sábado, 11 de abril de 2015

Cumbre de Las Américas, servilismo facilitador de la conquista


 La indiferencia y el silencio son cómplices necesarios en la comisión de un delito. Cuando el miedo sella los labios o frena las denuncias en las redes sociales, en los periódicos, en la radio, en la TV o en los libros, comienza la agonía de la verdad, el florecimiento del servilismo, la insolencia de los amos y la sentencia de muerte de los pueblos.
La llamada "cumbre de las américas" que se cumple por estos días y cuya verdadera denominación debería ser la presa de las américas, es un evento que resume la sumisión facilitadora de la conquista -con dos o tres excepciones- y confirma que la libertad, la justicia y la igualdad en la región son apenas un sueño. Porque mientras el coloso del norte clava sus uñas en el corazón de este continente, sus "dirigentes" sonríen, con un idiotismo amable y bufo, y la prensa tan mediocre como venal pone sus avances tecnológicos al servicio del espectáculo y sus enviados especiales ahogan sus voces de patrioterismo, orgullosos por tener cerca a Obama, a Castro y a Maduro.
Y esas muecas de benevolencia, de los gobernantes y de los "periodistas" confirman la desaparición de los grandes hombres, de los pensadores, a causa del miedo, del silencio voluntario o forzoso, mientras unos pocos, especialmente los jóvenes, sueñan con la defensa de la patria. Cubriendo sus pechos con sus manos, como  única armadura, son devorados por el anonimato y entonces sus voces se pierden en el horizonte, en medio del golgorio de los otros.
La palabra verdadera es la vida, el silencio es la muerte, aprendí en clase de filosofía. Pero la verdad dejó de florecer en los labios inspirados, mientras los trinos mesquinos y nostálgicos de Uribe se esparcen por la red como un viento de pavor que marchita las frases de inconformidad que ponemos algunos tercos soñadores.
Los rumores de los inconformes son anatemas, mientras la dominación avanza  disfrazada de generosidad del coloso del norte que nos codicia y también nos desprecia. Pero desde lo más alto del gobierno y desde los medios de comunicación se dibuja como solidaridad lo que realamente es una ambición y la gente cree, así como cree en las nuevas estrellas de "Yo me llamo", de "Colombia tiene talento" y de "Master Chef". Y también aprendí que la admiración abre el camino a la sumisión o a la invasión, que es casi lo mismo.
Pocas voces de protesta se han escuchado ante el avance de la bandera estrellada que desde este viernes ondea en las propias narices de los colombianos, en el canal de Panamá, como símbolo del pillaje y la conquista.  Pero también como un emblema de la guerra, ese huracán que ha encrespado mares y sepultado cientos de miles de seres humanos en distintos sitios del planeta.

Lo he escrito muchas veces y debo repetirlo ahora: Ante la conquista simulada, con el beneplácito de nuestros gobernantes y el silencio despectivo de los papeles periódicos y de las emisoras de radio,  y ante un pueblo borracho por la telebobelas y por los realities, el silencio es un delito.
Con la palabra tenemos el deber de despertar a los cóndores de la lucha que duermen en la cimas porque mientras exista una sola persona capaz de sacrificar sus comodidades y dispuesta a morir por una causa justa,  habrá una esperanza, llavecitas.

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