Un fin de semana con los ojos puestos sobre la naturaleza cálida y colorida, es un privilegio que nos consuela en medio de tantos sueños insatisfechos y ante la palidez de este, nuestro país, sometido por la politiquería y la corrupción, arrodillado, silencioso y conformista.
Metida en un hueco, en una ladera de la cordillera, protegida por vegetación abundante y rodeada de frutas y rosas, bajo un sol ardiente y espectacular, con un cielo azul absoluto, como si acabaran de lavarlo, la Mesa es como una visión, como un sueño de esos que uno tiene cuando se duerme muy cansado.
Frente a la belleza, se acentúa la nostalgia de las selvas lejanas del amado Caquetá, de sus ríos portentosos, de sus misterios. Pero también, crece el pesar por otros tantos recursos nacionales entregados, regalados a los extranjeros por nuestros "dirigentes" vende patria. Crece, del mismo modo, el enojo por los altos niveles de contaminación que, aquí mismo, ya son preocupantes.
Cuando llegamos a la edad adulta, muy adulta -porque eso de la tercera edad sí que es una mentira- en esos años cuando a veces no sabemos qué hacer con la vida, es muy dulce, es reconfortante darle un beso a la naturaleza, como a la última enamorada.
Todos le debemos un poema, si se quiere heroico, a la naturaleza, pero muchos, sin embargo, no le reconocen siquiera sus bondades...la verdadera bondad no existe, como dijo un autor, "la mayoría son agiotistas del corazón" porque siempre esperan más de lo que le prestan a la "Pacha Mama".
Una carretera impecablemente demarcada y adecuadamente señalizada es la que nos lleva hasta este cálido municipio cundinamarqués, aparentemente favorecido por su condición de vecino de la más rancia burguesía criolla. "Las familias del presidente Santos y de otros oligarcas y burócratas circulan frecuentemente por esta vía", nos comentaron tras el elogio de las excelentes condiciones de la carretera.
Es un ejemplo de las finas atenciones que reciben las propiedades de los gobernantes y poderosos, en contraste con las obsoletas y vetustas carreteras que comunican a la gente de a pie.
Y, en el parque principal, ante la soberbia catedral de Santa Bárbara, muchas personas denunciaron que un alcalde, en un arrebato brutal de "heroísmo", taló 3 ceibas gigantes que históricamente fueron las guardianas del municipio. Con ellas, el funcionario destruyó las sombras refrescantes y el ensueño de su moradores que ahora recuerdan con nostalgia las ruinas de ese patrimonio.
Personalmente, soy tenazmente fiel al recuerdo del placer, que para muchos es efímero, como todas las formas del amor. Por eso, cierro los ojos, me hundo en la lejanía del paisaje y lo disfruto, como lo disfrutó Alberto "el pato" Ramírez. La memoria de la cámara se llenó por los deseos compulsivos de retratar la belleza de las flores, las frutas y del felino grandulón de la familia García Godoy que nos acogió con alegría y sencillez. Por momentos, nos vimos forzados a eliminar las fotos del gato, para darle paso a las fotos del "pato".
A la hora del crepúsculo, y mientras miraba el cielo pálido y el sol ya vencido y apagado, en la calma que precede a la soledad del campo, y entre el perfume de los frutales cercanos, pensé que si tuviera que morir en este momento, sería una agonía placentera con esa belleza que se queda en el corazón.
Es cuando uno piensa que, definitivamente, el placer es tan efímero, que apenas tenemos tiempo de vivirlo. Y, también, cuando somos concientes de que sentimos miedo de nosotros mismos y entonces somos empujados hacia el lago encantado de Narciso...es cuando nos sentimos orgullosos de nosostros mismos, aunque estemos vueltos de espaldas a la realidad.
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