viernes, 29 de enero de 2016

¡Hasta luego!, padre Ariel Hoyos Zuluaga


Transcurrían los días tristes, cuando en el periódico Florencia –que funcionó como órgano del entonces Vicariato apostólico de Florencia- se le daba la espalda a los problemas más sentidos de la comunidad y se privilegiaban las notas misionales católicas en contraste con el calentamiento de la protesta y la lucha popular en un periodo considerado como el de mayor auge de masas en el departamento del Caquetá. Como dijo un dirigente político del siglo pasado, “se amordazaba al león por miedo de oírlo rugir”.

En concordancia con su pensamiento consecuente con los postulados cristianos de solidaridad y lucha al lado de los más necesitados, Monseñor Angel Cuniberti nombró al padre Ariel Hoyos como director del Centro de Pastoral Profética, alrededor del cual se gestó un movimiento social con representación de reconocidos dirigentes campesinos, cívicos, cristianos y de juventudes que por la época actuaban prácticamente sin dirección. Se llamó Movimiento de Cooperadores Laicos y fue el motor organizativo de distintas luchas, principalmente de los campesinos, en defensa de sus derechos, expresadas en las gloriosas e inolvidables marchas campesinas de los comienzos de la década de los setenta, que se extendieron durante varios años y que para algunos fueron la vanguardia de la protesta social que incluyó el inolvidable paro cívico de 1977 ceon el que se obtuvo la interconexión al sistema eléctrico nacional.
De manera simultánea con la dirección del movimiento de cooperadores laicos, el padre Ariel comenzó sus funciones como director del periódico Florencia, a través del cual se encadenó la parte organizativa, promocional y operativa de las distintas expresiones de inconformidad y se transformaron los contenidos informativos que se pusieron al servicio de las comunidades.
Fue un enamorado del culto a los pequeños detalles en el proceso organizativo de las comunidades y un fanático de la solidaridad. Rompió con las viejas fórmulas usadas hasta entonces por la iglesia católica en sus contactos con las comunidades y estimuló el reconocimiento de sus potencialidades para la exigencia de sus derechos, despedazó el conformismo y mostró los caminos de la organización y la lucha como fundamentales para la solución de sus necesidades básicas. Fue un innovador, fue un destructor, fue un revolucionario que se alzó contra muchos dogmas, no solo de su iglesia, sino de los dirigentes políticos de izquierda, a quienes pulverizó sus costumbres en el manejo de las comunidades.
Su modelo personal y organizativo, su rareza, su luminosidad, su fortaleza lo convirtieron muy pronto en un prototipo, en un creador de formas de expresión popular apoyadas desde las páginas del periódico Florencia. Ese hombre tranquilo, pasivo, cargado con todas las presiones de una iglesia vetusta, pero apoyado por el obispo Cuniberti, con su ingenio personal, fue el creador de un gran movimiento social a favor de los pobres.
Los docentes resucitaron del letargo, desenterraron sus armas de combate a partir del incumplimiento del pago de sus salarios –que por entonces se hacía cada 4 o 5 meses- y con su capacidad organizativa y económica fueron el eje de un proceso de luchas sociales y reivindicativas de su gremio y de los campesinos, principalmente. En 1977 se agudizaron los problemas de suministro de energía a la capital caqueteña –que se ofrecía a través de las llamadas plantas “chuecas”- y entonces, la ciudadanía se volcó a las calles para protestar de manera organizada ante los organismos del resorte nacional. Durante las etapas de promoción y organización del recordado paro cívico, así como en su posterior etapa de evaluación, el periódico Florencia fue instrumento importante. Ese movimiento popular desembocó con el compromiso de la interconexión eléctrica del departamento, a pesar de la violenta represión desatada contra sus organizadores. 
Rutilante, precioso y exquisito en la charla personal, al padre Ariel se le reconoció siempre como una de las personas mejores informadas y cultas de la región, y algunos lo conocimos como un mágico compositor de versos, primorosamente labrados con la esencia de los problemas de la gente del común y perfumados con los éxitos de la organización y de la lucha.
A la llegada del obispo José Luis Serna al Caquetá, se conformó lo que se ha conocido como la dinastía eclesiástica que lleva su nombre, por la alianza con su hermano, el sacerdote Alvaro, para retomar el vuelo clásico, romántico y vertical de la iglesia en el departamento. Las proporciones miniaturistas que la dinastía Serna le otorgó a los problemas de su feligresía y la falta de compromiso real por parte del Vicariato para el desarrollo de los objetivos del movimiento de cooperadores laicos, sumados a la satanización de su trabajo por parte de los organismos de seguridad y de algunos sacerdotes, motivaron su partida hacia el continente africano en donde continuó su labor pastoral. Un día le escuché decir que “todo, hasta el amor, carece de grandeza sino tenemos justicia social”.
Ninguna gran pasión que no fuera la pasión por la justicia social devoró la vida del padre Ariel y aunque muchas cosas se mezclaron en su vida, siempre actuó en correspondencia con ese sentimiento. Y como el mejor homenaje a un ser querido que se va, es la reproducción de sus puntos de vista, convirtamos la tristeza por su muerte, esas lágrimas que nos arrancó su despedida, en fuerza para revivir su lucha vigorosa por la igualdad social.
Con una reflexión sobre su vida de educador, de luchador, de agitador y de soñador, revivamos su optimismo y pensemos que la gente sumida en el conformismo y en la resignación puede despertar con nuestra ayuda. Y de manera organizada, asumir actitudes de lucha por la defensa de sus intereses y en contra de los manipuladores de las necesidades populares.
Hasta luego, padre Ariel Hoyos Zuluaga, compañero de luchas –de muchas que no se pueden narrar en una nota como esta- que fuiste por el mundo ebrio de justicia y de sueños, que conociste el alma del dolor que otros sacerdotes ni se imaginan…tu legado no se extinguirá jamás porque mientras existan personas capaces de luchar, siempre habrá una esperanza.

7 comentarios:

  1. Que bien hace Chucho rescatando para la memoria de los pueblos de la Amazonia la gesta libertaria del padre Hoyos. Fui testigo de su compromiso social y de sus gestos de nobleza. Loor y honra. Jorge Pulecio

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  2. Magnífico comentario Chucho, El Mono, como cariñosamente lo llamamos quienes fuimos sus alumnos y dirigidos cuando se desempeñó como rector del Colegio Migani, fue una magnifica persona en todos los aspectos. Lo demás lo esboza Ud.en su acertado comentario.

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  3. Reconociendo la valía del padre Hoyos en defensa de las luchas sociales de su época también fue valioso el apoyo de los Serna en el paro civico pro electrificacion del Caquetá, en acciones de gran riesgo contra la feroz represión oficial contra el movimiento popular surgido.

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  4. Maravilloso reconocimiento a un hombre íntegro, qué coadyuvo a librar importantes batallas para conquistar logros en favor de nuestro pueblo. Paz en la tumba del inolvidable Padre Ariel Hoyos.

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  5. Fue un hombre íntegro,un fie discípulo De Dios,no conocía la obra en Florencia,gracias por dejar saber su legado.Yo soy primo hermano de Él y un admirador de su entrega a los demás

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  6. Gracias una vez más a Chucho Cataño por esta excelente nota pues se constituye en un homenaje permanente a un luchador por la justicia social : el padre Ariel Hoyos, rector del colegio Migani en 1971 cuando salí egresado como bachiller. Doy testimonio de su papel como educador, orientador de comunidades y luchador por la justicia social. Perseguido por sus ideas y transformador de realidades, Ariel Hoyos, pasa a la historia y sus huellas imborrables serán una guía para los jóvenes y mentes progresistas del Caqueta y Colombia. MIGUEL MUÑOZ S., Bachiller Migani 1971.

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  7. Luchador incansable, fiel convencido de su profesión, amoroso de su familia. Dejaste huellas indelebles en cada uno de nosotros tío amado. Por siempre en nuestros corazones.

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