La fiesta
del verde en todas sus tonalidades, la gama cromática del firmamento, el olor
de la vida saliendo de la vegetación, los robles, los sauces, los nogales, los
aguacates y las plataneras, rodean los cultivos de café, en el departamento del
Quindío, que constituyen un área única de Colombia declarada por la UNESCO como
Patrimonio de la Humanidad.
De manera
paradójica, el paisaje cafetero quindiano configura una armonía entre los
contrastes de la topografía con su apoteosis de colores, el resplandor del
amanecer, la dulzura del crepúsculo, la palidez de las nubes y el color púrpura
de las tardes en las extensas planicies o en las montañas coronadas por cerros
que apuntan al cielo, en cuyos cafetales y entre telarañas formadas por ríos y
arroyos, cientos de hombres y mujeres
recogen el grano rojo grana, precursor del mejor café del mundo.
Y en medio
de esa perspectiva encantadora, como la materialización de un sueño, como el
ideal tomando forma en la armonía del color, en la perfección de las líneas
geográficas y en la calidez característica de los herederos de la cultura paisa, se encuentra
"La Tata", una hacienda donde se enseña cómo se cultiva, se recolecta,
se beneficia, se seca, se trilla, se tuesta el grano y se prepara el café, cuyo
aroma y sabor son famosos en los más cotizados restaurantes de las principales
ciudades del mundo.
Empezamos el
recorrido muy temprano, desde luego, a bordo de un williz, modelo 54,
repotenciado con un motor grande y mantenido de manera impecable. El guía
comenzó su inducción después del saludo protocolario en el que dejó ver su
cordialidad y manejo del tema cafetero.
Tras su
reconocimiento como “Paisaje Cultural Cafetero", se redoblaron los
esfuerzos para dimensionar la cultura cafetera a niveles que permitan su
conservación, sostenibilidad, integridad y autenticidad como vínculo sagrado
del hombre con la naturaleza. Entonces,
se puso en marcha una estrategia dirigida a potenciar turísticamente los
recursos propios de la cultura cafetera, incluídos los componentes
fundamentales de su condición, como son la simpatía, la “picardía” -o tendencia
permanente a utilizar expresiones de doble sentido en sus conversaciones- la
solidaridad y el amor al trabajo.
En el
departamento del Quindío se generó en los últimos años una nueva industria, a
partir del paisaje cultural cafetero, y de manera progresiva los productores
remodelaron y adecuaron sus fincas para alojar a miles de turistas de todo del
país y del extranjero que llegaron a su territorio, atraídos por las campañas
promocionales del llamado eje cafetero en distintos medios de comunicación,
siempre amparados en la declaratoria de patrimonio por por parte de la UNESCO.
El contacto
con el espacio verde genera unas condiciones especiales que caracterizan a sus
habitantes quienes, además de su simpatía, desarrollan habilidades especiales
para sus relaciones con la naturaleza hasta el punto de conocer el cielo y sus
señales para determinar el tiempo de lluvias o las época de siembra de sus
cultivos de pan coger, alrededor de sus fincas, como maíz, yuca, fríjol y
hortalizas. Asimismo, muchos de ellos pueden determinar la dirección donde se
pone el sol, a partir del color de las hojas de las algunas plantas parásitas o
establecer el sitio en donde se esconden el escorpión, la araña y la serpiente.
A esas potencialidades excepcionales se les conoce como sabiduría popular, que
incluye, del mismo modo, la capacidad para predecir eventos y para reconocer
plantas medicinales.
Durante el
recorrido, el guía de "La Tata" nos indicó, además, que el
recolector, la mula, el arriero, las chapoleras –mujeres recolectoras- y el
jeep, son los componentes principales de la cultura cafetera, pero los arrieros
y los jeeps –vehículos construidos por los americanos durante la segunda guerra
mundial- son, quizá, los elementos de mayor recordación, convertidos en
verdaderas leyendas de la cultura popular en las zonas productoras del grano. A
los conductores de los jeeps, algunos los llaman "los arrieros
modernos", pues conservan algunas "virtudes" de aquellos, como
su condición de correos humanos, la simpatía y hasta sus habilidades de
seducción de las mujeres campesinas.
La
arquitectura de sus viviendas, en el campo y en los asentamientos urbanos es,
del mismo modo, muy similar, con casas de
solares grandes y corredores anchos, construidas principalmente con guadua
-cañazas o tacuaras también conocidas como bambú americano- y una mezcla de
barro y estiércol de ganado bovino. Por lo regular, las viviendas son
construidas cerca de los guaduales, que dominan las orillas de las quebradas
que cruzan el paisaje.
En "La
Tata", los visitantes pueden transitar los caminos que se meten por entre
cafetales, cuya vista aérea muestra la perfección de la línea que evoca el
ensueño entre la desnudez de la vegetación. Todas las casas por donde cruzan
los senderos, son despensas de productos agrícolas y depósitos de simpatía de
los humildes campesinos, indicadores de que en ese territorio siempre ocurren
cosas buenas. Los animales más fuertes dominan, los otros se acomodan; los
pájaros ofrecen su concierto como himno triunfal de la libertad, los
recolectores cantan solitarios en el surco y en los cafetos las ramas florecidas
de blanco indican que habrá una excelente cosecha.
Metido en el
cafetal, entre la aroma de la hierba, la blancura de hostia de las flores, los
lineamientos mágicos de los surcos y la miel de mucílago del café, se percibe
una sensación combinada de voluptuosidad y melancolía, una misteriosa mezcla de
grandeza y perfección que jamás se siente en la ciudad aunque vivamos en
condiciones de máximo bienestar. Esa carga visionaria pasa por el alma en ondas
que renuevan y entonces uno piensa que de verdad el Quindío es el corazón del
eje cafetero.
Las
chapoleras -las mujeres recolectoras del grano- son un capítulo singular en la
cultura cafetera. Valientes,sensibles, cariñosas y simpáticas, muchas de ellas
van al "corte" con sus hijos o compañeros y en muchos casos superan
los promedios de los varones. Con su voz tocada por el "siseo" del
lenguaje paisa, una de ellas nos dijo que nunca dejará de ser romántica aunque
"me toque cargar el bulto de grano recolectado o arrear una mula". De
ellas se dice que en las noches silenciosas salen a recibir los besos que sus
amantes les mandan con los rayos de la luna.
Un vehículo
hace dos recorridos diarios por los senderos de
"La Tata" con el fin de evacuar el grano desde los
cafetales hasta el sitio de despulpe o pelada, operación que se realiza, del
mismo modo, todos los días por cuanto el azúcar que protege el café comienza su
fermentación tan pronto es desprendido de la planta. La pulpa es utilizada para
procesos de fertilización y el grano es sometido a lavado y secado, de manera
tradicional, al sol, o en en modernos silos eléctricos.
Como una
obra de pintor desconocido, el café seco es trasladado a la trilladora en donde
por procedimiento de trituración especial, se separa la cascarilla de la
almendra, que va directamente a la Federación Nacional de Cafeteros para su
exportación y pequeñas cantidades se reservan para la preparación del café
particular de la hacienda, el café Batará.
En "La
Tata" está representada con honor la simpatía y laboriosidad de los
colonos Antioqueños, quienes llegaron en el siglo XIX, que persiste en la
actualidad y ha creado una economía y una cultura profundamente arraigada en la
tradición de la producción de café, cuyos sucesores han sabido velar y prolongar con tacto exquisito y en busca de
que lo violento sea sustituido por la tolerancia y la convivencia, en una
búsqueda permanente de las condiciones favorables para el desarrollo pero
siempre en medio de la belleza natural, ensoñadora.
Porque en la
época de nuestros antepasados no se había escrito todavía el verso blasfemo de
la amistad y la vida pasó siempre entre la luz de la armonía y el trabajo.
Porque la gente del Quindío y de toda Colombia quiere rescatar la tranquilidad
que le han robado al paisaje cafetero y a sus habitantes. Los paisas quieren
hundirse en la bondad del olvido y están seguros que poco a poco reconstruirán
su armonía y su felicidad.
Bienveidos a
"La Tata", en donde se viven los momentos más fantásticos para la
meditación pues los murmullos gimen, las palmas bailan, los arroyos cantan y la
luna se levanta silenciosa en el oriente, como una hostia gigante sostenida por
las manos invisibles del dios de los Quimbayas.
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