martes, 8 de enero de 2019

Bolivia, tierra de atavismos ancestrales, recuerdos de sacrificios, hija de las barbaries "conquistadoras"



Subido al bus de la normalidad después de casi un mes de febril itinerancia, con el mapa del Estado Plurinacional de Bolivia extendido sobre el escritorio y convencido de que los viajes son la mitad de mis pasiones, le hago cacería a las estampas más sobresalientes, perfumadas y luminosas del tránsito por el país del "compañero Evo".
Atraído por la construcción de nuevas identidades políticas, que transformaron las relaciones de poder a favor de las clases populares y con la intención de observar otros pueblos latinos de la misma raza heterogénea y confusa, como la colombiana, producto del cataclismo que fracturó la tierra y dibujó paisajes encantadores en la América del Sur, llegamos a Santa Cruz de La Sierra, el centro comercial, el músculo económico de Bolivia y santuario de la oposición radical contra el indígena Presidente.
La industrialización, la mecanización de las labores agrícolas, el desarrollo del sector comercial y el de servicios, así como la mezcla de culturas –argentina, Paraguay, Brasil, Perú y Chile- han modificado notablemente el entorno social, el paisaje urbano y las costumbres de los “Cambas”, como se les dice a sus habitantes. Ninguna de las personas con las que me relacioné supo cuantificar el número de habitantes de la ciudad, por causa de su crecimiento arrollador durante los últimos años. Pero, por deducción a partir de los recorridos que hicimos en auto, el número de sus habitantes no se baja de los 2.500.000.


La ciudad está dividida en anillos que de alguna manera se asocian con las clases sociales, siendo los externos los que envuelven a los sectores populares, tiene un servicio de transporte con frecuencias satisfactorias, eso sí, atendidas en vehículos antiguos y pequeños, la mayoría de cuyos conductores irrespetan constantemente las normas y señales de tránsito. El sobrecupo es normal y durante nuestra permanencia no vimos ni sentimos acciones de control por parte de las autoridades; abundan las  ferias artesanales, el arte callejero, la buena comida a bajos precios y en las vías, entre los transeúntes; el desorden y el caos vehicular se acentúa en las calles de "Barrio Lindo", que es un mercado popular enorme, lleno de artículos de toda clase, expuestos en callejuelas y encrucijadas en las que me separé del grupo familiar mientras tomaba una foto y desencadené una emergencia. Los “Cambas” son atentos pero también encuentras algunos indios indómitos que te rayan el alma con su mirada.
Rodeada de bosques y atravesada por el río Piraí, otrora majestuoso caudal, reducido a una colada de agua pantanosa aunque, sostienen sus habitantes, en invierno crece de manera peligrosa.  A poca distancia del casco urbano y sobre sus orillas, están las conocidas Cabañas, uno de los atractivos de mayor interés, en donde se saborean los mejores platos de la comida boliviana y otros especiales en locales de construcciones rústicas con materiales regionales y se puede degustar la comida típica cruceña como el majadito, patasca y locro, entre otros; además de los sabrosos pandebonos -a los que les llaman "cuñapé"- como si estuvieras en Zarzal o La Uribe, Valle del Cauca.
Nos sorprendimos al encontrar en el menú, armadillo a la brasa, al que llaman “tatú”. Un minuto después, nuestros contertulios caqueteños nos dejaron boquiabiertos porque, según dijeron, en Bolivia no cazan ni consumen la carne de chigüiro, capiguara o Yulo a pesar de que se ven manadas en las carreteras, porque existe la creencia que este, el roedor viviente de mayor tamaño, transmite la lepra, terrible enfermedad infecciosa.
Advirtiendo nuestra sorpresa por el plato de armadillo, asado en su propia concha, el mesero se apresuró:
-Aquí no está prohibida su caza, ni tampoco su consumo, dijo en tono afirmativo.
Abundan, de la misma manera, el taitatu o cafuche, el tropero o manao, el Jochi pintao o borugo y la calucha o guara.
En lo social, parece bastante claro que las nuevas identidades políticas fueron más allá de las personas de manera individual y reflejan un proyecto político construido para las mayorías sociales, con la ejecución, además, de importantes obras de infraestructura, lo que a su vez posibilitó que dichos proyectos ganaran de manera amplia y mayoritaria en las urnas, a pesar de la férrea y bien organizada oposición de amplios sectores de “cruceños”.
Pero a la barbarie primitiva de sus pueblos, le sigue ahora otra barbarie, la barbarie política de la izquierda que tras desflorar el poder se atornilló en él. Aunque  la gente lo reconoce como un proyecto político nacional-popular que transformó el Estado y su modelo económico, es evidente el cansancio con el nombre de Evo, a quien muchos sectores ya lo ven como una constelación adorada, contaminada por los vicios del privilegio y la corrupción, los que fueron su bandera de combate, y también lo acusan de incurrir en muchos casos de despotismo oprobioso.

Cochabamba, el adversario

Dominada por el enorme Cristo de la Concordia, clavado en uno de los cerros que la custodian, en donde el conquistador sometió a las indias vírgenes o quizás las recibió donadas por los caciques abyectos, está Cochabamba, cuyos habitantes tienen los rasgos acentuados, derivados de esos besos y abrazos combinados de la fuerza y el miedo, del comienzo de las visitas constantes de los aventureros sobre toda América. 
En esta ciudad, proclamada por sus habitantes como el corazón del país, se percibe claramente el sentimiento de apropiación y elogio de sus antepasados, expresado en sus costumbres alimenticias, en el vestido y en su forma de ver e interpretar el mundo. Allí observamos el genotipo boliviano universal que no es visible en Santa Cruz por causa de la mezcla que mencioné.
El traje típico que refleja la influencia de de las distintas culturas es notorio entre sus pobladores pero no de manera generalizada, lo cual indica el gradual ascenso de las culturas invasivas
El vestido largo de talle angosto, con flores en la tela, pañuelo de seda en el cuello, volados, mandil, alpargatas y la trenza y el sombrero de ala pequeña, son elementos comunes en los sectores populares.
Ahí en el silencio de sus selvas y de las montañas andinas sublimes que ascienden hasta La Paz, la capital administrativa del Estado, sobre lechos de hojas secas o en hamacas suspendidas entre las ambiciones de los invasores, se engendró la raza feroz pero también la apática y servil de nuestra américa sureña.
“Cocha”, como se le denomina, conserva su personalidad virreinal y se extiende por un valle fértil y productivo. Es evidente la rivalidad entre “Cambas” y “Cochas” y son frecuentes las acusaciones mutuas sobre inseguridad, pereza, abandono, descortesía y también las reivindicaciones orgullosas de su urbanismo, industria, personajes importantes y hasta con ídolos de sus mitologías y las danzas alrededor de la hoguera. Son muy dados al culto de sus héroes pero también son muy visibles quienes duermen en la indiferencia. Pero por lo general, la gente es naturalmente tímida y siente la necesidad de un amo, de un gamonal, de un cacique, de un caudillo…o de un Santo.
Los recuerdos de los viajes son como resistencias de fotocelda que se estimulan con la luz de cada amanecer. Hoy me mostraron las colinas multicolores, que dominan el viaje a la población turística de Toro Toro, confundidas con el crepúsculo encendido; una  belleza que produce a veces una tensión dolorosa del ánimo. Esas mismas sensaciones percibidas en el famoso y profundo mirador del geoparque de los dinosaurios, cuando se templa el cuello, se hincha el tórax, se inmoviliza el cuerpo, se quiere gritar de terror ante el abismo...la belleza sublime, espanta también.
Qué bello oráculo para este pueblo boliviano silencioso, sobre el cual es muy difícil dibujar ilusiones por la marcada diversidad de su raza y de su medio social...en esas sombras impenetrables de su etnología y de  su sociología en los que extraños atavismos obran en ellos, con sus teogonías absurdas y sus  incipientes organizaciones sociales, sus grupos autóctonos dispersos, llenos de mitos, con nuevos dioses y nuevos amos. El culto de la naturaleza generosa, de la fauna, de la flora,  fue sustituido por dioses nuevos, humanos y divinos, igualmente trágicos que han estimulado el fanatismo, el cáncer que carcome esas almas de selva incapaces de elaborar críticas efectivas, asombradas por los fenómenos políticos que no comprenden, como sus antepasados que no comprendieron el rayo, los huracanes, el viento y la misma muerte.
Si en Shakespeare las selvas andan y los espectros hablan, las colinas rojizas, grises y azulozas de Bolivia y sus tierras abrasadoras, calcinadas, con rocas volcánicas y sus cactus gigantes, son, sin duda, parte la inspiración del poeta y dramaturgo inglés.


Las viejas casas  de solares grandes, matizados de flores, de moles enormes en decadencia, en Toro Toro, son un rincón de sombra iluminado por las reflexiones de la luz de sus montañas pintadas por la brocha mágica de la naturaleza. Casas desocupadas, de salones inmensos, con sus espejos opacos en los cuales se miraron sus penas varias generaciones y algunos muebles viejos consumidos por las polillas que también se comieron las ropas de seda.
Y en su parquecito, un dinosaurio de tamaño real, embriagado de las pompas que le ofrecen los visitantes, con sus ojos taciturnos, contrasta con una “Chola” que amamanta un bebé, sin prestarle atención a los turistas que la contemplan.

-Deme 20 bolivianos, me dijo después de que le hice una foto con sus 4 hijos formados en "escalera".
Después de estas imágenes de desamparo y soledad, caminamos hasta la colina cercana, en donde funciona la pista de aterrizaje para aviones pequeños y desde allí caminamos por atajos y descendimos hasta el mirador, desde donde observamos con estupor exquisito la hendidura profunda y perfecta que dibuja el río deslizándose como una serpiente gloriosa.
Una somnolencia, como las que siguen a una noche de fiebre, me sacó del paseo a Bolivia con las luces de la tarde que se metieron lentamente y me rayaron la pantalla del computador. Una luz sutil, empujada por el viento me dio en la cara y entonces recordé que anoche dormì solo media hora por causa del calor infernal de Neiva, que en las ultimas horas subiò a 40 grados.
Mientras tanto, allá en el sur, el pueblo boliviano duerme para siempre en sus selvas lejanas, tapados sus ojos y sus oidos por la magia de la propaganda oficial que alimenta el odio después de lo que fue su gloria de dos lustros.



3 comentarios:

  1. Muy bacano el reportaje
    Falte yo en una foto

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  2. Así es compadre, muy interesante y en cuanto a la foto si usted lo dice yo le creo, je je je

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  3. Un saludo a la distancia a mi amigo Chucho Cataño.
    Me es grato saber que persona y ahora amigos que vienen de otro pais
    Para hacer un reportaje de mi país "Bolivia"
    Donde muestra la situación actual, tanto de lo turístico y las costumbre de cada región, como también de la situación politica.

    Espero que haya pasado una excelente vacación

    Y comodicen en su país
    Que "Berraquera" de reportaje

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