La cercanía, la inmediatez, la imaginación y la inspiración
de quienes la realizan, hacen de la Radio un instrumento casi mágico para
el tratamiento constructivo de las
diferencias, el cultivo de la tolerancia y la promoción de la convivencia.
A pesar del auge de la
tecnología y las redes sociales, la Radio es el medio de comunicación
más dinámico y atractivo que sobrevive gracias al vínculo siembre renovado e
imperturbable entre los actores de este medio de comunicación, los emisores, y
sus oyentes, en campos y ciudades. La magia de las palabras que se meten por
entre un micrófono, saltan a un equipo transmisor, ascienden por una antena
desde donde saltan al vacío y se
convierten en patrimonio colectivo, logra que, sin autorización, se metan, gloriosas o tristes, falsas o verdaderas, a todas partes y provoquen, además, situaciones
comunicativas muy particulares porque el oyente tiene que imaginarse todo a
partir de lo que escucha. Un oyente de radio nunca será un individuo solitario
porque por esa magia siempre tendrá una compañía.
El ama casa que prepara los alimentos, los conductores de buses, busetas, colectivos y taxis; los lustrabotas -embellecedores de calzado, se autodenominan ahora-, el obrero, el estudiante, el campesino en el surco, todos, pueden escuchar la radio sin abandonar su actividad principal.
Hasta hace pocos años, quienes produjeron la radio, se proclamaban como los ojos, los oídos y la voz de sus oyentes, demostraron que la Palabra lo es todo, que la Palabra es la
vida, y renovaron permanentemente su pasión por el micrófono como
instrumento ideal de la comunicación que permite el
diálogo para el tratamiento de las diferencias cotidianas, para la
consolidación de la convivencia en regiones que históricamente han sido
escenarios del conflicto.
Pero la Radio entró en decadencia vertiginosa, golpeada por el auge de las redes sociales que recogieron toda su magia, o mejor, expresaron espontáneamente la imaginación, la creatividad, el buen humor y en general las condiciones que caracterizaron a la buena Radio. Además, a las cabinas de las emisoras llegaron personas sin voz, sin aliento, sin preparación, sin pasión por el oficio y entonces la crisis no es de la Radio misma sino de quienes la hacen. Es triste, pero evidente, que muchas emisoras de radio se convirtieron en flautas que suenan con el aire de las pautas publicitarias del gobierno y de los grupos económicos. A los gobernantes, les maquillan constantemente sus perfiles y a los segundos les ayudan a vender sus productos. Los Periódicos también entraron en crisis y, como la Radio, su decadencia no es por su condición sino por quienes hacen periodismo.
Pero en el fondo de la crisis de los Medios está la concentración del capital económico, que va de la mano con el llamado capital informacional, mediante el cual el Estado elabora, concentra y maquilla la información, con la ayuda de los grandes Medios de comunicación. Solo los peces gordos sobreviven..
Estuvieron de acuerdo en que por las condiciones económicas y formas de contratación, los realizadores de Radio ocupan la mayor parte del tiempo en la búsqueda de anunciantes para
garantizar la subsistencia, lo cual, muchas veces incide en la calidad de la
producción.
Con todo, muchos radiodifusores, se aferran al concepto clásico de la belleza de la
palabra oral en los labios de quienes la pronuncian con espontaneidad, con claridad, con amenidad y siempre en función de los intereses del colectivo, como un contrapoder que lleva la vocería de aquellos que regularmente no son escuchados.
La Palabra de la
gente que hace la Radio cotidiana en la provincia, en pueblos y veredas, es
reveladora, apasionada, solidaria y gloriosa. Pero, del mismo modo, la Palabra
debe ser un acto que convenza, un ejemplo que fecunde. Nuestras palabras
siempre deben corresponder con lo que pensamos y lo que hacemos siempre debe
coincidir con lo que decimos. De lo contrario, nuestra Palabra sería tan
traidora como el silencio cómplice.
Las nuevas condiciones para el ejercicio de la Radio abrieron el camino para las propuestas de la Radio alternativa que ya es más que una ilusión, es una esperanza para un país dominado por el crimen y la fuerza.
El periodismo alternativo desde la Radio es, pues, una opción que nos permite cortarle la carótida a la politiquería en la información y romper esa cadena que condena a los comunicadores a su dependencia del gobierno, de los poderosos, del comercio y de la politiquería.
Un periodismo alternativo que, además, por su carácter horizontal, se retroalimenta de manera constante y pone la controversia fraternal como elemento fundamental en la dinámica informativa que, del mismo modo, genera grupos de estudio y trabajo que no solo contribuyen al registro verdadero de los hechos, sino que también impulsa procedimientos dirigidos a transformar la realidad en donde se ejercita.
El periodista alternativo es, asimismo, un generador de ideas, un inquieto creativo de circunstancias, un inventor de nuevas formas de mostrar los hechos y de explicar sus implicaciones, un analista permanente y a su vez autocrítico que corrige las fallas en un aprendizaje permanente.
La Palabra es el molde en el que vaciamos las ideas. Un
molde mágico y sonoro, y la Radio seguirá siendo el verboducto para transportar los
pensamientos.