Durante una semana, casi un centenar de artistas estuvieron
en este espacio de concentración y reincorporación, en una convivencia
fraternal con las más de 300 personas de esa comunidad que los invitó al
festival para cantarle a la vida y a la esperanza de Paz derivada de los
Acuerdos de La Habana
El viento de la tarde esparce un fuerte olor a pintura que
llega hasta la cancha de fútbol en donde algunos niños y adultos juegan con el
balón a medio inflar, mientras decenas de personas ingresan al foro programado
en el marco del festival del grafiti y muralismo que se desarrolló en el ETCR
Agua Bonita entre el 28 de octubre y el 5 de noviembre.
Mi umbral olfativo, muy distinto al de la mayoría de las
personas, me condujo enseguida hasta las primeras casas en cuyas paredes varios
artistas ponen las líneas que armonizan sus ideas, otros preparan las paredes
de manera cuidadosa y algunos alistan los Sprays y sus boquillas, las
mascarillas, la pintura de imprimación, el rodillo, las brochas, la cinta de
enmascarar, la escalera y desde luego, su ropa de trabajo.
Llevan una semana en este espacio de concentración y
reincorporación, en una convivencia fraternal con las más de 300 personas de
esa comunidad que los invitó al festival para cantarle a la vida y a la
esperanza de Paz derivada de los Acuerdos de La Habana. Las paredes de las
casas de esta ciudadela ya son como flores que se abren ante los visitantes
para saludarlos, para invitarlos a descorrer el velo con el que el conflicto
mantuvo ocultos muchos elementos del paisaje personal y geográfico del Caquetá.
Llegaron desde el primer día del festival- aunque el viernes
entró el último grupo- no fueron contratados a cambio de dinero y su
participación es espontánea pero enérgica. Proceden de distintos lugares del
país y los que aceptaron dialogar con el periodista lo dijeron a su manera:
La visita al ETCR Agua Bonita es para cualquier visitante
una singular huida de la uniformidad, un goce con las diversas tonalidades de
la topografía, un encuentro con esa inspiración de colores y mensajes, y
complementariamente, el contacto con almas adoloridas pero llenas de optimismos
que florecen en sus corazones. Compartí sollozos llenos de emociones y también
silencios estremecidos de almas orgullosas pero mudas ante sus pasados. De
todas maneras, son un grupo de personas que abrieron sus brazos a la figura
redentora de la Paz. Es un encuentro multicolor con el olvido y un saludo a la
esperanza.
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