Una llamada del profesor
Ancízar Tangarife me puso frente el espejo retrovisor de la historia reciente y
entonces vi, entre orgulloso y nostálgico, algunos episodios de mi efímero paso
por el Colegio Corazón Inmaculado, de El Doncello, Caquetá, hace ya casi 40
años.
Y bajo ese cielo de los
recuerdos, me propuse ponerle palabras a los hechos para envolverlos con
ternura y cariño, a propósito de la celebración de los 50 años de esta querida
institución educativa. Para reivindicar fervorosamente su importancia como
forjadora de las improntas que han dejado en el desarrollo regional, en la
convivencia, en el bienestar colectivo, en la academia, en el deporte y en la
política, muchos de los jóvenes que pasaron por sus aulas con las almas
desnudas, con las esperanzas en construcción, con el frenesí de la juventud.
Entre
el sueño y la realidad
Aunque muchos padres de
familia y algunos docentes estaban preocupados por la falta de un colegio para
la educación secundaria de sus hijos –que estudiaban la primaria en la Abel
Molina y en la Cristóbal Colón- y a pesar de que todos se afanaban, ninguno
parecía saber cómo buscar soluciones. Pero algunos se ampararon en el torrente
poderoso, en la fuente inagotable de iniciativas, en el educador ejemplar e
incansable que recorría escuelas veredales en tiempos de la Inspección Nacional
de Educación: el padre Juan de Michellis. Y fue él quien se puso al frente de
la materialización del proyecto de fundación del colegio, de este huerto al que
muchos miran hoy por entre los pergaminos de sus éxitos. Rodeado por el entusiasmo de otro
sacerdote, Bruno del Piero, y de algunos
profesores como Elvia Murillo, Cecilia Ortíz, Argenis Ariaz y Jorge Ortíz,
principalmente, le vendió la idea a Monseñor Angel Cuniberti, otro apóstol de
la educación y a quien el Caquetá le debe un reconocimiento.
Monseñor Cuniberti le hizo
un moño al proyecto, le puso guirnaldas, pulseras y un cinturón de perfumes. En
un gemido dulce de aprobación, lo puso a rodar enseguida y un día, al
despertar, la comunidad vio el colegio como una flor recién abierta. Los
pájaros cantaron, el viento agitó con fuerza las ramas de los árboles y la
comunidad celebró el triunfo en ese ya lejano 1966.
Son 50 años, durante los
cuales ha pasado de todo, desde los tropeles huracanados –académicos y
disciplinarios- que encresparon la vida del colegio; las tormentas silenciosas
amainadas por el debate y la autocrítica; la tiza y la almohadilla; la llegada
del primer computador en 1990, las pataletas de los nuevos estudiantes, los
paros sucesivos de la década de los 70s, hasta los resplandores prodigiosos y
musicales del éxito institucional y de los triunfos de sus alumnos y exalumnos.
Como el vaivén dialéctico de la luna llena y la luna nueva, como un carruaje
majestuoso conducido con solemne rapidez. El salto desde un escenario
semisalvaje a la “nube” del espacio cibernético que lo convirtió en una atalaya
desde donde se proclama la lucha por la Libertad y por la Verdad.
Despilfarradores de
alientos, derrochadores del escaso presupuesto familiar, perjuros, ultrajantes,
brutales, extremistas, incrédulos, belicosos y algunos lujuriosos, pasaron por
las aulas del colegio, volvieron locos a
directivos, docentes y a sus condiscípulos, pero la magia de la pedagogía
transformó su furiosa energía en capacidad de servicio.
Buenas
semillas, excelentes cosechas
Celebrando su medio siglo,
el Corinmaculado es un huerto en donde miles de jóvenes han regado y cultivado
las semillas de sus anhelos y ambiciones, en donde comenzaron la construcción
de las trincheras que les sirven para enfrentar la lucha heroica y constante
que demanda la vida en este país ahogado por las desigualdades, la violencia y
la corrupción.
Jesús Ángel Gonzáles y Fredy
Arredondo, egresados de la primera promoción de bachilleres, en 1976, -que
justamente tuve el honor de
acompañar- son considerados como los más
brillantes frutos de la primera cosecha. El primero fue gobernador del Caquetá
–además de haberse “sonsacado” a la secretaria del colegio- y el segundo,
alcalde de El Doncello. Desafortunadamente, los dos murieron en la flor de su
juventud.
En el sendero siempre
florecido del colegio hubo excelentes cosechas. Ya son 40 promociones con
cientos de semillas de democracia esparcidas desde el Corinmaculado. En el
2002, Eliana Velásquez Varón, obtuvo el premio Andrés Bello, ganó una beca de
Ecopetrol y se formó como ingeniera de petróleos.
Durante 3 años consecutivos
(2005-2006-2007) el colegio se ubicó en
la vanguardia de las pruebas Saber once- ICFES-
primer puesto a nivel departamental.
En 2012, Sergio Duvan
Gutiérrez Barreto recibió reconocimiento de la ministra de educación nacional
al mejor estudiante del Caquetá.
En 2014, Luis Ángel Osorio
Lupaco obtuvo cuatro menciones Andrés Bello por
ser el mejor bachiller del Caquetá. Además obtuvo beca por ser el mejor
pilo y se encuentra matriculado en una de las mejores universidades del país.
En 2014, primer puesto en el
municipio y segundo en el departamento; siete estudiantes obtuvieron la beca
“Ser pilo paga”.
En 2015, se mantienen los
primeros puestos y ocho estudiantes obtienen la beca “Ser Pilo paga”.
En 2011, 2014 y 2015 mención de honor a la institución
de parte de la gobernación del Caquetá, por los excelentes rendimientos
académicos.
En 2015, pruebas Saber once,
primer puesto a nivel departamental.
Verdadera
pedagogía
Por el colegio también han
pasado docentes "estrella", convencidos de que la verdadera pedagogía
es la capacidad de convertir la escuela en un espacio para el conocimiento, en
donde se enseña y se aprende. Porque enseñar ya no es la transmisión del conocimiento
acumulado y aprender no es, exclusivamente, la recepción de contenidos.
Se trata de comprender el
mundo, los objetos, los fenómenos, percibir la belleza, comprender la exactitud
científica, despertar el sentido común y, de manera especial, asimilar los comportamientos
ciudadanos, el respeto de los demás. Desde los primeros años de funcionamiento,
en el Corinmaculado se destacaron docentes opuestos al carácter
"bancario" de la educación, a la sumatoria de datos universales que olvida
circunstancias particulares de las comunidades, sus intereses y sus anhelos.
Gabriel Sandoval, Alonso
Orozco, Luis Alfonso Páez, Fernando Troncoso y German Carvajal sobresalen en el
grupo de docentes que lideraron las transformaciones orientadas a ligar la
educación con las necesidades de la población. Y a su lado, una larga lista de
docentes quienes propusimos el deslinde con las tendencias memorísticas, que
priorizan la acumulación de datos aislados de la realidad particular, para
acoger todas las ideas venidas del entorno social, de las condiciones
particulares que se presentan en el medio en el cual se desarrollan los
procesos de aprendizaje.
Otros, como los actuales
directivos Roque Cisneros y Ancízar Tangarife, han estado en la transición de
la institución, en las mutaciones forzadas por el desarrollo tecnológico, en
los nuevos retos de la pedagogía, en la construcción de canales de comunicación
con los más vulnerables para trasladar sus experiencias desde el aula a otros
espacios en donde también se necesita la formación para la transformación
social.
Breviario
de luchas
Las madres piadosas y
abnegadas quienes, metiendo sus manos a la candela, educaron a sus hijos,
tienen, del mismo modo, un sitio especial en la celebración de los 50 años del
colegio. Doña Mónica Caviedes es el símbolo del sacrificio, del encanto. Muchas
mamás han educado a sus hijos con la venta de arepas y en muchos casos, sus
hijos no aprendieron sino a comerlas.
También pasaron por el
colegio muchos cóndores furiosos, cuyos espíritus flamearon como antorchas
avivadas por un huracán: Ricardo Vásquez, un rebuscador que le puso pasión a la
venta de avena y buñuelos para financiar sus estudios; Jimmy Giraldo, quien en
el brillo de los zapatos que lustraba vio su futuro; Luis Eduardo Bonilla,
tímido campesino transformado en médico ilustre gracias a su alma demasiado
fuerte y la venta de limones y naranjas. En este ramillete de fortalezas está,
también, el sacerdote Efraín Antonio Gómez, por momentos proscrito pues sus
opiniones asustaron a varios profesores.
Recuerdos
inolvidables
Mirando la vida con la lupa
de mis recuerdos, con la tranquilidad de la hora crepuscular, vi con toda
intensidad, aquellas escenas de mi paso por el Corinmaculado. La música que
sonaba para el ingreso de los estudiantes, las disecciones de animales en mi
clase de biología, las discusiones sindicales en la sala de profesores y hasta
el noviazgo de la entonces secretaria, Raquel García, con el estudiante Jesús
Ángel Gonzáles, que desembocó en matrimonio. Ah, y naturalmente, mis aventuras
juveniles con la profesora Marina Díaz, por causa de las cuales nació Tania
Mireya, mi hija mayor, actualmente coordinadora de una institución educativa en
Calarcá, Quindío.
Cuando cumple medio siglo,
el colegio Corinmaculado es como una gran casa solariega en donde se siente el
alma de sus inspiradores y forjadores que pusieron el polen del conocimiento,
florecido bajo un sol de esperanza para muchos caqueteños.
Las
almas de sus forjadores
Con el alma de sus pioneros,
bajo la tutela invisible de Monseñor Cuniberti y con el esfuerzo de todo un
colectivo, crecen los rosales en este huerto de la inteligencia. Quienes lo
abonan, mantienen como meta que sus huéspedes comprendan el mundo, los objetos,
los fenómenos; que perciban la belleza,
interpreten la exactitud científica, despierten el sentido común y, de manera
especial, asimilen los comportamientos ciudadanos y el respeto de las ideas
ajenas.
Las reverberaciones de sus éxitos,
los triunfos de sus alumnos, los
pergaminos de sus docentes y directivos, son como miel silvestre y rocío del
cielo que abona el recuerdo perenne de aquellos que trabajaron por su
fundación.
Personalmente, en la mágica
perspectiva de mis recuerdos, cuando el sol se hunde, veo una sombra grande,
muy grande, reflejada en el horizonte. Es el Corinmaculado, en donde mi
espíritu juvenil fue besado por los labios de la lucha por la Libertad.
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