martes, 3 de enero de 2017

Comenzó expedición Diario Verde Caquetá


Con el alma única de la naturaleza que pasa debajo del avión, primero verde-azulosa, con valles y montañas que dibujan extraños arabescos, y profundamente azul, después, en un viaje de dos horas y media desde Bogotá hasta Punta Cana, y con un cielo que por momentos se puso ceniciento, comenzamos la expedición que he denominado DIARIO VERDE CAQUETÀ, en un homenaje a Jorge Enrique Sánchez, "Pájaro Verde", y padre de Jorge Enrique, promotor de este viaje periodístico. El viejo "pájaro", como le dijimos siempre, murió el 2 de enero de 2007 y este recorrido por la luminosidad de Punta Cana y por las tristezas y tragedias de Haití, lo comenzamos justamente cuando se cumplieron 10 años de su partida.
Sobre los despojos de su cuerpo y la vigencia de su profundo amor por el medio ambiente, describiremos las emociones interiores, que como una ola marina subterránea, llegan desde el mismo momento del descenso del avión.
Las primeras imágenes están asociadas al nuevo entorno, en lo visual, en el lenguaje, en la organización, en la excesiva simpatía del dominicano, a los taxis que son como vehículos particulares pero con avisos de papel que anuncian su condición y al servicio de transporte en "guaguas", grandes y pequeñas en las cuales los pasajeros viajan en silencio pero las respuestas que dan a las preguntas son muy amables e inmediatas, con claras expresiones de servirle a quien cuestiona.
El monumento a los "Padres de la Patria", Sánchez, Duarte y Mella, en el parque de la independencia, es muy visitado; una lámpara votiva sobre sus tumbas y un soldado, los vigilan constantemente.
El obelisco "Hembra" en el malecón de la avenida George Washington, es como un radio-faro que cuida las olas marinas y, además, tiene su par, el obelisco "Macho", unos kilómetros más adelante.
Y muy cerca está "La Puerta de la Misericordia", popularmente conocida como Puerta del Conde. Y aquí en Santo Domingo, me retracto de mi afirmación histórica según la cual los árboles y los animales son más cariñosos que los hombres. Niños y adultos destilan cortesía y en la mayoría de los casos el dominicano además de inidicarte el sitio por el cual preguntas, te quiere acompañar para asegurarse de que efectivamente llegues a donde quieres ir.
Los atractivos poderosos y vertiginosos de esta isla, llamada la Española, la segunda más grande de las antillas, cercanos al misterio, en donde históricamente se han expresado fuerzas impetuosas, indomables, no solo de carácter natural sino también en lo social y político, serán vistos con la óptica que tuvo el también extinto Diario Verde Caquetá.
La conquista, la opresión, el asesinato, la exclusión, la persecución, sumadas a la fuerza opresora y brutal de la naturaleza, hacen de Haití un pueblo ululante de dolor, un clamor y una tragedia acumulada de todos los tiempos.
En contraste, el contacto de la belleza de Punta Cana despierta extrañas musicalidades y floraciones de ideas de felicidad, como un sentimiento de vida superior que se levanta en el espíritu, en el otro Yo, ese extraño ser que vive dentro y fuera de nosotros.

Entonces, como enamorado de las más raras formas de la belleza, sensitivo y dotado de la facultad de percibir los clarines de la armonía, de los matices de los colores, de los sonidos, de las formas, he refinado mis capacidad de lectura e interpretación de las huellas de la naturaleza y de la gente que vive en La Española.
Con un sol que dibuja un enorme sello rojo que ilumina el costado oriental de la Española y a Santo Domingo, la capital dominicana, y le pone un color púrpura a los techos de las casas y a los edificios aledaños a la plaza de La Independencia, camino hacia la embajada de Haití en busca de la visa y veo algunos rostros de niños precozmente graves corriendo, como en una imitación del juego de "la lleva" en Colombia.

Hoy vi dos flores de tristeza y de tragedia. La primera, muy dolorosa, en las playas del malecón de la avenida George Washington, en donde el siniestro jardín de la contaminación produce montañas de escombros plásticos que llegan con las olas del mar. Y la de los niños, un ramillete que muestra un pueblo en desastre.

Es la hora del ocaso, como mi vida, y desde el hotel observo el mar que se puso violáceo, atornasolado, por la cercanía de la noche. El encanto de la vida contemplativa, de los senderos desconocidos.



No hay comentarios:

Publicar un comentario