En una finca donde pernoctamos hace unas pocas semanas, uno de los raspachines salpicaba de sangre su pañuelo al estornudar. Preocupados, sus compañeros le dijeron que se fuera para el pueblo porque esa sintomatología podría corresponder a un problema grave. El hombre, entre inocente y despreocupado, dijo que no podía ir al médico porque estaba enfermo.
En la inspección de Mononguete encontramos un gallo con dos cabezas y en la inspecciòn de Campoalegre, una gallina con 3 patas. En el casco urbano, nacieron dos pollitos que comparten una pata y las señoras de mayor edad aseguran que provienen de un huevo de dos yemas, insuficientemente incubado. Los colonos, indígenas y campesinos atribuyen estos fenómenos a las fumigaciones con glifosato que "nuestro" gobierno ha permitido para congraciarse con su patrón del norte, a pesar de los daños irreparables causados a la naturaleza.
Y en un caso parecido al del raspachín enfermo, un muchacho de 10 años nos dijo que su papá le había regalado libros, cuadernos y enciclopedias pero que no iba a la escuela porque "para qué si no se leer".
Pero un episodio que nos impresionó porque refleja la nociva influencia del conflicto armado en los niños y que se siente con mayor fuerza en estas regiones que han sido escenario de la guerra, lo vivimos en una escuelita muy hermosa, la típica escuela campesina, en el filo de una pequeña colina, de color azul encendido, con corredores amplios que le dan la vuelta y un patio grande en donde se siente desde lejos el cacareo de las gallinas y el canto del gallo padrón. Mientras hablábamos con la profesora, uno de sus alumnos de 7 años, llegó llorando y se quejó ante la maestra porque, según dijo, habiendo matado a su compañero, éste no se quería morir.
En una zona donde se vivió la intensidad del conflicto, en donde el avión fantasma y los helicópteros artillados descargan ráfagas y bombas dirigidas con rayos lásser que enrojecen los cielos en la noche o cuando los policías disparan sus armas pocos minutos después de la suspensiòn del servicio de energía en el casco urbano del municipio de Solano, en lo que llaman entrenamiento o medición de la disposición de combate, los niños juegan sucesivamente a soldados o guerrilleros y convierten palos y piedras en fusiles y bombas...se "matan" los unos con los otros y el niño de la historia, naturalmente, se enojó porque dándole a mansalva a su adversario, tenía que haberse muerto de manera instantánea, pero el muchacho seguía caminando. La profesora los reunió y después de una charla que dirigimos conjuntamente, los alumnos se pusieron a disparar de nuevo, pero frases de convivencia, oraciones de tolerancia y ráfagas de reflexiones sobre la necesidad de luchar constantemente por la paz del país.
Pero el drama cotidiano que viven los campesinos y colonos obligados por el abandono oficial y por su pobreza, es el aprendizaje para sobrevivir de los cultivos ilícitos...estigmatizados, perseguidos y satanizados por las autoridades, son conscientes de los riesgos que implica esa actividad pero ante la falta de alternativas, deben asumirlos aunque les cueste la vida o la libertad. El caso de Arley, un niño "apenas gateadorcito", como dicen las abuelas, sintetiza ese drama y tales riesgos. Sus papás le hicieron una torta, la mandaron a decorar, le pusieron una velita dorada en el centro para celebrarle su primer aniversario. Pero también remojaron con furadán, tal vez el más poderoso matamalezas existente en el mercado, varios trozos de pan para acabar con los ratones de la pequeña parcela. Las trampas fueron colocadas en los habituales corredores de los roedores que en su lucha por alcanzarlos, dejaron caer al piso algunos pedacitos que fueron consumidos por el niño...el bebé fue traslado de urgencia a la capital del departamento y a la finca llegaron muchos vecinos no a la fiesta de cumpleaños sino a una rogativa por la recuperación del pequeño y encendieron muchas velas en una plegaria que se prolongó por varios días. Este tipo de riesgos y los asociados con el conflicto como caer en una mina o ser señalados como guerrilleros o "sapos", tienen que correr los campesinos para conseguir un caldo de papa que se toman como única comida diaria. Y pensar que en las ciudades existen perros, gatos, caballos y otros animales que viven mejor que muchos compatriotas...cosas de la desigualdad...hasta cuándo????
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