viernes, 13 de septiembre de 2019

!Hola, Parca!!


Revisando el correo y ojeando los muros exquisitos -y algunos calientes- de mis contactos preferidos en whatsapp, twitter y facebook, sentí depronto una brusca perturbación de mis sensaciones. Todo el entorno se oscureció pero pocos instantes después una luz de relámpago me mostró un rosal colorido y perpetuo, una expresión sublime de la belleza en cuya mitad vi un mapa de Colombia con las caras de la politiquería y la corrupción, pero también las del conformismo y la resignación, con sus muecas de infamia, asomadas por entre los picos de las montañas.
Esa telaraña de rostros con sus fauces bien abiertas no mancilló el paraje encantador del idílico rosal que se adornó con una estrella de 4 puntas, diáfana y pura, en el horizonte lejano...es la gloria, pensé entonces. Sentí que alguien intentaba arrebatarme violentamente aquel momento feliz, me encontré de nuevo con la pantalla de mi computadora y con mi sobrino, el “loquito” Javier, quien me tendía sus manos. Ultrajando mi gloria, y sorprendido por mi cuerpo convertido en una gelatina, me levantó de un grito: 
-“Vamos para el hospital, tío, porque usted está vuelto mierda”.
Mi espíritu reaccionó ante el zarpazo de la parca y, aunque descompuesto y sin fuerzas, respondí las preguntas que me hicieron en la fundación cardioinfantil en desarrollo de los protocolos establecidos para la atención de pacientes que ingresan por la unidad de urgencias. En una sala de espera y frente a una pantalla gigante, pendiente de ver mi nombre, sometido a los convencionalismos y trámites engorrosos del sistema de salud, llamé a mi sobrino, lo hice sentar, incómodo, a mi lado.
-Bueno, loquito, pásame un papel en blanco... puse mi huella sobre él, marcada con tinta de lapicero
-Que quieres?, me dijo
-Si se trata de un accidente cerebro-vascular, comprométase solemnemente a que muy pronto después de que me declaren “muerte cerebral”, o algo así, usted se encargará de darme el empujón final hacia el precipicio eterno, de la manera que crea más conveniente, pero no permita que mi cuerpo quede por ahí rodando sin espíritu.
-Aunque no me lo pida, lo haré, tío, porque no soportaría verte de esa manera, respondió mientras me miraba fijamente a mis ojos vidriosos.
-Tampoco permitas que me pare en una esquina, con la Constitución en la mano, a vociferar contra la narco-oligarquía que la destrozó...porque le dispararán a ese esqueleto sin alma.
Javier soltó una carcajada que llamó la atención de la gente reunida en esa deprimente sala de espera.
-Eres un visaje, tío, y se alejó a pasos largos.
La triage es un eslabón de la tramitologia utilizado por hospitales y clínicas para establecer el nivel de urgencia de las consultas, para determinar si efectivamente los trastornos de un paciente deben avanzar con esa condición, con el tiquete de urgencia.
Un médico barranquillero me recibió en un pequeño consultorio
-Sufre de algunas alergias?, me preguntó
Si, médico...a la politiquería y la mentira, contesté de inmediato
-Me refiero a algunas sustancias, replicó
-La politiquería y la mentira son la gangrena social, añadí con una sonrisa, para atajar un eventual enojo del médico.
Me tomó el pulso.
-60-100, dijo con su voz gutural
-Entonces está muy mal, doctor, porque lo normal es 30 por 100, según me han dicho los contratistas y confirmado alcaldes, gobernadores y otros funcionarios públicos.
-Señor Cataño, me refiero a sus pulsaciones, a los latidos del corazón, por minuto, no a los porcentajes que por derecha sacan los contratantes en Colombia.
Se ajustó su estetoscopio y lo deslizó por el pecho, abdomen y espalda, examinó mis ojos, oídos, lengua y garganta. Y también me tomó la tensión arterial, además de hacerme distintas preguntas sobre mis antecedentes médicos.
-Los únicos antecedentes que recuerdo son los penales y los de mi conducta tormentosa, contesté manteniendo mi sonrisa, pues me pareció que el galeno estaba a punto de enojarse.
-Don Cataño, 120-80, pero autorizaré su segundo paso en el proceso de atención. Califico su caso como una urgencia vital, nivel 2, porque eventualmente usted puede haber sufrido pequeños eventos cerebrovasculares, cuya ocurrencia será confirmada por un TAC, me indicó.
-Perdone, médico, pero cómo así que 120-80, esos porcentajes tan altos solo los he visto en los departamentos de Quindío, Huila y Caquetá. En este último, a un gobernador lo bautizaron como “Juan 40”, porque siempre cobró el 40% del valor de los contratos. Y porque, además, por entonces, estaba de moda el famoso paraco “Jorge 40
-Mire, señor, me refiero a su presión sisto-diastólica, que se encuentra en los niveles normales y nunca a los porcentajes diabólicos y tenebrosos que pactan los administradores con los contratistas.
-Y recuerde, además, que un costeño no se enoja por un mamagallismo tan chimbo como el suyo, me dijo mientras me ponía su brazo sobre el hombro y abría la puerta de su mini-consultorio.
Un bomboncito de enfermera me tomó la mano derecha.
-Soy un hombre mayor de 60 años, señorita, le dije con voz suave. A pesar de esta manifestación pública, me haló hacia un cubículo verde, al fondo de un pasillo.
-Póngalo duro y apriételo, me pidió con su voz sensual
-No se engañe, señor Cataño, no sea iluso, me dijo hundiendo una aguja entre la vena bien definida.
-Apriete más fuerte su puño, me pidió. Entonces supe que la enfermera hacía parte de los “vampiros” chupa-sangre que trabajan en los laboratorios clínicos. Tras tomar las muestras, me canalizó y puso a circular una sustancia con goteo veloz que me produjo una avalancha de calor inusual en la nevera bogotana.
-Ninguno más digno de ser amado, que este cucho, señorita, pero me acabas de dejar en plena decadencia, en la vía de la ruina, con tu aguja profunda que ordeñó la poca sangre que traía, le comenté mientras me llevaban a otro cubículo.
-Acuéstese, por favor, en este sitio, me dijo el operador del tomógrafo.
-Me retiro las gafas y el saco, señor?, le pregunté
Terminado el procedimiento de la tomografía axial computarizada, después de haber dejado mi cráneo en las placas de ese aparato macabro, salí al pasillo. Me encontré con el “loco” a boca de jarro pues lo llamaron para que “vigilara” el procedimiento, pero el muchacho no hizo caso. Él, como los jóvenes modernos, miran con desdén los formalismos hipócritas de la gente y las instituciones.
Me hizo una broma asociada con mi comportamiento con el operador de la máquina.
-Tío, no se haga el pendejo, pero usted le preguntó a ese man que si se quitaba la ropa. Se le están modificando sus preferencias sexuales o qué?
-No era un man, era una chica linda...y le pregunté por si acaso, aunque temí por la agudización de mi disfunción circulatoria...del cerebro, claro.
-Si, como no, hágase el marica. Nos fuimos enseguida al restaurante de la clínica mientras esperamos los resultados de las pruebas.
-Qué tal que mi cerebro no quepa en ese tomógrafo?, le pregunté
Remitido al neurólogo para que  complemente los estudios iniciados en la unidad de urgencias, estoy aquí, en mi escritorio, y acabo de leer los conceptos de los otros dos médicos que me vieron y el resultado del TAC.
Para los médicos y para el tomógrafo, estoy en perfectas condiciones, pero por momentos he sentido los síntomas previos a esos momentos de gloria, gracia y belleza que viví ayer en la mañana.
Mientras escribía esta nota y al recordar a la enfermera que me tomó de las manos, vi rosas y azucenas, pintadas en su blusa de vampiro. Flores voluptuosas a la espera de abejas -o abejorros- que se posen sobre el jardín de su juventud.
Experimentado ya por esos episodios que alteraron mi fisiología, como bajo una leyenda mágica, recuerdo con nostalgia la belleza cándida de los paisajes que me mostró este zarpazo fallido de la parca, y me entretengo con mi única pasión productiva, la del relato.
Porque las otras, el amor y el odio, las guardo para recibir a la parca y, como los suicidas, para anticiparme a ella, para decidir el momento de su paso, para abrazarla si fuera necesario, para caer en sus brazos sin que me arrebate el estremecimiento que produce la belleza fantástica de la eternidad.
Porque mi Musa es impotente ante la parca, pero su arquitectura poética me permite construirle hendiduras para hacerle el quite permanente y sarcástico. Hasta cuando todo haya desaparecido y solo me queden la Verdad y la Justicia, como mis únicas compañeras. Entonces, me inclinaré reverente y con palabras armoniosas, la llamaré para meterme, ya no en el perpetuo jardín de rosas, sino el la selva perenne, entre los laureles líricos de la eternidad...

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