sábado, 21 de febrero de 2015

Tradición oral. Bakaki uitoto. Jitoma,el sabio quien, por descuido, le dejó su esposa al tigre

Los relatos uitoto –como todas las narraciones enigmáticas y mitológicas- se refieren a los distintos fenómenos naturales, a las explicaciones del origen del mundo y del hombre; son manifestaciones con las cuales se intenta responder preguntas de todo tipo, hasta las relacionadas con las pasiones humanas, como los celos y la infidelidad. Esta narración nos lleva por el camino que tomó una mujer desatendida afectuosa y sexualmente por su marido, Jitoma, quien aunque sabio y respetado por la comunidad, la despreció de manera no deliberada y prácticamente la empujó a la infidelidad.
Jitoma fue el “intelectual e ideólogo” que se concentró exclusivamente en sus tareas asociadas a la enseñanza de los deberes que cada individuo tiene en su comunidad. Metido permanentemente en su ananeko, dirigiendo charlas sobre comportamiento, trabajo, procedimientos curativos con plantas medicinales, convivencia, narraciones de tradición oral y sabiduría indígena, el hombre se aisló de su mujer a pesar de amarla con intensidad.
Sin proponérselo, el sabio construyó una historia cotidiana excluyente, en la que su esposa salió prácticamente de sus objetivos, la dejó sola y muy pronto se le vio aburrida, desconectada de la comunidad, en una evidente muestra de la desorganización familiar.
Durante esos prolongados espacios de soledad y desafecto se estructuró lentamente una relación que se apartó de las normas morales y hasta sexuales que habían orientado su relación conyugal y emergió la posibilidad de satisfacer sus instintos y necesidades afectivas con el jefe de los tigres que empezó a cortejarla de manera constante hasta declararse “enamorado y apasionado”.
Muy pronto la mujer se deshizo del mito del amor conyugal, aceptó los “quiebres” del jefe felino y comenzó a darle una dimensión utilitarista a la nueva relación, tal vez por sentirse despreciada, atropellada e ignorada por su esposo. Para facilitar la relación y garantizar su acercamiento a la dama, el hombre tigre se transformó en un niño y armó toda una “película” con el fin de no despertar sospechas de su relación con la mujer del sabio Jitoma.
Armado el libreto, el “niño” se situó en un recodo del camino y cuando la pareja paseaba una tarde, la mujer convenció al viejo para que recogieran y adoptaran a este menor aparentemente abandonado.  Desde ese momento, comenzó a fortalecerse su relación, hasta entonces clandestina y a medida que el niño crecía empezaban a crecer sus vínculos afectivos y a practicar la moral sexual extramatrimonial, que para ellos era una virtud.
La pasión amorosa es dignificada con proezas dirigidas a impresionar a la pareja y entonces el niño que crecía se transformó, poco a poco, en hábil cazador y en diestro ejecutor de distintas actividades, siempre en la perspectiva de ganarse los afectos de Jitoma y, claro está, el amor de su mujer.
Ya adulto, el “niño” adoptado burlaba de manera permanente el orden del hogar y su mente se movía alrededor de un acto de venganza porque, como siempre, la pasión solo adquiere su romántica expresión cuando los amantes arriesgan hasta la vida para lograr su objetivo.
El nacimiento de dos hijos de la pareja y su posterior “bautizo” con el mismo nombre de su padre Jitoma, colmó la resistencia del tigre que se puso fuera de sí, descobijó su relación apasionada y se decidió a enfrentar el gran riesgo que significaba el escape con la mujer, si tenía en cuenta los poderes especiales del sabio y estimado consejero indígena.
A pesar de hallarse muy lejos del hombre al que le robó su mujer y aunque avanzaba en la estabilización de su relación apasionada, el tigre envió un ejército de hormigas arrieras y sus reinas aladas para que destruyeran al intelectual Jitoma. Pero el yoneri del sabio le pidió que aprovechara los poderes para enfrentar este desafío y fue así como les quitó las alas de un solo soplo vigoroso y después se las comió, una a una, con salsa de ají.
Decepcionado por el fracaso de la expedición, el tigre envió una legión de sus congéneres con la tarea de matar y devorarse al viejo, pero de nuevo sus poderes lo dotaron de gran capacidad de carrera y huyó por entre la montaña. Cuando estaban a punto de cazarlo, el hombre recurrió a otro de sus poderes relacionados con el manejo de la naturaleza y, tras invocar a las piñas, construyó un cerco alto, inaccesible para los felinos perseguidores y hambrientos. Desde el interior y utilizando su bodoquera, destruyó el comando de tigres.

Las condiciones de convivencia y hasta los arranques pasionales bajaron de intensidad porque el tigre seguía, en vano, tercamente, buscando la destrucción de Jitoma. El siguiente intento lo hizo con una cimbra, que es una trampa especialmente diseñada para atrapar aves, construida con  hilo de cumare. Estando de cacería muy cerca de La Chorrera, el brujo observó la trampa y descubrió que se trataba de un nuevo esfuerzo del tigre por destruirlo. Se aproximó despacio y con un palo intentó activarla, pero no fue posible. Usó una piedra, y tampoco obtuvo su objetivo.
A pesar de sus temores y sospechas, Jitoma puso el dedo gordo de su pie derecho sobre el señuelo de la trampa que se activó de inmediato y lo lanzó con fuerza hacia el espacio infinito en donde entró en una gravitación constante. Su yoneri lo animó de nuevo y le recordó que sus poderes de manejo de los fenómenos naturales podrían salvarlo de este nuevo intento mortal del tigre. Se transformó en algodón para disminuir los efectos de la gravedad, entró en un estado de quietud que le permitió descender hasta la trampa y desprender su dedo para recobrar su libertad.
Cuando el tigre llegó a la trampa convencido de hallar a su rival, preparado para devorarlo, imaginando el plato que disfrutaría, tuvo una nueva decepción pues apenas encontró el rastro del sabio Jitoma.

En un ejercicio que le puede servir a la humanidad como ejemplo de persistencia y lucha contra las adversidades, el tigre no se dio por vencido –quizás motivado por la pasión y el desenfreno sexual de su esposa ajena- y se convirtió en un habitante de la comunidad. Cuando el sabio salió de su ananeko para sostener sus diálogos habituales con la gente, el tigre fue por la espalda y le arrancó la cabeza, con la ira y la frustración acumuladas por tantos intentos fallidos.
Enterró el cuerpo a pocos metros y en un sitio abierto de la sementera puso la cabeza, rodeándola de ceniza. Durante algunas semanas, el pudor de la sexualidad remplazó los gestos perversos e indecentes de la venganza y su relación con la viuda se volvió un asunto sin interrupciones.
La cabeza se incorporó al espíritu del hijo mayor y empezó a comandar la vida de los hermanos Jitoma, quienes crecieron llenos de dudas y preguntas sin respuesta acerca de la suerte de su padre, el mítico y emblemático sabio de la comunidad. Ya en su decadencia física, el felino se mudó a una palma de canangucha, hasta donde llegaba todos los días AïFOïDEZA, la mujer del tigre GAUMA, con su comida y con sus afectos, igualmente desvalorizados.
Acorralada por las frecuentes preguntas de sus hijos sobre las circunstancias en las que se produjo la muerte de su padre, la mujer les explicó que se había producido al resbalar desde la copa de un árbol en donde preparaba una de sus trampas. Los muchachos llegaron hasta el árbol y ya en su copa, el mayor, Jitoma, empujó al otro, Kecha, quien resultó ileso de la caída pues se trataba de un árbol pequeño. Indignados por la respuesta, le reclamaron a su madre quien, en medio de la sorpresa, encontró otra justificación:
-Después de la caída, llegó una serpiente muy venenosa y lo mordió, les replicó
Herederos de la constancia y de la desconfianza de su padre, buscaron la serpiente y el mayor le pisó la cola, en abierta provocación para que mordiera a su hermano. La culebra les dijo que nunca mordía a un hombre sin consultarle previamente su nombre y decidir si efectivamente merecía la muerte. Regresaron donde su madre, más inquietos y enojados y ella solo atinó a decirles que su padre había muerto envenenado y asfixiado por un veneno que preparó para la cacería.
-Uno de los dardos envenenados que llevaba entre sus botas, lo chuzó accidentalmente y el hombre murió, les comentó en tono tranquilizador.
A pesar de la virtud por el respeto y de su condición de subordinación, no pudieron contener sus aires de desobediencia y siguieron tras las pistas que les indicaban razones muy distintas acerca de la muerte de su padre, a las que les relataba su madre.
Fingiendo la necesidad de atrapar una enorme dante, le pidieron una buena cantidad de veneno a su madre, cargaron los  dardos y con la bodoquera se dirigieron al monte. Para medir la potencia del tóxico, lanzaron una flecha contra un pájaro carpintero, que cayó en el acto. Sorprendido por ese gesto de violencia, el ave les preguntó sobre las razones que tuvieron para atacarlo.
-Solo intentamos probar el veneno pues investigamos si nuestro padre Jitoma murió a causa del contacto con dardos intoxicados que trajo para la cacería, le dijo el mayor de los hermanos.
-Si me extraen el veneno, les diré toda la verdad sobre la muerte de su padre, les dijo el pájaro. Yo fui testigo de los hechos, añadió.
Jitoma, hijo, chupó con fuerza desde el pico y al sacar el veneno, la sangre del carpintero se acumuló en su cabeza y su cresta. Eso explica por qué las más de 200 especies de estos pájaros se distinguen por su excepcional capacidad para romper la madera, por sus vivos colores, por su gran cresta roja en algunos grupos. Pero todas las especies conservan el color rojo en sus cabezas.
El pájaro “pica-palos”, como le dicen en algunas regiones, les contó la verdad, a secas:
-A tu padre lo mató el tigre, simplemente porque estaba enamorado de tu mamá.
Además, les indicó cómo podían matarlo y les mostró el rastrojo en donde se escondía y hacia el cual se madre les tenía prohibido el paso.
Se dirigieron a la planta de canangucha, ascendieron hasta el copo. Previamente Jitoma le colocó al menor una hoja de yarumo y el carpintero se apostó en un sitio cercano, con la bodoquera preparada. El tigre Gauma respondió al llamado que le hicieron desde arriba, se lanzó sobre la hoja de yarumo y, cuando caía, fue atravesado por una flecha envenenada.
Le quitaron una de las garras y los dientes los llevaron a casa para elaborar collares. Cuando la madre vio esa garra, la reconoció y al instante dedujo que se trataba de un mensaje sobre la suerte del tigre. Fingió irse de baño y llegó hasta la palma en donde encontró el cadáver de su amado, el ser que la obsesionó, que le revivió sus sentimientos afectivos y sus ímpetus sexuales perdidos por el descuido no deliberado al que la sometió el sabio JItoma.
En medio del llanto, reconstruyendo su novela de abandono y rescate posterior, perdida de su eslabón con el goce y el amor, la mujer llegó a casa y encontró a sus hijos en labores de pulimento de los dientes del tigre. En un instante, desencadenó su maldad reprimida y en un ataque autodestructivo, impulsivo, les pidió que se inclinaran sobre la mesa y sopló fuerte. El polvillo de los dientes que pulían dejó ciego al hermano menor quien se puso a caminar de manera desesperada, dando tumbos y gritando desconsoladamente hasta caer vencido por la tortura de la ceguera.
Pero Jitoma-hijo hizo una oración y recuperó la visión de su hermano y compañero de la investigación con la que se esclareció la muerte de su padre…y la infidelidad de su madre.
Porque toda deliberación y toda investigación tienden hacia el bien…y hacia el placer.



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