jueves, 9 de febrero de 2023

Premios de periodismo: chantajes ocultos y rapiña por el dinero de los ganadores

 El único premio para los trabajadores de la palabra es el placer que produce la escritura cuando se cumple con el deber verdadero, con la pasión por la Justicia y por la Libertad. 


Los "premios" inventados por el gobierno y los políticos son una mentira y hacen parte de las dádivas ofrecidas a cambio de actitudes acríticas y complacientes, es decir, son un soborno disfrazado que reproduce constantemente el estereotipo del periodismo costeado por los poderosos y ejercido por canarios que les cantan, les ponen incienso, construyen calumnias y, cuando menos, guardan silencio sobre sus mentiras sustentadoras de la  tiranía progresiva que asfixia a los colombianos. El triunfo de la verdad es, por sí solo, un aplauso apoteósico, el mejor reconocimiento para el periodista. Lo demás es un asunto de vanidad y de chantaje. 


Aunque todo acto de exhibición del deber cumplido es innecesario, en Colombia los únicos premios de periodismo que pasan, son los del CPB, porque son reconocimientos creados por periodistas, para periodistas. Ese espíritu funcionaría de manera más práctica y pedagógica si al mismo tiempo con los premios se definiera un decálogo de castigos para señalar las faltas contra el ejercicio de la profesión.

 Los criterios universales para la calificación de los trabajos que presentan los candidatos a premios de Periodismo son: Originalidad del enfoque, Innovación en el uso de lenguajes y medios; Impacto en la opinión pública, Rigor investigativo y Ética en el manejo de la información.

No obstante, gobernaciones, alcaldías, Concejos, Asambleas y otras entidades públicas y privadas, han establecido Premios de Periodismo, como propuestas surgidas de sus debilidades, para acorazarse ante la prensa libre que les puede poner el ojo, porque temen que sus actos de inmoralidad y corrupción sean descubiertos. Entonces, poco importa la calidad de los trabajos porque en la práctica eso no cuenta y siempre se cuidan en la conformación de los jurados para asegurarse que los ganadores sean siempre aquellos acólitos más fervorosos del patrocinador. Hay un dicho muy popular: "quien paga la orquesta, decide la clase de música que se toca".

Tales "premios" tienen una retribución en dinero, proveniente del impuesto de los contribuyentes, y son utilizados en la mayoría de los casos por gobernantes y caciques políticos para seducir a periodistas, o al menos, neutralizarlos. Los "premios" y la pauta oficial son los vientos que hacen sonar las flautas en las cabinas de radio y en las redacciones de los periódicos. Son los mismos vientos que ahogan el Derecho de la información. Muchas veces -tristemente, la mayoría- logran comprar periodistas que, acosados por los bajos salarios y por las crisis económicas, quedan encadenados a la pauta e, irónicamente, deben dedicar más tiempo a las ventas de publicidad que a sus investigaciones. Entonces los operadores semánticos que convertían  hechos en noticias se transforman  en asesores comerciales. Los periodistas se vuelven propagandistas. Y la información, una mercancía.

Y por causa de la cultura violenta que se entronizó con más fuerza que el "Corazon de Jesús" en todos los colombianos, si no funciona la mordaza de los premios y las pautas, al periodista le ponen el tapabocas definitivo con las intimidaciones desestabilizadoras o con la eliminación física. Es más importante tener habilidades para las ventas de pautas que para la escritura y la fonética.

En la provincia, principalmente, los "engrases" a los periodistas se hacen a través de medios escritos cuyos editores muchas veces imprimen solamente la cantidad de ejemplares requeridos para la presentación de las cuentas de cobro, y en programas radiales que escasamente son escuchados por el personal de la planta transmisora. No son proyectos periodísticos sino "machetes" para sobrevivir e incensarios para "progresar". En algunos casos, se puede configurar un detrimento patrimonial por parte de funcionarios oficiales y ejecutivos "vitrineros" de empresas privadas. 

Recientemente, cuando comenté este tema con algunos colegas del departamento de Caquetá, recordamos que el Premio de Periodismo Diosa del Chairá, establecido por el gobierno regional, también ha sentido las garras de los políticos y de la corrupción. Hace algunos años, "traicionados" por el jurado calificador, y nadando en las aguas de la ilegalidad, los políticos de la época modificaron el acta de premiación. El caso no tuvo la resonancia debida precisamente por la condición lacaya de algunos colegas y por el miedo a las represalias.

También se conocieron casos de jefes de prensa que "vendieron humo" a precios altos para mover sus influencias a favor de algunos periodistas, candidatos a obtener premios oficiales.
Pero la más perversa aberración en la historia de los premios Diosa del Chairá, como “Yarupayí”, el dios malo que en la leyenda llevaba en sus brazos a la doncella para su sacrificio, es la rapiña de los propietarios de los Medios en los que se han publicado trabajos premiados, para despojar a los ganadores del billete retribuido por el patrocinador.

Los mismos periodistas saben -y lo ratificaron durante la tertulia- de casos en que el dueño de la publicación presiona al periodista ganador para que le transfiera el dinero, parcial o totalmente. Como en la misma leyenda de la Diosa del Chairá, en la que era necesario sacrificar a la mejor de las mujeres, el periodista es expoliado con iniquidad y no pasa nada porque para el dueño del concurso es más importante el comerciante que el periodista.
 En un sano ejercicio periodístico, para los editores, los  premios deben ser un estímulo y un orgullo y el único rédito debe ser la etiqueta o pegatina que lo identifica como Medio ganador de la distinción.
Parodiando a la leyenda de la Diosa del Chairá, que inspiró el premio, podemos decir que los dueños de algunos Medios en el Caquetá, ejercen el nuevo reinado al dios supremo del dinero, pero es muy posible que antes de terminar la próxima luna, los periodistas no estén listos para la boda sino para el divorcio. 
El sequito divino hace su aparición y ocupa los respectivos tronos. ”Usianamú”, dios supremo, inicia la ceremonia y cuando el Chairá se levanta del trono nupcial para recibir el billete, reaparecerá la silueta del periodista saliendo de las aguas para decorar su dignidad.


 

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