viernes, 11 de agosto de 2017

Con mi cometa en la cima de la vida



Sentados sobre un tronco tan viejo como nosotros, arrullados por el viento fuerte que sopla en "El Balcón del Quindío", adelante de Circasia, en la via a Pereira, el "Paisa" "Eusajo" interrumpió una de sus peroratas habituales y poniéndome una mano sobre el hombro me dijo:
-Elevemos una cometa
Como respuesta automática, una zozobra placentera envolvió mi alma de niño y me trasladó a los potreros del entonces barrio "El Jazmín", de Armenia, en donde, emocionado, me colgué del cielo muchas veces con el hilo de una cometa elaborada con mis hermanos, casi a escondidas de papa Jesusma y mamá Alilcia.
También lloré muchas veces porque la cometa de papel periódico, pegado con engrudo de yuca, no subió a pesar de los vientos fuertes de agosto que comenzaban en julio.
Sin el afán de las luchas cotidianas, en la tranquilidad del ocaso de la vida y convencidos de que los cuadros simples producen efectos admirables, llegamos al potrero en donde más de 400 cometas se movieron frenéticamente, en busca de los rayos de esperanza que cambien el paisaje de tristeza de este país jodido por la corrupción y la politiquería, que son lo mismo.
La sucesión de las cosas nos pone muy lejos de la infancia y aunque hagamos esfuerzos, no podemos resucitar las emocionantes sensaciones que vivimos en la escuela. Pero con el recuerdo, las reconstruimos a medias y gozamos con esa evocación.
En el centro de ese potrero, desde donde se ven los rayos del sol reflejados en los techos de las casas y en la torre de la iglesia de Salento, el municipio mas antiguo del Quindío, con la magia de los pájaros y mariposas de verdad y con los de papel y plástico, sintiendo, los efectos del aumento de la temperatura, escuchando el rumor de voces alegres, confirmamos que detrás de una simplicidad aparente se esconden muchas historias, dramas, ilusiones y frustraciones. No solo por la decoración perfecta de la naturaleza en donde todo tiene vida propia, mucha luz y colorido excepcional, sino porque todo lo que vemos tiene trascendencia.
Los niños gritan; unos ríen, otros lloran porque se le reventó el hilo, se le fue la cometa o porque no llega el viento. Las mamas desenrollan las madejas de hilo o envuelven la piola regada sobre el pasto; los jóvenes "madrean" y "chimbean" por todo y los viejos le ponemos ojos a las cometas para ver desde lo alto nuestros sueños perdidos. Todas esas almas elevadas se tornan tempestuosas de euforia como el viento que las empuja.

Recordé una frase que le escuché al periodista Juan José Hoyos en una charla cuando trabajamos en "El Tiempo", según la cual, la fuerza de la descripción proviene de la intensidad de la contemplación, y entonces observé ese escenario cargado de emociones, con sus protagonistas reales, activos, sumidos en la recreación, a solo un hilo de distancia de sus problemas pero a cientos de kilómetros de sus amarguras.
¿Donde encontrarán placer aquellos que no le dan trascendencia a las cosas simples, que luchan por cosas que no necesitan, que solo tienen tiempo para sufrir, que van por la vida a toda velocidad?
Elaboré una representación de lo que vi y sentí que este país cambiará cuando le sobrepongamos este tipo de escenografías que hacen florecer el alma, a esos paisajes interiores de duelo y resentimiento que persisten entre muchos colombianos.
De rodillas, tirando el hilo de manera compulsiva pues el viento se iba y las cometas caían casi en picada, incluida la mía de 2 metros, la mayoría de concurrentes sintieron que pegarse del hilo es un bálsamo para sanar el corazón, que es un placer que ilumina hasta lo mas profundo de toda la familia.
-Mirando la cometa, sintiendo el hilo que me quema los dedos, siento la libertad y quiero que mi cometa en forma de águila se vaya bien lejos, con un mensaje de esperanza que le enrollé en el arco, me dijo un ejecutivo de ventas, con su mirada luminosa perdida en el espacio. Estas esperanzas, las escribíamos en un papel, las poniamos en el hilo de la cometa y les decíamos "telegramas"...la cometa los recibía y tomaba sus decisiones.
El azul del firmamento, el blanco grisáceo de las nubes y el oro de la tarde, adornados con los multicolores de las cometas, formaron un tapete que durante varias horas decoró el paisaje en ese sector de Salento y cuando las aves de papel llegaron al limite o se agotó la cuerda, se escucharon los llantos de muchos niños y las voces de consuelo de sus mamás.
Una cometa que se desploma atraviesa el corazón de un niño, pero aquella que se eleva estimula la virtud de la elegancia, de la paciencia, de la destreza, del triunfo. La envidiable candidez de una niña de 10 años me sedujo hasta el punto de soltar el hilo de mi cometa para disfrutar su mirada extendida a lo largo de la cuerda hasta la nube que se tragaba su "paloma". Levantó sus brazos y lanzó un grito de victoria.
Algunas cometas son ingratas porque se desprenden de sus dueños, humecidas, unas; rotas, otras y algunas enfurecidas, contagiadas por la cólera del viento. Una cometa que vuelve aviva el orgullo y sus dueños sienten un aire de desprecio por quienes fracasaron en el potrero. Pero algunos, principalmente los niños, sienten que el triunfo sobre sus compañeros también les produce pena.
Algunos niños no elevaron cometas sino que persiguieron mariposas frágiles como ellos en busca de sus nidos pues corriendo y levantando sus brazos también sienten la libertad que inspira un campo verde rodeado de árboles, flores y pájaros.
-En dónde se refugiarán las cometas rebeldes que no vuelven y aquellas degolladas por el viento?

Unas van al bosque de niebla, arriba del valle de Cocora; otras caerán entre frailejones, algunas en el paramillo del Quindio o en las rocas de Peñas Blancas y asustarán a los polluelos de águilas reales. Todas ellas, solitarias, lucharán contra los huracanes de cosas hostiles que se levantan desde el corazón de los "dirigentes" de nuestro Estado mentiroso,injusto y antipopular.
De todas maneras, para muchos, la desaparición de sus cometas le hace perder el encanto a la victoria, pero los niños aprenden que somos impotentes ante la fatalidad. Pero también, que sobre la fatalidad se puede construir la esperanza.
-¿Por qué nos atrae el vértigo del espacio infinito?, le pregunté a "Eusajo" cuando bajé mi cometa presionado por los administradores de la finca que hicieron evacuar el potrero
-Porque ya estamos a punto de fundirnos con él, querido periodista, me dijo, en medio de una carcajada nerviosa. Porque estamos en la cima de la vida, donde comienza el descenso hacia el hueco eterno.

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