Empujado por la crisis permanente que atraviesa la
universidad de la Amazonia, y a propósito de la elección de su rector, prevista
para este 28 de octubre, tomé el periscopio familiar para hacer una observación
de ese centro élite de la academia amazónica, inspirado en la necesidad de
formar hombres encumbrados capaces de hacer un paralelo con la intelectualidad
de otras zonas del país y en momentos en que el mundo entero se rinde ante el
valor inconmensurable de los servicios ambientales, ecosistémicos y de soporte
a la vida de la región que le da su nombre.
Lo que veo a través de estos prismas instalados en la granja
de descanso en Solano, capital de la Amazonia caqueteña, es una reproducción
del pálido y mediocre progreso de la
madre nutricia de la región amazónica, en la que ha desaparecido el alma de
esos pueblos, en donde abundan los muertos heroicos que siguen la lucha desde
sus tumbas sin encontrar académicos que propicien la revalidación de su
pensamiento y de sus virtudes para ponerlas al servicio del pueblo.
La aristocracia mental que se atornilló en la universidad
solo ha servido para conducirla hacia su prosperidad física y a la formación de
generaciones cuyo academicismo ha desembocado en una intelectualidad dirigida a
la resolución de sus problemas particulares, a la cosecha de “triunfos”
personales, a la materialización de exitosos proyectos de vida, entendido el
éxito como la habilidad para buscar el metal, el dinero y las mercancías. Y la
capacidad para joder al otro.
Lo que veo es la fisonomía promedio de un centro de educación
superior y por ninguna parte encuentro personas o grupos de conductores, de
reflectores brillantes capaces de convertirse en eje del desarrollo social, económico
y político de la región. Esa flora exquisita del pensamiento que pueda atraer
la atención del mundo hacia sus riquezas hídricas, hacia su flora y fauna
exóticas, hacia la quietud de su selva. Que seduzca la mirada y conquiste la
admiración de los colombianos y el reconocimiento internacional.
Aunque giré mi periscopio, no encuentro a los pensadores, a los poetas, a los artistas, a los administradores, a los científicos, a los investigadores que, egresados de la Uniamazonía, le den dirección a una región caracterizada por el contubernio vergonzoso de la audacia y la ignorancia. Una sociedad “dirigida” por el “Patrón de patrones”, que busca la cura de su propia insuficiencia; un pueblo que tuvo como alcaldesa a una exreina del bambuco y a un candoroso pastor de la iglesia, léase, del negocio, de la tristemente célebre María Luisa Piraquive, como gobernador. Que tiene, del mismo modo, a las dos cabezas visibles de los partidos tradicionales, condenados por graves delitos, después de que las luchas populares sacudieron al pueblo de la tenaza hegemónica godoturbayista.
Un departamento en donde la resignación y la sumisión bufa
sustituyeron la beligerancia de las épocas de lucha popular que recordamos con nostalgia Su espíritu combativo
ha sido transformado en una melancólica, desentonada y ridícula banda de aplausos. Un pueblo olvidado y en el que
la corrupción y la incapacidad de sus dirigentes ha campeado a lo largo de sus
más de 42 mil kilómetros de extensión.
Y es la Uniamazonnia responsable de estas ausencias y de
otras, expresadas por ejemplo en la vigencia de congresistas acerebrados, cuyos
votos han sido conquistados a fuerza de retóricas basadas en doctrinas
hipotéticas y en sus virtudes comerciales, cuando no comprados con los dineros
de la corrupción. Los principales frutos de la cosecha de la universidad son
los filósofos de la conveniencia, los inventores de la moral como antídoto
contra el inconformismo, los licenciados en reproducción de los valores de la
ideología dominante, los profesionales de la mentira, los abogados de
sentencias inapelables que matan la controversia constructiva y, en fin, de los
autosuficientes de mirada agresiva con la que tapan su incapacidad.
Veo, del mismo modo, excepcionales muestras de profesionales
honestos egresados de la Uniamazonia, brillantes exponentes del genio y el
ingenio caqueteños en distintas partes del país. Pero, “¿qué puede hacer un
hombre dónde ha muerto un pueblo?”.
Veo, en el interior de la universidad, muy pocos
sobrevivientes de aquellos grupos que entre los estudiantes y docentes
propusieron con vehemencia otras orientaciones, incapaces de sostener un esfuerzo, a causa del sectarismo
que dispersa los sacrificios de los espíritus inquietos y rebeldes. O por el
miedo ante el despotismo que sucedió al nepotismo característico de algunas
administraciones dentro del roscograma que ha manejado nuestra Alma Mater. Son demasiado débiles para provocar los
cambios que necesita la universidad.
Veo que muchos luchan sin éxito –como el movimiento que puso
al recordado estudiante Albeiro al borde de la muerte por su heroísmo frente a
la indolencia del entonces rector Leonidas Rico, a quien las mieles del poder
modificaron su universo cultural hasta el punto de convertirse en el único
directivo que ha puesto las bestias del ESMAD en los predios universitarios
para golpear a los estudiantes, traicionando una tradición de hombre de
izquierda y dirigente sindical del magisterio.
Mientras en la universidad de la Amazonia no se abran los
espacios para la confrontación y el debate saludables, y el unanimismo sea el
común denominador en la toma de las decisiones que la enrumban, las próximas
promociones de egresados no serán más que soberbios dioses de la academia.
Los integrantes del Consejo Superior de la Unimazonia tienen
una gran responsabilidad, a propósito de la elección del nuevo rector, pero,
específicamente, le corresponde al presidente Petro, a través de los delegados del alto gobierno,
cortar de raíz los votos de “viveza” y de confabulación, votos de rapiña que
históricamente han frenado el desarrollo del Alma Mater de la Amazonia.
En ese limbo de componendas y “muñequeo”, en donde muy pocos
se alzan contra la corrupción y la impunidad; en ese laberinto donde crece un
rebaño dominado por el ejercicio tormentoso y criminal de la politiquería, le
corresponde al nuevo gobierno proponer con autoridad el comienzo de un nuevo
proceso en el seno de la Uniamazonia.
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