateo incorporado, de mi compadre y locutor Rafael Chaux Carvajal, quien saliendo de la cabina de locución se encontró con Montoyita, que pesar de su sonrisa forzada, lloraba del dolor provocado por el traumatismo.



* Esa tarde lluviosa de finales de julio de 1982, cuando Ricardo Cuéllar, en nombre del M-19, me propuso una entrevista con el jefe máximo de ese grupo revolucionario, Jaime Bateman Cayón, y me dio solo una hora para alistarme porque tenía que abordar el vuelo para Bogotá. El país vivía una coyuntura política con características similares a las que tuvimos con el gobierno de Alvaro Uribe, con severas restricciones a la libertad personal y colectiva, con intimidaciones y confrontaciones permanentes del Estado con ese grupo que se había ganado la simpatía popular. En medio de un auge de masas sin precedentes en el país y particularmente en el Caquetá, el M-19 simbolizó la esperanza de los sectores populares, heridos por la represión y heridos también por la gangrena moral que contagió a los dirigentes de los partidos tradicionales de entonces. En el tiempo convenido estuve en la terminal aérea y en la noche, en un hotel de Bogotá, seguido de cerca por miembros del M-19. Se habló de mi desaparición y se mencionó el secuestro como su explicación. Mi alma se espantó no de miedo sino de ansiedad por la inminente entrevista con el hombre considerado como un verdadero fenómeno de masas, una figura quien sin conocerla, el pueblo la quería y ese sentimiento se palpaba entre la gente. 

Las restricciones vigentes no le habían permitido a los medios de comunicación la transmisión de las entrevistas logradas con este personaje enigmático pero reconocido como el eje de un movimiento que había comenzado el cantar de la nueva conquista. El periódico conservador El Siglo publicó por entregas una entrevista con Bateman que disparó las ventas del rotativo a niveles que nunca volverá a registrar. Cinco días después de mi salida de Florencia, estaba frente a frente con Jaime Bateman, a la espera de Juan Gossaín, a quien habían capturado en Bogotá pero cuya llegada al campamento se frustró por su imposibilidad física para caminar durante 4 días por la selva virgen ecuatoriana. Era la Octava Conferencia del M-19 que hizo la primera propuesta de paz en Colombia
* Esa experiencia con Ligia Riveros, de la revista Cromos, que fuimos portadores de la primera propuesta de la Paz del M-19 al presidente Betancur, firmada por los máximos dirigentes de esa organización, y también por Ricardo Lara Parada, quien así inició su proceso de desarme y reinserción, que lo llevaría al concejo municipal de su natal Barrancabermeja, en donde también fue asesinado pocos meses después de su ejercicio en esa corporación. Aunque en la Octava Conferencia,  la presencia de Lara Parada se mantuvo reservada, pude conversar con él sobre los orígenes de su movimiento, el ELN, las perspectivas de que su colectivo acogiera la propuesta que se le presentó a Betancur, sobre las divisiones y en general sobre la coyuntura política nacional de entonces. Con su "legalización", se confirmaron sus opiniones sobre la posición de los "elenos" sobre el proceso de Paz: fue acusado de "traidor". Tres años después de la Octava Conferencia, me lo encontré en Barranca, durante mi desempeño como periodista de El Tiempo y la víspera de su asesinato tomamos café en una tienda en la que siempre hablamos de la coyuntura política nacional.
* Ese regreso a Bogotá, portando la propuesta de Paz, que provocó un gran despliegue nacional de todos los Medios por cuanto previa autorización del recién posesionado presidente Betancur, se difundió la entrevista con Bateman durante dos horas, a quien el país escasamente le conocía su cara pero no su voz por cuenta de las restricciones impuestas para ese tipo de reportajes por el tristemente recordado Julio CésarTurbay Ayala y su bárbaro "Estatuto de Seguridad".
A pesar del cambio de gobierno, los servicios de inteligencia nos hostigaron de manera reiterada hasta el punto de que los dos Medios para los cuales trabajaba -El Tiempo y RCN radio- me ofrecieron  dos semanas de licencia remunerada durante las cuales me ausenté del Caquetá.

Sin embargo, desde aquella "chiva internacional", sumada a mis actividades como dirigente sindical del magisterio y como periodista que sentí el dolor social y ejercí mi trabajo como un contrapoder, como una voz distinta en los Medios, especialmente contra la dominante y corrupta clase política regional a la que bauticé como el "Godoturbayismo", sufrí distintos tipos de presiones y amenazas ante las cuales puse el escudo de la Verdad y la lealtad solidaria de distintos sectores regionales, principalmente de las organizaciones populares y de las bases del magisterio.

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