viernes, 18 de abril de 2025

Aquellas Semanas Santas...

 


Quienes nacimos antes de los años 60 del siglo pasado, sufrimos restricciones severas que afectaron nuestro desarrollo, derivadas de llamado "Pacto Social", del modelo, de los estereotipos impuestos por los sectores dominantes y por la Iglesia através de sus aparatos ideológicos, soportados principalmente en el miedo y el terror como instrumentos de dominación y opresión.

Aleccionados y atados fuertemente por los empresarios de la religión, y su doctrina judeocristiana, nuestros padres, fueron prisioneros voluntarios y reproductores de sus mitos y rituales muy cercanos al chamanismo de los indígenas, con sacerdotes y pastores proclamados como intermediarios entre sus feligreses y un ser espiritual infinitamente superior que domina el universo.

Desde el miércoles de ceniza, que en el calendario litúrgico marca el comienzo de la cuaresma -según la leyenda, 40 días antes de la última cena de Jesús con sus apóstoles- fuimos sometidos al bombardeo de contenidos sobre el hombre-Dios y advertimos un ligero cambio en la apariencia de las personas. Un cambio superficial, postizo, pues aunque aumentaban los rezos, las oraciones, las jaculatorias y otros gestos como santiguarse, signarse y persignarse, en su cotidianidad, en su relación con los demás, en sus comentarios, la vida seguía igual. La hipocresía que finge sentimientos distintos a los que se tienen realmente.

Su mundo impuesto al nuestro y, lo peor, aceptado, asimilado y ejercido porque no tuvimos ni el conocimiento ni la opción de la duda, la precursora de la Verdad. Mutilada nuestra imaginación, reducidos a la observación de cómo se extendía como una ola esa condición homogénea del pensamiento y la acción. Todo el mundo pensando de la misma manera.

En téminos prácticos, fuimos sometidos a la tortura del silencio, el recogimiento y la tontina durante los jueves y viernes santos, principalmente, cuando  no se podía hablar ni con sus propios hermanos, ni desarrollar actividad alguna; las emisoras de radio apagaban sus equipos, los comercios, los bares y cantinas no abrían. Recuerdo dos frases de la época, utilizadas para expresar gráficamente la situación: "Más sacudido que domingo de Ramos"...y "más pelado que puta en Semana Santa". Entre otras costumbres, las más conocidas eran las advertencias para no tener relaciones sexuales, bañarse en ríos, cortar carne o usar cuchillos y mamachetes; quien lo hiciera se podía quedar pegado con su pareja, convertirse en pez, en árbol o incluso ser víctima de desgracias. Todas funcionaban como normas morales "para fomentar el respeto y el recogimiento durante los días santos", en medio de ayuno obligatorio, primero, y algunos años después, con una pequeña porción de pescado. 

Entre los años 1964 y 1968, y como producto del deseo vehemente de mis padres católicos por tener un cura en la familia, me matricularon en el seminario San Pio X, de Armenia. Mis pobres conocimientos de Latín y Griego los recogí allí y también desarrollé mi vocación por el culto de la palabra y la elocuencia. Todos los de mi generación escucharon el famoso sermón de las siete palabras, pronunciado durante 40 años por monseñor Augusto Trujillo Arango con su voz timbrada, nítida y sonora. Eran un par de horas solemnes con el manejo magistral de los tonos, bajándolos, subiéndolos o moderándolos según el sentido de la frase. Y con un mensaje de alto contenido social. Creo que también a partir de la escucha de sus sermones, nació mi afición por la radio.

Además de traducir a Virgilio en las lecciones de latín, através de su viaje por el purgatorio y el infierno en la Divina Comedia de Dante, empecé a leer a Nietzsche, Dostoyevky, Darwin, Vargas Vila, Voltaire y Dawkins, entre otros, casi de manera frenética y entonces sentí el vértigo de las intuiciones metafísicas y de la dialéctica. Cuando empecé a revelarme a mí mismo, empecé a rebelarme contra los lirismos apasionados de las llamadas sagradas escrituras.

De a poco, y naturalmente como producto del desarrollo tecnológico, el proselitismo religioso y la servidumbre consecuente, así como la costumbre de imponerla a la familia, se han devaluado, aunque todavía se observan padres de familia y docentes que persisten en imponer los mitos y leyendas basadas en fábulas, metáforas e hipérboles adoptadas como normas de vida. La Constitución del 91 también deslindó los asuntos religiosos con la libertad personal:
  • Nadie puede ser molestado por sus convicciones o creencias.
  • Nadie puede ser obligado a actuar contra su conciencia.
  • El Estado no puede establecer una religión oficial.

Actualmente, la semana santa no es otra cosa que unos días de asueto, las actividades normales de la gente no se interrumpen, las emisoras de radio transmiten toda clase se música y los canales de TV también mantienen un programacion normal.

Es evidente la disminución de la clientela en las iglesias católicas y la ganancia de las sectas cristianas, pero la tendencia indica que los vendedores de Fe están en decadencia.

Este viernes santo hago una oración a la Naturaleza para que frene al avance de todas las formas de dominación disfrazadas bajo sectas y grupos, que cultivando la resignación, la indiferencia y el silencio, facilitan la opresión...Si toda la gente piensa y percibe la realidad de la misma manera, se le hace un favor a los sectores más retardatarios.

¡El poema y la fábula son el padre y la madre de los únicos dioses: los creados por la imaginación de los escritores.