Termina el 2015 y en el sendero que recorre nuestro país no vemos sino las rosas pálidas del peligro, de la injusticia y de la violencia, bajo un cielo de quietud, de conformismo, de resignación y de hipocresía. Las flores del triunfo se abren solamente para los poderosos, quienes bajo un viento de voluptuosidad celebran el vencimiento, la resignación y el letargo de la gente del común.
Y bajo la sombra del silencio que lo tapa todo, se oyen tenues y confusos gruñidos que intentan mostrar la miseria de un pueblo sometido por la mentira e ilusionado con promesas imposibles de materializar.Una izquierda atomizada y confusa, que le hace el favor a la derecha y un sindicalismo asustadizo y arrodillado que le da visos de legalidad al salario insuficiente y a la infamia de los patronos.
Pero los déspotas logran -por la magia del mercadeo- que el pueblo abyecto se funda con ellos en el abrazo de Judas a la medianoche y se mantenga hipnotizado mientras le venden sus mercancías y toda la basura del consumismo. Terminadas las fiestas, la gente del común se despertará, regresará a la realidad con el puño, con el puñal y con el hambre que le devolverán los dueños del poder, sus elegidos y sus gobernantes.
Las fiestas de Navidad y fin de año son como el anestésico para poner a dormir al pueblo, como un sueño de muerte, durante el cual le cierran la boca y le ponen sobre su pecho la marquilla de la dominación, la semilla de la servidumbre y del conformismo, para que florezcan durante todo el año, como un combustible, como un inmunizante que les dure hasta las próximas fiestas.
Confiemos en que un rayo salvador lo sacuda o que un genio del pensamiento le ponga en su corazón otra semilla, la de la protesta, que germine y produzca el fruto despertador de la movilización para transformar esa diversión en momentos de reflexión, para desatarse las cadenas, para insultar la desigualdad, para formar un torbellino que trastorne el “triunfo” de los poderosos y ponga la gloria de la justicia y el bienestar en manos del pueblo.
Invoquemos el rayo salvador y metámosle cráneo para imaginarnos nuevas formas organizativas que nos permitan unir el enojo colectivo en contra de quienes han manipulado la realidad nacional por siempre para su beneficio y han llevado al país por los caminos de la desigualdad, que a su vez provoca la violencia; han dilapidado los recursos naturales, se han enriquecido con la corrupción y han entregado el país, de rodillas, a los monopolios extranjeros.
¡Felices besos de Tartufo!
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