Una carretera en construcción que haciendo esguinces y piruetas de ingeniería se mete por entre varias
cadenas de montañas y picos de formas y coloridos singulares, entre huellas de
dinosaurios, pinturas rupestres, pueblitos indígenas y cañones profundos, nos lleva
a Toro Toro, en el departamento de Potosí, cuyo lema es ‘la ciudad de los
dinosaurios’.
Y es el eje del llamado Geoparque
Nacional, considerado como un tesoro que Bolivia protege y es ejemplo al
continente y al mundo. Los expertos, como el científico brasileño Rualdo
Menegat explican el origen del parque en que hace millones de años, Toro Toro
era un mar entero que luego se fosilizó en el periodo Cretácico y que se llamó
Marandino. Esto ocurrió antes de que se formaran los Andes, sostiene el
geólogo.
Este mar tenía un largo de
miles de kilómetros y un ancho de entre 300 y 400 kilómetros y a orillas de
este mar deambulaban y vivían los dinosaurios, recapitula el científico. “Todo
este océano andino se convirtió en un enorme sinclinal, en el que el lecho
marino fue vertical, durante la formación de las grandes montañas”, añadió
Menegat.
En un reconocimiento de la importancia
del Geoparque, al que también se le denomina como ‘la inteligencia andina’, y
ante el crecimiento del número de turistas nacionales y extranjeros, el alto
gobierno y los gobernadores de los departamentos de Cochabamba y Potosí se aliaron para la construcción
de la nueva vía que tendrá 130 kilómetros con especificaciones internacionales.
Finalizada la obra se ejecutará otro proyecto de extensión hacia Sucre, la capital
del Estado Plurinacional boliviano.
Aunque existen varios
atractivos especiales en Toro Toro, ante las condiciones del clima, nos
decidimos por el recorrido al Mirador Huacasenqa o ‘nariz de vaca’, profundo cañón por el que fluye un pequeño riachuelo
formando pequeñas posetas naturales, semejantes Las Pailas en el municipio de
Morelia, Caquetá. Es una de las 6 maravillas de Bolivia. Allí volví a vivir el
terror, la ansiedad y la zozobra derivadas de mí ya reconocida acrofobia. Al
asomarme al corredor semicircular construido sobre el vacío, sentí el silencio
que le sigue a la muerte, vi la eternidad que fluía por la corriente como una
raya caprichosa, como las sinuosidades del cráneo, que penetraron en mi cerebro
y entonces entré en la tiniebla y sentí el agotamiento…me doblegué en medio de
las risas y chanzas burlescas de mis acompañantes.
Las hijas de mi fallecida cuñada
Elcy Vargas, Melissa y Maira Karina Miranda, disfrutaron con mi debilidad,
tomaron fotografías y grabaron videos que después replicaron en casa de manera inmisericorde y distribuyeron
entre grupos de Chats de las redes sociales.
Esa tragedia de mi espíritu les
dio vida y a su vez contribuyó con las notas alegres del recorrido. Sus risas y
apuntes fueron mi refugio, como un perfume en esos momentos de soledad
inabarcable en medio del grupo y entre los espasmos de algunos de mis músculos
las vi como mariposas que flotaban en el abismo que me vencía.
Por momentos sentí enojo por la
limitación que me impone esta patología durante mis recorridos pero me
tranquilicé con las bromas y reconocí que no soy un viajero solitario y mejor
sentí cómo mi espíritu se acaba de posar sobre el mismo cielo y entonces me puse
a gozar con el letargo armonioso, inclinado sobre un canalete distante de aguas
sonoras.
Retirado unos metros del
Mirador, medité sobre ese gran milagro de la belleza en todas partes del planeta
pero, de verdad, siempre me pareció más lejano el hilo de agua, allá en el
abismo, que el mismo cielo de perla que nos iluminó durante todo el camino, en
el que nos encontramos con un guía del parque quien nos reprendió severamente
porque utilizamos un acceso no autorizado hasta el Mirador, por atajos que nos
mostró mi concuñado boliviano Alberto Miranda.
TotoToro posee una extraordinaria
riqueza natural y es, además de sitio turístico, un lugar ideal para las
investigaciones paleontológicas, arqueológicas y culturales por su riqueza en
fósiles, huellas de dinosaurios y restos.
Según las investigaciones, en
el Parque Nacional de ToroToro existen alrededor de 2.000 pisadas de
dinosaurios, entre ellos los saurópodos, anquilosaurios, terópodos y dromeosáuridos.
En el parque, también se hallan
yacimientos paleontológicos con una incalculable riqueza, ya que se encontraron
más de diez zonas paleontológicas, entre las que se destaca el cementerio de
tortugas de Molle Cancha, que tiene una antigüedad de 50 millones de años.
Otros sitios de interés son las
Huellas de Dinosaurios: en la región de mayor representación paleontológica de
Bolivia y una de las más importantes de Latinoamérica, Cementerio De Tortugas,
restos fósiles fragmentados en zona a 3.5 km. Las Cavernas De Umajalanta: es la
caverna más profunda de Bolivia y constituye un sitio de alto interés
científico y espeleológico.
Llama Chaqui: sitio
arqueológico Ubicado a 19 Kilómetros del centro poblado, y asentado sobre la
ladera del cerro wayllas, Llama Chaqui, que significa pie de Llama, es un sitio
que se considera que es de asentamiento Incaico cuya estructura ocupacional fue
edificada en una topografía accidentada conformada por terrazas con sus
respectivos muros de contención.
Pinturas Rupestres: Constituyen
en otro de los atractivos importantes actualmente visitados. Su localización es
al noroeste del pueblo a 25 minutos de caminata, en el margen izquierdo del río
ToroToro y en medio de farallones rocosos; se percibe una serie de
representaciones pictóricas, cuyos símbolos de formas geométricas aún no han
sido descifrados.
Pero no solamente sus bellos
lugares constituyen atractivo turístico. Algunas fiestas de especial relevancia
folclórica atraen miles de turistas e investigadores cada año. Las más notorias
y bulliciosas son las del 25 de enero, fiesta de aniversario de la población,
que coincide con la celebración del día del apóstol Santiago, su patrono. Una
réplica del apóstol, montado a caballo, recorre el pueblo, saliendo de la casa
de un ‘pasante’ o anfitrión y va al encuentro con el diablo, al que desstruye
en medio de la algarabía general.
Pero el atractivo mayor, que
despierta el interés de los investigadores, especialmente de psicólogos, es el
llamado ‘Encuentro entre Bandos’, los Laymis y los Pampas, considerada como una
batalla real en tiempos modernos, que ha evolucionado con el paso de los años y
se libra a puño limpio, en la que, además, las mujeres jóvenes traen sus pertenencias
y se ofrecen para ser conquistadas. El hombre la despoja del sombrero y si la
mujer lo ve atractivo, lo persigue en señal de aceptación. Mientras no corra
sangre, la batalla se mantiene pero es vigilada por las autoridades locales
porque, según nos explicó el concuñado Miranda, se pueden producir choques mortales.
Otras fiestas son las del 2 de
noviembre o día de los difuntos, cuando los dolientes ofrecen comidas y bebidas
para todos los habitantes entre ceremonias y rituales en las calles del poblado
y en el cementerio, en donde se levantan altares con escalonamientos coronados
por un cordero o chivo que al final es sacrificado. Las fiestas del 20 de
noviembre, se caracterizan por los desfiles militares y finalmente las fiestas
religiosas de la Semana Santa, que congrega miles de turistas, principalmente
del extranjero.
A los pocos kilómetros de la
salida de Cochabamba, el azul de la cadena montañosa se devalúa de manera
progresiva y la vegetación escasea. De a poco, se ingresa en una región
desértica en la que varios picos redondeados anuncian la presencia de una
actividad volcánica confirmada en otros sitios del departamento, especialmente
en la región de Uyuni, en donde se encuentra el salar famoso mundialmente.
La flora se limita a pequeños
matorrales que salpican algunas de las miles de laderas que inundan el paisaje,
mientras que abundan los caños secos entre la interminable línea de montañas
que se matizan de distintos colores encendidos. Un relieve de formas y colores
singulares que parecen pinturas gigantes que despiertan la fascinación hasta el
silencio de quienes transitan por la carretera que aún tiene tramos difíciles.
Es como un silencio estremecido
la sensación que provoca la contemplación de esa topografía fantástica y
entonces de los ojos fulgurantes e incrédulos, brotan lágrimas de admiración y
el pecho desgrana sollozos intermitentes de emoción. Son como altares de
sacrificio, pero sin víctimas y con el fuego de la contemplación. Es la
vibración de la vida, de la naturaleza que muchas veces atropellamos con la
irresponsable interactuación con el medio, con el entorno.
Y entonces, el huracán del verbo también se devalúa, es apenas un viento suave impotente para el hallazgo de las palabras
adecuadas que describan este espectáculo que merece un poema enfurecido, un
relámpago que arroje sobre esos cerros una bocanada de palabras, un genio que
cabalgue sobre esas cimas multicolores, rayadas y llenas de arabescos caprichosos,
y las acaricie con metáforas y otras figuras…que les rinda un homenaje…
Pero, no…apenas puedo imaginar
que esos cerros enrojecidos son apéndices sobre los cuales brota la sangre de
las heridas que el hombre le causa al planeta todos los días.