Levantando el sudario de sangre, de olvido, de desprecio social, de injusticia y de indiferencia que cubre a las víctimas de la desaparición forzada en Colombia, cientos de madres y familiares mostraron los dolores del viacrucis que los tortura, que los quebranta, que les pulverizó su vida desde el momento en que la violencia les arrancó un ser querido del seno de su hogar.
Y con ese aguijón que absorbió toda la savia de sus almas, convertido en organización y fuerza, descobijaron las discriminaciones y humillaciones que han recibido a lo largo del proceso de búsqueda de sus familiares y le pidieron al Estado colombiano, a la comunidad internacional y los mismos connacionales, sumarse a esa brigada que va más allá del hallazgo de los cuerpos y apunta hacia el esclarecimiento de los hechos, la identificación de las causas y la siembra de condiciones que garanticen la no repetición de las atrocidades que caracterizaron la reciente historia del país.
El encuentro de este martes en el recinto de la Cámara de Comercio de Pasto superó los aspectos meramente testimoniales y arrojó importantes avances conceptuales sobre la desaparición forzada en Colombia, sus impactos en el tejido social, en la conducta de las personas afectadas y también en las respuestas institucionales.
Más allá de los relatos dramáticos que comienzan en una inspección de policía, siguen en la Fiscalía, se complican con los desplazamientos sin dinero, avanzan hacia las organizaciones sociales, siguen con la búsqueda hasta debajo de las piedras y en los sueños, y se diluyen en la tramitología o quedan reducidos a las marchas, los plantones y a las galerías de fotos, la sesión este jueves en la mañana, le dio un vistazo a las alternativas de búsqueda, al cambio de metodologías e investigaciones que realizan las buscadoras, que son consideradas, además, como verdades sospechosas por parte de las autoridades.
Las reconocidas dirigentes de las organizaciones que buscan desaparecidos Luz Marina Hache, Adriana Quintero, Nélida Algarra, Janeth Bautista, Martha Oviedo y Lina Quevedo, abrieron el intercambio de saberes y experiencias en el acto de este jueves temprano y todas coincidieron en que las derrotas no las abaten y están dispuestas a hacer de su Victoria el reinado de la Verdad.
Del mismo modo, se enfatizó en el tratamiento despectivo que reciben los familiares de los desaparecidos negros, indígenas, mujeres y miembros de grupos minoritarios, en una abierta conducta de exclusión. También se mencionaron las distintas formas de violencia sexual con las que agreden a las mujeres que buscan a familiares desaparecidos.
En relación con las respuestas institucionales se acusó a la JEP, que hasta el momento no tiene ni un caso de desaparición forzada, y se insistió en que la Verdad y la Justicia deben ir de la mano como única garantía para la no repetición pues la impunidad es el caldo de cultivo para nuevas desapariciones. Para algunos de los participantes, Colombia vive un posconflicto, en el conflicto, pues persisten muchas condiciones similares al reciente periodo de cierre de la violencia.
Una de las exponentes aseguró que la búsqueda no debe excluir la sanción, que según su opinión, se ha dejado a un lado porque muchos consideran que el hallazgo de una víctima es un premio y se olvidan de la parte de responsabilidad. Algunas madres también insistieron en que las labores de búsqueda de los desaparecidos no son solo una responsabilidad de sus familiares.
En todo caso, esas memorias de las páginas tristes de la historia de Colombia, tan pálidas, llenas del silencio y del misterio de los desaparecidos, aunque profananadoras del recuerdo, hacen parte también de la Verdad que buscamos.
Cuando terminaron su exposición, algunas Madres estaban pálidas, temblorosas, con sus labios contraídos, como si todas las cóleras, los miedos y la desesperanza hubieran pasado por sus corazones.
Pero a pesar de sus penas profundas, la indiferencia les duele más que las propias desapariciones.
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