En Solano, Caquetá, la recepción de emisoras de radio es muy complicada por la gran distancia con los centros urbanos y durante el día solo pueden ser sintonizadas aquellas que transmiten en la banda de FM desde lugares relativamente cercanos. Una emisora de Florencia, dos de Mocoa y una que otra de las llamadas comunitarias que emiten su señal desde algunos municipios y comunidades indígenas. Una característica común de sus emisiones es la transmisión de programas de "brujos" o "hermanos" y hasta de supuestos chamanes y falsos curacas que engañan todavía a campesinos, indígenas y colonos con los "poderes" de sanación, adivinación y solución de sus incontables problemas.
Decepcionado por este tipo de contenidos supersticiosos, naturalmente contrarios a la razón, y alentado por algunas versiones sobre los trastornos que produce el yagé en los blancos, busqué entre los habitantes más antiguos de este municipio la reconstrucción de una expedición muy recordada que hizo un grupo de personas interesadas en conocer los efectos del yagé.
El yagé, como se sabe, es una misteriosa sustancia extraída de un bejuco que crece espontáneamente en la Amazonia y poderosos alucinógeno que le permite a los indios una percepción de la realidad inimaginable pero que, dentro de una relación muy estrecha con el medio ambiente, les otorga facultades para mirar más allá y construir una paz interior que los blancos u occidentales, como ellos nos llaman, no tenemos.
El chamán es la figura central de una comunidad indígena en la que los mitos y leyendas tienen una marcada importancia e influencia en la vida cotidiana porque son, además, elementos determinantes para la sobrevivencia del grupo. De acuerdo con sociólogos y antropólogos, el chamñan o curaca es el hombre que reproduce y desarrolla el universo de los mitos, tiene el poder de comunicarse con los espíritus y de hablar con las deidades, fuerzas o energías, para negociar con ellas como dueñas de los animales y en general del entorno ecológico. Es el mediador entre esos mundos y para cumplir con tales funciones utiliza las alucinaciones provocadas por el yagé, en un viaje de conocimiento y manipulación de los mundos superiores e inferiores...ve a Dios, entra y se recrea en una visita al infierno.
Se utilizan principalmente 3 especies de yagé y la forma de prepararlos es la que da las denominadas "pintas" o "visiones", el paso a los otros mundos.
Omar Lozano, María Manchola, Edil Morales y Leonidas Cruz, entre otros, organizaron la expedición hasta Mocoa, en donde, según la versión de algunos indígenas, un curaca famoso les permitiría tomar yagé para el propósito que quisieran: ir a otros mundos, sanarse de alguna enfermedad, conquistar y atraer a un ser amado o simplemente para emborracharse.
Una hora después de la ingestión de la pócima verde y amarga y cuando sonó la flauta, comenzaron las reacciones: vómito, soltura y los gritos de espanto pues los tigres, las culebras y los bufeos -delfines de agua dulce- empezaron el ataque. Aunque estaban tirados en el piso, se sentían en el aire, como levitados y apenas recuerdan que alguno de ellos, gritando, evocaba al curaca para que "me quite esto tan horrible". A los blancos que toman yagé, por lo general no les permiten apartarse del sitio de reunión, pero don Leonidas estuvo por la plaza de mercado, como un indigente, deambulando con una bolsa en su mano derecha, como la que usa el doctor chapatín en la divertida serie mejicana. Otros corrieron sin dirección porque en sus alucinaciones vieron a un hombre negro, desnudo, de 2 metros que los perseguía. Otro, amaneció al lado de un indio que usaba cusma y ante el reproche de sus contertulios, salió presuroso a la calle y, gritando que era muy hombre, le dió varias vueltas al microcentro de la capital putumayense. Omar Lozano se puso a cavar un hueco tras ver una culebra gruesa y larga, con cresta de gallo, que según la tradición de algunas comunidades era el anuncio de una mina de esmeralda. Algunos corrieron al río, detrás de un bufeo, pequeño y negrito, que estuvo a punto de hundir su lancha. Una comunidad vecina trajo, amarrados, a María Manchola y otros integrantes de la expedición quienes, disfrazados de tigres, bujaron toda la noche en los alrededores de sus fincas, atemorizaron a los campesinos y se salvaron de las balas de algunos colonos asustados.
En una ostentación de poder, el chamán les dijo que había actuado enérgicamente sobre todos esos fenómenos sobrenaturales para preservarles la vida, les cobró un precio superior al acordado por la sesión y les advirtió que una vez al año vivirían la misma experiencia por el resto de sus vidas.
Hace un rato, cuando me relataban esta experiencia, me pareció ver un bufeo que entraba a la casa de María Manchola, pero al ponerme las gafas me sorprendí con un bagre-pintadillo de 5 arrobas que capturaron muy cerca a la bocana del Orteguaza.
El hombre que amaneció en la cama del indio vestido de cusma o saya de algodón que usan los indígenas, me pidió, casi de rodillas, que no divulgara su nombre, después de admitir que año tras año, en inexorable cumplimiento de la sentencia del chamán, despierta muy pegado al aborígen y ha sentido una atracción fatal que está a punto de tirársele el matrimonio.
Definitivamente, el yagé no es para los blancos.
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