El
casco urbano y los centros poblados de San Adolfo y San Marcos fueron otras de
las regiones severamente golpeadas por el conflicto en el Huila, que ahora se
encuentran a la expectativa por el futuro del proceso de paz y sus beneficios
en materia de obras.
Un vapor de tumbas recién
cerradas me dio en la cara cuando bajándome del taxi en el parque principal de
Acevedo, Huila, miré una señora en muletas y recordé que en este municipio la
violencia dejó un rastro profundo de muerte
y desolación. Fue aquí, también, donde las FARC perpetraron dos acciones
singularmente brutales: la explosión del primer “burro-bomba” y el ataque
“experimental” con armas químicas, contra la estación de policía de San Adolfo.
El primero no fue un burro
sino un caballo, que estalló cerca de un puesto de control del ejército en la
vereda La Estrella, matando dos adultos y un menor de 14 años, y el segundo
provocó la muerte lenta y dolorosa de algunos policías que absorbieron cianuro
en sus trincheras, disparado con lanza-granadas.
Un minuto después, el desfile
folclórico infantil que abrió las fiestas de San Pedro, me impidió el ingreso
al hotel y durante una hora disfruté con
el tierno bullicio de esos lirios cándidos que florecen en el huerto de paz en
el que se ha convertido la región, cuyos mayores descorren, de a poco, el velo
que ocultó durante muchos años el camino de la armonía y el progreso.
Perdón
y olvido
Atrás quedaron los episodios
que como una mancha sobresalen en la historia de este pueblo luchador como los
indígenas Andakí, que habitaron su
territorio y fueron protagonistas importantes de la resistencia contra los
españoles. Y como el tribuno del pueblo, José Acevedo y Gómez, de quien tomó su
nombre, a quien los mismos indígenas protegieron de las fuerzas de Pablo
Morillo, hasta su muerte, en un paraje del sendero que comunica con el
municipio de Belén de los Andaquíes, Caquetá.
Como sus antepasados, los
habitantes de Acevedo resistieron la ola destructiva del conflicto y hoy, 15
años después de los hechos más dolorosos, sus espíritus rejuvenecen con las
brisas del olvido y las conversaciones de paz; sus corazones se abrieron al
perdón y a los reflejos del nuevo día, su creatividad se avivó y en los
cafetales, su principal cultivo, brilla el verde de sus hojas y de sus granos
en maduración.
De acuerdo con los
pronósticos, la cosecha de este año será una de las mejores de la reciente
historia del municipio y entre los cultivadores se vive un ambiente de
optimismo por lo que “puede ser el desquite después de tanto sufrimiento”, en
palabras del dirigente campesino Alirio Cuéllar Motta. “Todavía estamos
cogiendo algunas pepas de la mitaca, lo cual es un aviso prometedor de lo que
será la cosecha de octubre, usted puede ver los cafetales”, dijo.
Convivencia,
agricultura y turismo
Los aspectos más favorables
no están solamente en la agricultura. También, en materia de convivencia y en
obras de desarrollo, proyectadas por el gobierno local a partir de la condición
de municipio beneficiario de las obras propuestas para la etapa del
posconflicto.
El clima benévolo, de unos
19-21 en el pueblo y entre 14-18 en los sectores altos de la cordillera, el
valle del río Suaza, el parque nacional natural donde se encuentra la
reconocida Cueva de los Guácharos y la simpatía de sus habitantes, son recursos
no explotados turísticamente por causa de las condiciones de orden público que
caracterizaron la región y se encuentran dentro de las prioridades que la
alcaldesa Luzdey Artunduaga presentó en su programa de gobierno y en sus petitorios a las
autoridades nacionales para que destinen recursos suficientes para la
implementación de un sendero turístico.
El parque nacional natural
Cueva de los Guácharos es una de las 56 áreas protegidas del sistema de Parques
Nacionales Naturales de Colombia y la más antigua, creada en 1960. El parque
cubre una superficie de 90 km², 81% de los cuales son de Acevedo y el resto del
departamento del Caquetá, en zonas de cuencas tributarias de los ríos Magdalena
y Caquetá.
De conformidad con la
propuesta, el sendero ecoturístico seguirá las huellas del camino histórico
trazado por los indios andaquí, que sirvió para el ingreso de los primeros
colonizadores del Caquetá, y por donde caminó durante su refugio el prócer José
Acevedo y Gómez, hasta su muerte, en 1817, pasando, lógicamente, por la cueva
de los guácharos.
El concejal Jorge Arturo
Polanía, de la etnia andaquí, hijo de la gobernadora del cabildo, Olga María
Perlaza, trabaja en un proyecto de libro en el que pretende recuperar la
historia de la región, desde sus ancestros, sus mitos y leyendas, así como los
hechos de la reciente violencia, con el detalle y balance de la barbarie que
vivieron los acevedunos.
Polanía sostiene haber
encontrado evidencias según las cuales La Gaitana no se suicidó tirándose al
río magdalena, en Pericongo, acosada por las fuerzas enemigas, sino que huyó a
través de un túnel entre Timaná y Acevedo, en donde murió junto a los anayacos.
Infraestructura
La denominada falla de
Timana, que afecta una extensa zona del costado occidental de la cordillera
oriental, atenta de manera permanente contra el estado de la vía desde el cruce
San Martín, de la carretera Suaza-Florencia, hasta Acevedo. “Son 900 metros
fatales, con permanentes cambios imposibles de prever y difíciles de corregir”,
manifestó un ingeniero del municipio.
Ya se encuentra adjudicado
el contrato para la pavimentación de 7 kilómetros entre La Victoria y San
Marcos, en la vía a San Adolfo, dentro de un proyecto de rehabilitación de ese
tramo, eje del corredor hacia la cueva de los guácharos, destino turístico
“bandera” del municipio.
Los
ojos del pasado
Los petroglifos, las figuras
hechas por incisión en rocas son diseños
simbólicos grabados por nuestros ancestros prehistóricos, considerados como el
más cercano antecedente de los símbolos previos a la escritura. Son los ojos
del pasado que nos miran recelosos y cuestionadores, a través de sus derroteros
de estilos mágicos, no descifrados todavía. Son como prefacios ilustrativos de
la mañana de la especie humana sobre la tierra.
En la vereda Tijiñá, no muy
lejos de la quebrada del mismo nombre, a 20 minutos del pueblo, existen
numerosas piedras marcadas, muchas de ellas con sus pinturas en decadencia,
entre la hierba y la maleza, en un imperdonable irrespeto por la tradición. Uno
de los más famosos es el conocido como “los 9 soles”, que aparentemente muestra
el sistema solar, muchos siglos antes de Copérnico, Galileo Galilei y Kepler.
Para algunos académicos, las
imágenes grabadas sobre piedras no constituyen un lenguaje ni implican un
mensaje escrito, a diferencia de los jeroglíficos, las pictografías y otros
métodos. Lo que hacen los petroglifos es plasmar dibujos que permiten exhibir
una escena o narrar, en cierta forma, una historia. Personalmente, los interpreto
como un lenguaje porque son emisiones de señales para un destinatario, aunque el
hombre soberano de la tecnología no los pueda leer.
San
Adolfo, tras la reconquista de la cueva
Con el rumor de las aguas
del río Suaza que bajan atropelladas saltando de piedra en piedra, y el perfume
de sus cafetos y plataneras, la vía que va desde Acevedo a San Adolfo es un
largo mirador que nos permite apreciar la belleza y feracidad del valle,
vigilado por guaduales que baten sus hojas diminutas y se inclinan reverentes
por la furia del viento.
Los habitantes más antiguos
de Versalles sostienen que Jorge Villamil compuso su tema “Los guaduales”
durante una visita a esa vereda y hasta
le mostraron al periodista el sitio exacto en donde estuvo el ilustre compositor.
No he visto en ningún otro lugar de Colombia una sucesión de guaduales como la
del valle del río Suaza pues en el eje cafetero esta especie de bambú muy
grueso y alto, con púas y canutos, crece por secciones de mediana extensión y a
ellas los indios Quimbaya las llamaron “cañas gordas”.
Al llegar al caserío,
inevitablemente tenemos que volver los ojos al pasado por los testimonios
atropellados de la población que se apresura a contar su tristeza, a mostrar
las heridas no cicatrizadas que le dejó la violencia guerrillera.
-Este cuartel de la policía
es nuevo. El otro fue destruido durante la última “toma”, en 2001, que incluyó
los ataques con cianuro”, narró un policía que estaba en la garita de
vigilancia.
Huyendo de esas historias
escabrosas y tristes, llegamos a la residencia del gestor cultural y guía
turístico, Beda Dorado y su esposa, Zuleima Papamija, para quienes es urgente
que el municipio de Acevedo se apropie y monopolice la intervención del parque
natural Cueva de los guácharos, tras una decisión reciente de Parques
Nacionales que le confirmó su dominio sobre la reserva después de muchos años de
que su vecino, el municipio de Palestina, liderara la explotación turística,
aprovechando que tiene acceso por su territorio.
Propuso, además, que con el
apoyo del gobierno nacional se mejoren los numerosos balnearios naturales a la
orilla del río Suaza, desde las propias faldas donde brotan cascadas
espectaculares como cabelleras de ancianas.
El cerro “Punta”, donde nace
el río Suaza y otros pequeños afluentes que lo nutren más abajo, es una
monumental fábrica de agua y un excelente mirador, inclusive con vista infinita
hacia el departamento del Caquetá y sus
entrañas laberínticas forman otras
cuevas adyacentes a la de los guácharos. Robledales y otras especies
representan la mayor parte de su flora y es el hábitat del mono maicero, el mono churuco, la marimonda, el venado, la
danta de páramo y algunas especies de osos pequeños.
La señora Zuleima Papamajoy
es otra víctima de la guerrilla y recordó que su padre, Alcibíades Papamija,
fue asesinado pocos días después de que en desarrollo de una asamblea obligatoria
de habitantes, que convocaban las FARC durante su “reinado”, les “cantó la tabla”
sobre sus abusos. “Después de su asesinato, todo el mundo huyó y aquí no
quedaron sino los fantasmas”, recordó. La señora Papamija es, igualmente, la
responsable del manejo de los puntos “Vive Digital” establecidos por el
minTIC como aporte al proceso de
conectividad en distintas zonas del país y como su esposo, es guía turística.
La alcaldesa precisó que la
vía desde La Victoria hasta San Adolfo es una carretera departamental y le
pidió al gobernador Gonzáles Villa ordenar su mantenimiento permanente.
El corazón, la mirada, los
suspiros y los anhelos de los habitantes de Acevedo y sus veredas están puestos
en el posconflicto, con la ilusión de un mundo nuevo amenizado por los himnos
de sus pájaros emblemáticos, los guácharos, que desde sus encrucijadas oscuras
también confían en la preservación de su nicho biológico.
Aferrados a sus palos de
cafeto, con la vista puesta en el nuevo amanecer,
los acevedunos piensan y esperan que con
el posconflicto comience su verdadero renacimiento, la convivencia y el
progreso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario