Después de muchas luchas tempestuosas con la palabra, de muchos laureles perfumados con el incienso de sus admiradores, de muchos cirios encendidos en su contra, de muchas sotanas y túnicas levantadas, de muchos placeres derivados de su pensamiento libre, el escritor Gustavo Álvarez Gardeazábal le contó al país, con un tono de inocultable decepción, que sus despojos no serán recibidos en el Cementerio Libre de Circasia, un campo que fue símbolo de la libertad, la tolerancia y de rechazo al fanatismo.
A pesar de su indignación por la decisión del comité administrador del cementerio, "El Cóndor" sigue su vuelo y desde las cimas heladas observa el color de sangre que tiene el amancecer de esta patria, ya no "boba" sino bruta, corrupta y politiquera, y a sus habitantes que desde el aire se ven como esclavos amarrados con las enredaderas de la mentira, como reses de engorde llevadas al abrevadero antes de su sacrificio. Por entre las hendijas se filtran los rayos del sol naciente y por ellas, "El Cóndor" busca un patio decente en donde caer muerto, porque, dijo, "se van a encartar con mis restos".
También busca un patio decente mi condiscípulo del seminario menor de Armenia, Manuel Gómez Sabogal, a quien Gardeazábal designó como encargado de sus exequias y demás asuntos mortuorios, hace más de 20 años, cuando escogió su lugar en el cementerio Libre -en donde los muertos se enterraban parados como símbolo de la continuación de la lucha- pagó el valor del espacio y encargó al artista Jorge Vélez Correa de la construcción del mausoleo para encriptar sus restos. La obra está lista y su inauguración estaba prevista para los primeros día de agosto.
Fundado en 1930 por el dirigente liberal Braulio Botero Londoño, el cementerio fue símbolo de la libertad y la tolerancia, y del rechazo del fanatismo político y religioso que por la época imperó en Colombia. Fue, además, un triunfo sobre el cura dictatorial Manuel Antonio Pinzón, quien prohibió el entierro en el cementerio local de liberales, ateos, suicidas, homosexuales y en general de personas que no fueran caracterizadamente católicas. La misma época del sacerdote y hoy candidato a la beatificación para quien matar liberales no era pecado.
El florero de Llorente en el caso del cementerio fue la negativa del cura para alojar en su "camposanto" a un famoso espiritista y sus familiares fueron arrestados porque según el referido cura, el cadáver del "brujo", enterrado en la finca de la familia, producía una alta contaminación del agua destinada al consumo humano.
Con visitas frecuentes, através de crónicas orales y escritas, alusiones reiteradas al cementerio y con un discurso durante las exequias del fundador del cementerio, cuyos apartes son visibles para los visitantes, "El Cóndor" Gardeazábal hizo famoso al cementerio Libre, que hoy es un componente importante del paisaje cultural cafetero.
Más que un panteón, el cementerio Libre es un monumento a los librepensadores, es considerado un patrimonio arquitectónico del Quindío y sus historia contiene luchas y encarcelamientos contra sus fundadores y activistas que intentaron su reconstrucción las varias veces que fue destruido por el fantaismo político-religioso.
Aparentemente, los miembros de la junta administradora del cementerio pusieron su poder al servicio de la venganza, en lo que se considera como un intento de congraciarse con los curas, objeto de burlas y denuncias por parte del autor de "La misa ha terminado", y con gamonales políticos sucesivamente objeto de sus críticas.
Arrebatarle la libertad hasta a los muertos es un exceso de venganza por parte de la junta administradora que ha perdido su esencia, se alejó del espíritu que inspiró su fundación y configura una traición a los principios de don Braulio Botero Londoño, quien se revuelca en la soledad de su tumba y reclama vehemente ante la prostitución de los actuales regentes del cementerio.
Al envilecimiento del cementerio por parte de sus administradores no le falta sino un decreto similar al que produjo la excomunión de Baruch de Spinoza para que se complete el dibujo de los fanáticos hoscos y serviles, lobos del servilismo, que sucedieron en el tiempo a la figura liberal de don Braulio Botero y su grupo de luchadores formidables que se impusieron a los retrógrados de la hegemonía conservadora.
Confiemos en que en el Quindío y en todo el país, salgamos exitosos de esta emboscada tendida por los perifoneadores del despotismo que pretenden arrebatarle a los liberales de verdad un espacio que además de bello resume la omnipotencia de las luchas colectivas.
Y a Gardeazábal, pedirle que mantenga su calma desde la inmensidad del espacio mientras pasa bajo sus ojos esta ola de incertidumbre que vivimos, pues muchos colombianos queremos seguir cobijados por el ala de sus luchas, por la cartilla de Hernán Peláez y por las güevonadas del divertido Rigoberto Urán.
Aunque llegue la noche, todavía no es tiempo de plegar tus alas...¡porque la misa todavía no ha terminado!!.
De todas maneras, si el sueño arrecia y la campana suena, siempre tendrás un espacio en el alma de tus lectores y oyentes.
Estoy sorprendida de saber que a un libre pensador, como G.A. Gardeazábal se le haya negado descansar en un Cementerio que ayer fue orgullo de Circasia y el Quindío y hoy aquello de LIBRE, es una ironía.Espero que esta vergonzosa determinación sea revaluada.
ResponderEliminarQueda uno estupefacto con estas noticias. Desde Medellin-Antioquia le daremos la bienvenida a Gustavo en el Museo Cementerio San Pedro, para que repose con su coterráneo Jorge Issacs.
ResponderEliminarQue escrito más significativo y narrativo sobre el sementerio libre de Cirrcasia. Mi amigo Gustavo estará donde quiera porque muchos lo queremos .
ResponderEliminarElocuente crónica contra el fanatismo religioso- político que aún en el siglo XXI asoma sus fauces para devorar a los espíritus libres e indomables que perviven en las cimas y valles del país. Adelante Cataño, tus crónicas progresistas son testimonios para presentes y nuevas generaciones.
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