miércoles, 19 de diciembre de 2018

Un mercado de Bazurto y protestas en Santa Cruz de La Sierra


Al despertarme al medio día de este miércoles pensé que mientras dormía, me habían cambiado de destino porque el calor y la humedad son perversas y perturbadoras. Pero no, estoy en Santa Cruz de La Sierra, el centro comercial de Bolivia, un gran centro de museos, restaurantes y discotecas, y acabo de acordarme que llegué en la madrugada en un vuelo de Avianca que comenzó en Neiva con los ya habituales incumplimientos de la otrora impecable aeroempresa.
-Avianca ya no es sino un nombre famoso, me dijo un pasajero cuando anunciaron el aplazamiento del vuelo de las 10 a.m., para la 1 de la tarde.
Después de abordar en Bogotá, solo recuerdo la algarabía de los familiares de Inés en el aeropuerto internacional Viru Viru -aparentemente proveniente del vocablo guaraní que significa pampa o llanura- el más grande e importante de Bolivia. De conformidad con los testimonios de los Vargas que llegaron a recibirnos, salí como un zombi que volvía a la vida tras un vuelo de 4 horas y de verdad no me explico cómo pasé los controles migratorios a la entrada al país de Evo Morales, contra quien se adelanta una huelga de hambre por sus pretensiones de atornillarse en el poder a pesar del fallo contrario del pasado febrero 21, que ya se volvió F21.
Es muy conocida mi condición de hombre que se duerme enjabonando a una modelo, la cual se acentuó al llegar al sexto piso y varias veces las auxiliares de las empresas de transporte terrestre de pasajeros me han despertado varias horas después de pasar por mi destino final, como en Ibagué, con tiquete Florencia-Neiva, o en Pereira, con tiquete San Vicente- Armenia.

Me volví, pues, como esa figura legendaria propia del culto vudú, cada vez que me subo a un medio de transporte, como si me hubiera mordido un zombi y sin que aparezca la persona que ha de resucitarme, así sea para convertirme en su esclavo. Esta madrugada del 19 de diciembre no fue la excepción y como un autómata crucé los puestos de control en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra, con mi alma dual, un verdadero zombi corpóreo.
Media hora después de haber llegado a la casa de los anfitriones y entre el bullicio del recibimiento, extrañé mi bolso de mano, prendí las alarmas y recordé que en su interior tenía mi pasaporte y algunos billetes verdes que compré en Neiva, tras una sesión de asesoría con el experto Jaime Barco, exgerente del Banco Popular. Corrimos hasta el aeropuerto y con la ayuda de uno de los hombres de seguridad ingresamos a la sala de migración que ya estaba a punto de cerrarse.
-Ese es mi bolso, grité al verlo sobre un escritorio
Le expliqué al funcionario que lo había olvidado a mi llegada desde Colombia porque vivo un proceso de zombificación cuando abordo un medio de transporte.
-Si lo hubiera olvidado en Colombia, seguro lo habría perdido, le dije para estimular su Ego y enseguida le di detalles de su contenido…mi pasaporte, zapatos, algún pantalón…pero no le hablé del dinero por temor a que me cobrara la “vacuna”.
- Es suyo, señor
Recuperado el botín, volví a casa y los más provocadores afirmaron que el pequeño maletín fue abandonado por mi afición al celular y confirmaron su versión con un video de la llegada en la que, pegado a él, se observa que efectivamente no portaba el bolso.
Al salir por la tarde, pensé que seguía bajo el comando del cuerpo sin alma, pues por momentos creí que estaba en Florencia: además del calor húmedo, las vías descompuestas, las alcantarillas destapadas, los olores nauseabundos y aguas negras corriendo por algunas vías, percibí una ciudad asfixiada por montones de gente y automóviles que se circulan lentamente, resignados, apretujados entre vendedores ambulantes y estacionarios de todo tipo, desde los comistrajos malolientes, las bebidas, cacharros, ropa, utensilios de cocina, cremas y hasta la popular “Maka”, para “resucitar las bujías fundidas”.

Atraídos por voces de protesta y la entonación de consignas contra el presidente Evo Morales, llegamos a la plaza “24 de septiembre”, en donde, efectivamente se concentran muchas personas que se oponen y rechazan una cuarta postulación sucesiva del presidente, y también denuncian la decisión del Tribunal Supremo Electoral que habilitó una nueva candidatura de Morales, quien está en el poder desde el 2006.

Nos fuimos hasta la famosa feria de “Barrio Lindo”, un sitio que usted debe conocer antes que todo lo demás, según me dijo Carlos, mi cuñado. Tiene razón es el sitio campeón de la saturación, en donde se sufre por causa de una crisis de movilidad, ruido y ocupación del espacio público que no he visto en ninguna de las ciudades que he visitado en mi vida ya crepuscular. Tal vez, si, en el mercado de Bazurto, de Cartagena.
Barrio Lindo es como una isla independiente en donde el desorden y el caos son parte de sus componentes esenciales que hacen de este lugar un punto combinado entre el encanto y el miedo. En medio de una vetusta y gigante construcción, que ocupa al menos dos manzanas, las carpas y toldas sucesivas en las que se venden toda clase de artículos, están metidas entre un laberinto de callejones por los que, mientras hacía unas fotos, me separé del grupo y entonces me sentí más desamparado que un niño abandonado por su madre.
Me tocó pedir auxilio y con la ayuda de una vendedora de teteros y otras mercancías para niños, pude hacer contacto con mis compañeros que, del mismo modo, estaban muy preocupados por mi suerte.
La lucha de los concurrentes es más feroz por el espacio que la disputa por los productos ofrecidos a gritos, con pitos, a puro pulmón y con degustaciones de sus helados y bebidas.
-Aquí algunas mañanas no hay espacio ni para los pensamientos, me dijo la señora que me ayudó a conectarme con mis familiares, quien, además me contó que crio 6 hijos con su negocio.
Hombres, mujeres, niños y jóvenes, algunos sin camisa, atienden las ventas en esta vitrina singular que ofrece desde una aguja, frutas, yerbas, verduras, granos, repuestos de segunda, yuca, plátanos y carnes en medio de aguas negras y alcantarillas destapadas. Pero, la simpatía y la cordialidad a todo momento, confirman que el boliviano es un hombre simpático.

Durante los primeros minutos del recorrido, sentí desazón y fastidio por ese lugar, pero poco a poco me metí en el cuento, ante la calidez de los vendedores y la paciencia de los visitantes a quienes no les escuché ninguna manifestación de inconformidad.
Como los únicos momentos felices de nuestras vidas son estos momentos de olvido de nosotros mismos, mañana volveré a las calles de esta ciudad, considerada como el fortín de la Derecha chilena que siempre se opuso a los mandatos de Evo Morales, quien ahora les da papaya con sus intenciones de atornillarse en el poder.
Convencido de que no soy un muerto viviente, de que por mis venas corre mucha sangre y de que me estoy muriendo, pero de la risa, volveré a las calles de esta Santa Cruz de la Sierra en donde los “parrilleros” de las motos no son obligados a llevar casco, a las anchetas las llaman “canastones, a los camibuzos les dicen poleras, las sudaderas son buzos...y en donde te dan un dólar por 7 bolivianos, la moneda nacional y la mayoría de los autos son máquinas antiguas.
Porque bendito es el presente que nos libra de las penas de ayer, me asomaré por esta ventana boliviana antes de ascender a la fría Cochabamba y al salar de Uyuni, el legado del lago prehistórico que se secó y dejó un paisaje desértico de 11 mil kilómetros de sal blanca.





2 comentarios:

  1. Chucho me alegra de que se pasee por el mundo entero, ha párese el renacuajo paseador, pero por lo expresado creo que es mejor quedarse en Florencia.....está madrugada pensaba en el feo vicio de la gente de izquierda de atornillarse en el poder, creo más saludable rotar el liderazgo, pero bueno otros pensaran diferente.....disfrute paseo y familia, un abrazo

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  2. Excelente. Gracias por compartir experiencias

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