Sentí una ráfaga de
exterminio que cruzó deslumbrando la pantalla de mi computador cuando el
profesor Alfonso Guevara, sin saludarme siquiera, me escribió en la pequeña casilla
de diálogos de facebook:
-Chucho, ¿ya sabes que murió
el padre Arnulfo Trujillo?
Bajé las manos del teclado y
vi la parca tétrica dibujada en la pantalla borrosa y hasta escuché su risa burlona,
de triunfo, que retumbó en mis orejas, mientras una onda de disgusto e
impotencia recorrió todo mi cuerpo.
Y transportado con la
velocidad de la misma ráfaga, vi el cuerpo y el alma de afirmación permanente
del padre Arnulfo, en el apogeo de su primavera vital, piadosa, pura y,
fundamentalmente, cristiana de verdad, cuando lo conocí a mi llegada al
Caquetá, hace 42 años.
Mi pensamiento cruzó todos
esos años en unos segundos y también vi la sombra de su paciencia y sosiego, el
asilo de la paz que le dieron los años tras el recorrido por la vida…como lo
encontré en agosto pasado cuando hablamos durante largo rato en su casa de
Morelia, en compañía de Jorge Pulecio y Neruda Díaz.
Fue con Usted, padre
Trujillo, con quien tuve la primera explicación de la injusticia social que
impera en el país y de la consecuente violencia que no para porque en todos los
momentos de la historia siempre han existido y existirán personas dispuestas a
luchar contra la desigualdad.
Fue en las oficinas de la
entonces Coordinación de Educación del Caquetá donde lo vi por primera vez y me
pareció extraño que no estuviera rodeado de muebles seculares, retratos al óleo
y espejos opacos, como todos los despachos clericales que conocí hasta entonces.
Con su voz parsimoniosa, de
poeta y de profeta al mismo tiempo, me dijo:
-La docencia no es solo la implementación
de un currículo, tiene que ir más allá de los conocimientos y meterse, con los
alumnos y padres de familia, en la comprensión de los fenómenos sociales.
Sentí un choque formidable,
no por lo que me dijo, sino porque me lo decía un sacerdote bien distinto al
estereotipo casi inmutable que me impusieron mis padres y que conocí como
estudiante del seminario menor de Armenia.
Con el tiempo, como activista
sindical y político de izquierda, comprobé que el padre Arnulfo retaba a los
poderosos con la fuerza de todos los huracanes y tempestades de la selva
amazónica y los responsabilizaba de la injusticia social. Pero también, con sus
frases lentas pero llenas de sabiduría, estimulaba y exhortaba a la gente, a los campesinos
principalmente, para defenderse, para que opusieran resistencia a las
injusticas mediante la organización y la defensa de sus derechos.
Una tarde, después de un
taller sobre participación comunitaria, le dije:
-Padre, sus palabras, como
los pájaros del Caquetá, tienen todos los colores porque entre el rosado de la
oración vienen los rojos de la lucha y los negros de la opresión.
-No me le meta comunismo a
estas charlas que son estrictamente cristianas, me respondió mientras con la mano derecha levantaba sus gafas.
Estrictamente cristianas,
si, entendí después durante una reunión de catequesis e interpretación de los
textos bíblicos.
-Si todos los cristianos
fueran como Usted, ya seríamos libres de la opresión…habría triunfado la
revolución, me atreví a decirle.
Con un impulso silvestre,
como la vegetación de la selva, el padre Arnulfo estuvo en todos los escenarios
del conflicto con propuestas concretas y fue un visionario que pronosticó el
fracaso del proceso rebelde que se dio en el Caquetá en los finales de la década de los 70´s y comienzo de los 80´s, porque “en la
combinación de las distintas formas de lucha se han incluido métodos crueles e
inhumanos, como matar un policía indefenso apostado en una esquina, secuestrar
a una persona porque no apoyó la lucha armada o asesinar a un campesino acusado
de colaborar con las autoridades”.
El debate fue su combate. Su
espíritu tranquilo y conciliador, pero contundente y racional, botaba ideas con
la fluidez sorprendente que llegó a desarmar a sus contradictores y a provocar
el enojo de los radicales. Pero sus polémicas apasionadas también tuvieron el
perfume de la autocrítica y la reconciliación. Fue generoso, porque era fuerte.
Veía en el fondo de los
acontecimientos con una claridad excepcional y con independencia, valor y
sinceridad exponía sus puntos de vista. Y aunque no estuviera de acuerdo,
apoyaba las decisiones que tomaba el colectivo, que en los últimos años fueron
las comunidades de Belén y Morelia.
Su evangelización no fue
invasiva, sino participativa y propositiva, con la cual se ganó el aprecio y la
admiración de un pueblo que lo llora pero que convertirá ese dolor en fuerza
para mantener la organización que le permita sobrevivir en estos tiempos de
injusticia y aceleración de la opresión.
Padre Trujillo, tú no has
muerto, solo te has ido abrazado al fantasma del honor, con los labios abiertos
al beso de la eternidad.
Cuando volví en mí, después
del aturdimiento, miré de nuevo el cuadrito de diálogos:
-Chucho, estás ahí?
-Leíste mi mensaje?
-Hola, Chucho…que se murió
el padre Arnulfo Trujillo!!!!
Llamé por teléfono a Luis Ángel
Sánchez y a Jorge Pulecio:
-Se apagó la voz pausada que
resonó más alto que el espanto de la violencia…acaba de morir el padre Arnulfo
Trujillo…y les colgué antes de que sintieran mi respiración entrecortada porque
los sollozos del alma son secretos.
Cuando muere una persona de las calidades del sacerdote Arnulfo Trujillo, la humanidad se contrae. Cuando podemos leer un artículo como este, que escribe Chucho Cataño nuestra humanidad se ensancha.
ResponderEliminarMientras no existan personas que sacrifiquen sus intereses es imposible hacer la paz. Bolívar decía que era imposible hacer patria. Lenin que era imposible la revolución. El Padre Trujillo mantuvo siempre en paz, la promulgó, la catequizó, era su religión la convivencia el desinteres, era su enseñanza, su mayor baluarte el no hacer daño en nada y en nadie, fue su cardinal de vida el enseñarnos con pocas palabras y su comportamiento la forma de entender el mundo y al ser humano. Con su silencio muchas veces nos enseñó mas..... Delo que decía su ejemplar escritura y sus precisas palabras. Adios Padre Trujillo que viaje tranquilo por las auroras Celestiales después de tan grande ejemplo de vida....... La ultima vez que nos vimos, me dijo: como fuera de bueno reunirnos y comentar un poco que fue de nuestras vidas, tengo una parcelia en la cabeceras del Sarabando iva en un carrito zuzuki con un bulto de abono y otras; yo le dije: porque somos restos de una guerra que nunca debiera haber existido. Que bueno fuera verlos para tomarnos unos tintos respirar de verdad ante todo uds que tiene una vida llena de ocupaciones.....aquellos que todavía participan de un desorden mas grande al que existía antes de la guerra.... y que los muertos lo hubieran podido vivir...pudiéramos vernos con tantos amigos......Requien eterno al P. T....que buena nota Chucho..abrazzoooos eusajo.
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