Muchos, muchísimos familiares
y allegados míos se han apagado, hasta el punto de que ya es más larga la lista
de amigos muertos que la de los vivos y vividores. Camino por entre una larga
avenida de cruces, semejante al colosal cementerio de Arlington, en donde la
simetría de cruces en todas las direcciones impresiona por su rigurosidad y por
el origen de esos muertos, que es la guerra.
Muchos volcanes apagados,
algunos de dos cráteres, se saludan, extintos bajo la misma causa, la violencia,
y las llamas de sus secretos son como las rosas negras del silencio, que
también son las flores del dolor y en muchos casos de la complicidad. Otros
bajo el hacha de las enfermedades, pero todos van por el camino del gran
silencio, el silencio del olvido.
Y como la diversa desigualdad
es una condición que vivimos todos los colombianos, hay muertos envueltos en los
laureles del éxito, entendido como la capacidad para derrotar al amigo, al vecino,
al compañero de aula y montarse en el ascensor social. Murieron, del mismo
modo, los amigos tempestuosos, los triviales, los cantores, los poetas, deportistas,
los docentes que valen más que los poetas, los luchadores sociales, los que le
dieron la espalda al dolor colectivo, los ruiseñores del poder.
A unos les hicieron
suntuosos funerales y otros, como el poeta y maestro argentino Almafuerte,
llegaron al cementerio escoltados por los niños a los que enseñaba.
Con manos, labios y palabras
trémulas, a muchos de ellos les dije “Hasta luego” desde mi blog, siguiendo una
tendencia muy generalizada en nuestro medio como es la reproducción y
admiración, a veces preciosista, de las tristezas, de las nostalgias derivadas
de la muerte de las personas.
Huyendo de esa tendencia, de
la atracción que sentimos hacia la muerte y hacia todos los aspectos
relacionados con ella, de esa necrofilia que une a las familias de los difuntos, he
decidido detener los gemidos, los panegíricos y los ecos del llanto por la
muerte de un amigo. Mis “Hasta luego”, como voces de los muertos, serán
remplazados por vigorosas “Historias de Vida” con las que mostraré y cantaré
los vuelos de mis amigos y exhibiré sus laureles antes que se marchiten con la
muerte porque, más temprano que tarde, ese muerto estará solo y le llegará el
olvido.
“En vida, mi hermano, en
vida”, es un concepto de Pablo Neruda que se ha hecho popular para expresar la
importancia de los reconocimientos en vivo, que describan los hechos más importantes compartidos por las personas que
se cruzaron y se mezclaron en el paseo terrenal.
Trabajo en la elaboración de
la lista. Y comenzaré muy pronto porque prefiero estrechar la mano calurosa de
muchos sobrevivientes de la violencia, de la injusticia y de la politiquería,
antes que darle una mirada triste en su féretro y escribir unos recuerdos sin interlocutor.
Quiero charlar, quiero
explotar, quiero gozar, quiero llorar pero de alegría; quiero “conspirar” con
el buen humor; quiero revivir, quiero escribir sobre la trascendencia política
de una generación que lideró el auge de masas para luchar contra uno de los gobiernos
más represivos de la historia y que acompañó importantes reivindicaciones para
el pueblo caqueteño, como la interconexión eléctrica.
Muchos de esos guerreros y
conquistadores sobrevivientes que ocupan un espacio importante, determinante,
en la historia personal y en la de mis territorios queridos, Quindío, Huila y
Caquetá, estarán aquí muy pronto y como la lírica es “el vestido visible de las
cosas invisibles”, vamos a darle a la amistad la dimensión que tiene en la.vida…del
mundo de los muertos que yacen en el fondo del alma, vamos al mundo de los
huracanes vivientes, llavecitas.
Hermosa propuesta la que expresas, Dios te permita disfrutar de la amistad de muchos y quedo a la espera de muchas historias de vida, para deleitarme y aprender de sus anecdotas y de su pluma!
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