-El fraude académico que, arrancando de un impulso espontáneo de Luis Angel Sánchez, “Eusajo”, desembocó de manera no deliberada en la validación de mi nota de Educación física, requerida para la graduación como bachiller Normalista. Perdí la materia por inasistencia absoluta debido a mis intensas ocupaciones como miembro de la junta directiva de la Asociación de Institutores del Caquetá, AICA, y el profesor nunca vio mi rostro. De paso por la Normal de Florencia, en desarrollo de los formalismos para su grado, “Eusajo” leyó mi nombre en una lista de estudiantes con deudas en algunas materias y, empujado por su innata destreza para las frase y las actitudes equívocas y maliciosas, se presentó ante el profesor, después de cancelar los derechos de validación, en una genial usurpación de mi deber académico.
-Dele 10 vueltas a la cancha de baloncesto, le dijo el titular de edufísica. Dos horas después, en la sede de AICA, en el barrio 7 de Agosto, con la cara adusta me reprendió severamente por mi supuesta irresponsabilidad como estudiante y mal ejemplo como dirigente del magisterio. Cuando mi réplica se endureció por su crítica, soltó esa risotada congénita que lo caracteriza, me enteró de su exitosa picardía y me cobró los $20 de entonces que pagó como valor por la validación. Sacando pecho, me gradué como Normalista y ascendí en el escalafón docente.
-La reacción de enfado y verbalmente violenta del ingeniero Pedro Antonio Farieta Gasca, tras escuchar un informe nacional por RCN en el que anuncié su destitución fulminante como alcalde de Florencia por causa de su aparición en un noticiero de TV, sonriendo, en compañía de varios miembros del M-19 que entregaron detalles sobre el acuatizaje de un avión de la línea Aeropesca en el río Orteguaza, cargado con 5 mil fusiles que sustrajeron del Cantón Norte, en Bogotá. El Intendente del Caquetá por la época, el también ingeniero Ernesto Gómez Charry, me confirmó la decisión oficial que fue ordenada por el presidente Julio César Turbay Ayala. En el momento del informe, el alcalde no había recibido la notificación respectiva y creyó que se trataba de una especulación de mala fe. Con el paso de los días, el ingeniero Farieta comprendió la dimensión de mi primicia, por encima de las consideraciones de nuestra amistad y poco a poco se produjo el restablecimiento de nuestros nexos que, con el paso de los años y hasta su muerte prematura, mostraron un nudo como el de los perros, que se afloja solamente para producir efectos productivos.
-El júbilo nacional ostensible, provocado por la liberación de los periodistas César Vallejo y Eduardo Carrillo, y
los fotógrafos Jhon Jairo Alzate y Carlos Uribe, quienes fueron retenidos por el M-19, primero, y por el ejército, después, cuando cubrían el citado acuatizaje del avión cargado de armas. De acuerdo con el testimonio de los comunicadores, el grupo armado ilegal los mantuvo en su poder durante 4 días y el grupo armado legal los retuvo varias semanas, sin explicaciones ni justificaciones y, lo más grave, sin admitir públicamente dicha retención arbitraria. Los comentarios de los liberados sugirieron que el ejército pretendió adelantar una operación macabra, consistente en provocar la muerte de los rehenes y atribuirla a los guerrilleros, como instrumento para desprestigiar al M-19 que había acumulado evidente simpatía, principalmente entre los sectores populares. Desde el batallón Juanambú, de Florencia, a donde fueron trasladados en medio de absoluto hermetismo y después de permanecer en la base aérea de Tres Esquinas, "Ernesto Cubides", los periodistas me enviaron un mensaje furtivo, escrito con un lápiz de punta escasa en un papelillo de las envolturas internas de los paquetes de cigarrillos. El lápiz diminuto y el papelillo, en el que se lee: "estamos en el batallón Juanambú", se encuentra en poder de Jhon Jairo Alzate, quien lo conserva, enmarcado, como testimonio de su salvación junto, al galardón otorgado como premio de periodismo Simón Bolívar que ganó una foto suya en la que aparece Jairo Capera en momentos en que da muerte a un miembro de las Fuerzas Armadas, tomada, precisamente, durante el accidentado cubrimiento del acuatizaje en el Orteguaza. El informe sobre su localización y permanencia en el batallón Juanambú, sorprendió a los mandos militares que intentaron en vano, con amenazas incluidas, que este periodista se retractara de esa chiva vital. Don Enrique Santos autorizó la compra de ropa, zapatos, elementos de aseo y los pasajes aéreos para los liberados y para el suscrito. El país lloró de alegría con los periodistas y sus familiares y en el aeropuerto Eldorado nos hicieron un recibimiento de héroes. En El Tiempo extendieron un tapete rojo, adornado con flores, desde la entrada hasta la oficina de Don Enrique. Esa noche, del mismo modo, me pagaron 5 quincenas que habían transcurrido desde mi vinculación laboral con EL TIEMPO y por primera vez permitieron un "chupe" en la redacción. Sin revelar la fuente de información y con el papelillo en mi mano zurda durante todo el tiempo, me sostuve en la localización de los periodistas y aunque el ministro de defensa desestimó mi chiva salvadora, en RCN y en EL TIEMPO, confiaron en la credibilidad de un periodista de provincia y con sus publicaciones presionaron la liberación de los colegas. Nunca se aclaró el motivo de esa actitud irregular ni se explicó el engaño a la opinión pública. Los periodistas fueron sometidos a presiones fuertes, intimidaciones y mal trato, y particularmente César Vallejo sufrió traumas severos que perturbaron su conducta posterior. Estas perturbaciones, a la larga, desembocaron con su salida del periódico. La última vez que nos saludamos con César Vallejo fue durante su paso por un periódico en Armenia, cuano estuve vinculado a "La Crónica del Quindío", por allá en los finales de la década de los noventa.
-La descompostura ruidosa del asesinado periodista Fernando Bahamón Molina tras verificar que varios madrazos suyos contra la Electrificadora del Caquetá, salieron al aire al ser engañado por el operador de sonido Jairo Orozco, "Montoyita", quien le desconectó los audífonos cuando narraba un partido de fútbol en el estadio Alberto Buitrago Hoyos, de Florencia. Visiblemente molesto, "El Exclusivo", como le decíamos cariñosamente en los medios a Bahamón, lanzó el micrófono contra el vidrio de la cabina y se retiró de la transmisión. Ese episodio originó una dura controversia con el entonces gerente de la Electrificadora, el "cojo" Fernando Rivera Mazabel, quien amenazó con iniciar una querella contra la emisora por los ultrajes verbales que recibió su empresa por parte de "El exclusivo", quien al quedar sin señal por el chascarrillo de Montoyita, dijo con enojo: "nos quedamos fuera del aire por esta electroapagones hijueputa".
-La extravagante impresión física, moral y emocional que produjo entre los habitantes del departamento del Caquetá el accidente de un avión turbohélice de la línea Aeropesca, el Vickers viscount HK 13 20, ocurrido pocos minutos después de su decolaje del aeropuerto "Capitolio" -como se denominaba por la época- y en el que perecieron destacadas personalidades de la vida económica, social y política del departamento. Las espeluznantes escenas que se vivieron en el cerro Matiquí durante las operaciones de rescate de los cadáveres despertaron la solidaridad nacional y el pesar de la mayoría de colombianos que vieron el percance como un ingrediente de dolor que complementaba la dura situación de orden público que vivíó la región con motivo de la llamada "guerra con el M-19". En medio de la tragedia, el caso del dirigente sindical y popular, Manuel Molina, llamó la atención de los Medios locales y nacionales de comunicación, por sus singulares características. Molina, esposo de la reconocida profesora universitaria Clarita Higuera, llegó a la terminal aérea con algunos minutos de retraso, cuando el avión iniciaba su carreteo desde plataforma pero por su estrecha amistad con Gerardo Córdoba, "el pastuso", representante de la aerolínea en Florencia, se pudo detener la nave y abrir a portezuela para que abordara el vuelo con destino a la eternidad. Manuel llegó tarde a la cita con la parca, pero esta lo esperó y se lo llevó. El caso constituye uno de mis recuerdos más dolorosos, no solo por la macabra coincidencia sino por la pérdida que representó la muerte de Molina para el proceso organizativo y de lucha de los sectores populares del Caquetá. Con su muerte, se inició el marchitamiento y el reflujo del movimiento de masas que caracterizó la década de los años setenta en el departamento del Caquetá.
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