miércoles, 26 de diciembre de 2018

Viaje fascinante al Geoparque Nacional Toro Toro, Bolivia




Una carretera en construcción que haciendo esguinces y piruetas de ingeniería se mete por entre varias cadenas de montañas y picos de formas y coloridos singulares, entre huellas de dinosaurios, pinturas rupestres, pueblitos indígenas y cañones profundos, nos lleva a Toro Toro, en el departamento de Potosí, cuyo lema es ‘la ciudad de los dinosaurios’.
Y es el eje del llamado Geoparque Nacional, considerado como un tesoro que Bolivia protege y es ejemplo al continente y al mundo. Los expertos, como el científico brasileño Rualdo Menegat explican el origen del parque en que hace millones de años, Toro Toro era un mar entero que luego se fosilizó en el periodo Cretácico y que se llamó Marandino. Esto ocurrió antes de que se formaran los Andes, sostiene el geólogo.
Este mar tenía un largo de miles de kilómetros y un ancho de entre 300 y 400 kilómetros y a orillas de este mar deambulaban y vivían los dinosaurios, recapitula el científico. “Todo este océano andino se convirtió en un enorme sinclinal, en el que el lecho marino fue vertical, durante la formación de las grandes montañas”, añadió Menegat.
En un reconocimiento de la importancia del Geoparque, al que también se le denomina como ‘la inteligencia andina’, y ante el crecimiento del número de turistas nacionales y extranjeros, el alto gobierno y los gobernadores de los departamentos  de Cochabamba y Potosí se aliaron para la construcción de la nueva vía que tendrá 130 kilómetros con especificaciones internacionales. Finalizada la obra se ejecutará otro proyecto de extensión hacia Sucre, la capital del Estado Plurinacional boliviano.

Aunque existen varios atractivos especiales en Toro Toro, ante las condiciones del clima, nos decidimos por el recorrido al Mirador Huacasenqa o ‘nariz de vaca’, profundo  cañón por el que fluye un pequeño riachuelo formando pequeñas posetas naturales, semejantes Las Pailas en el municipio de Morelia, Caquetá. Es una de las 6 maravillas de Bolivia. Allí volví a vivir el terror, la ansiedad y la zozobra derivadas de mí ya reconocida acrofobia. Al asomarme al corredor semicircular construido sobre el vacío, sentí el silencio que le sigue a la muerte, vi la eternidad que fluía por la corriente como una raya caprichosa, como las sinuosidades del cráneo, que penetraron en mi cerebro y entonces entré en la tiniebla y sentí el agotamiento…me doblegué en medio de las risas y chanzas burlescas de mis acompañantes.
Las hijas de mi fallecida cuñada Elcy Vargas, Melissa y Maira Karina Miranda, disfrutaron con mi debilidad, tomaron fotografías y grabaron videos que después replicaron en  casa de manera inmisericorde y distribuyeron entre grupos de Chats de las redes sociales.
Esa tragedia de mi espíritu les dio vida y a su vez contribuyó con las notas alegres del recorrido. Sus risas y apuntes fueron mi refugio, como un perfume en esos momentos de soledad inabarcable en medio del grupo y entre los espasmos de algunos de mis músculos las vi como mariposas que flotaban en el abismo que me vencía.
Por momentos sentí enojo por la limitación que me impone esta patología durante mis recorridos pero me tranquilicé con las bromas y reconocí que no soy un viajero solitario y mejor sentí cómo mi espíritu se acaba de posar sobre el mismo cielo y entonces me puse a gozar con el letargo armonioso, inclinado sobre un canalete distante de aguas sonoras.

Retirado unos metros del Mirador, medité sobre ese gran milagro de la belleza en todas partes del planeta pero, de verdad, siempre me pareció más lejano el hilo de agua, allá en el abismo, que el mismo cielo de perla que nos iluminó durante todo el camino, en el que nos encontramos con un guía del parque quien nos reprendió severamente porque utilizamos un acceso no autorizado hasta el Mirador, por atajos que nos mostró mi concuñado boliviano Alberto Miranda.
TotoToro posee una extraordinaria riqueza natural y es, además de sitio turístico, un lugar ideal para las investigaciones paleontológicas, arqueológicas y culturales por su riqueza en fósiles, huellas de dinosaurios y restos.
Según las investigaciones, en el Parque Nacional de ToroToro existen alrededor de 2.000 pisadas de dinosaurios, entre ellos los saurópodos, anquilosaurios, terópodos  y dromeosáuridos.
En el parque, también se hallan yacimientos paleontológicos con una incalculable riqueza, ya que se encontraron más de diez zonas paleontológicas, entre las que se destaca el cementerio de tortugas de Molle Cancha, que tiene una antigüedad de 50 millones de años.
Otros sitios de interés son las Huellas de Dinosaurios: en la región de mayor representación paleontológica de Bolivia y una de las más importantes de Latinoamérica, Cementerio De Tortugas, restos fósiles fragmentados en zona a 3.5 km. Las Cavernas De Umajalanta: es la caverna más profunda de Bolivia y constituye un sitio de alto interés científico y espeleológico.

Llama Chaqui: sitio arqueológico Ubicado a 19 Kilómetros del centro poblado, y asentado sobre la ladera del cerro wayllas, Llama Chaqui, que significa pie de Llama, es un sitio que se considera que es de asentamiento Incaico cuya estructura ocupacional fue edificada en una topografía accidentada conformada por terrazas con sus respectivos muros de contención.
Pinturas Rupestres: Constituyen en otro de los atractivos importantes actualmente visitados. Su localización es al noroeste del pueblo a 25 minutos de caminata, en el margen izquierdo del río ToroToro y en medio de farallones rocosos; se percibe una serie de representaciones pictóricas, cuyos símbolos de formas geométricas aún no han sido descifrados.
Pero no solamente sus bellos lugares constituyen atractivo turístico. Algunas fiestas de especial relevancia folclórica atraen miles de turistas e investigadores cada año. Las más notorias y bulliciosas son las del 25 de enero, fiesta de aniversario de la población, que coincide con la celebración del día del apóstol Santiago, su patrono. Una réplica del apóstol, montado a caballo, recorre el pueblo, saliendo de la casa de un ‘pasante’ o anfitrión y va al encuentro con el diablo, al que desstruye en medio de la algarabía general.
Pero el atractivo mayor, que despierta el interés de los investigadores, especialmente de psicólogos, es el llamado ‘Encuentro entre Bandos’, los Laymis y los Pampas, considerada como una batalla real en tiempos modernos, que ha evolucionado con el paso de los años y se libra a puño limpio, en la que, además, las mujeres jóvenes traen sus pertenencias y se ofrecen para ser conquistadas. El hombre la despoja del sombrero y si la mujer lo ve atractivo, lo persigue en señal de aceptación. Mientras no corra sangre, la batalla se mantiene pero es vigilada por las autoridades locales porque, según nos explicó el concuñado Miranda, se pueden producir choques mortales.


Otras fiestas son las del 2 de noviembre o día de los difuntos, cuando los dolientes ofrecen comidas y bebidas para todos los habitantes entre ceremonias y rituales en las calles del poblado y en el cementerio, en donde se levantan altares con escalonamientos coronados por un cordero o chivo que al final es sacrificado. Las fiestas del 20 de noviembre, se caracterizan por los desfiles militares y finalmente las fiestas religiosas de la Semana Santa, que congrega miles de turistas, principalmente del extranjero.
A los pocos kilómetros de la salida de Cochabamba, el azul de la cadena montañosa se devalúa de manera progresiva y la vegetación escasea. De a poco, se ingresa en una región desértica en la que varios picos redondeados anuncian la presencia de una actividad volcánica confirmada en otros sitios del departamento, especialmente en la región de Uyuni, en donde se encuentra el salar famoso mundialmente.
La flora se limita a pequeños matorrales que salpican algunas de las miles de laderas que inundan el paisaje, mientras que abundan los caños secos entre la interminable línea de montañas que se matizan de distintos colores encendidos. Un relieve de formas y colores singulares que parecen pinturas gigantes que despiertan la fascinación hasta el silencio de quienes transitan por la carretera que aún tiene tramos difíciles.

Es como un silencio estremecido la sensación que provoca la contemplación de esa topografía fantástica y entonces de los ojos fulgurantes e incrédulos, brotan lágrimas de admiración y el pecho desgrana sollozos intermitentes de emoción. Son como altares de sacrificio, pero sin víctimas y con el fuego de la contemplación. Es la vibración de la vida, de la naturaleza que muchas veces atropellamos con la irresponsable interactuación con el medio, con el entorno.
Y entonces, el huracán del verbo también se devalúa, es apenas un viento suave impotente para el hallazgo de las palabras adecuadas que describan este espectáculo que merece un poema enfurecido, un relámpago que arroje sobre esos cerros una bocanada de palabras, un genio que cabalgue sobre esas cimas multicolores, rayadas y llenas de arabescos caprichosos, y las acaricie con metáforas y otras figuras…que les rinda un homenaje…
Pero, no…apenas puedo imaginar que esos cerros enrojecidos son apéndices sobre los cuales brota la sangre de las heridas que el hombre le causa al planeta todos los días.



sábado, 22 de diciembre de 2018

Cochabamba, corazón y granero de Bolivia custodiado por un Cristo colosal


En un vuelo de 40 minutos desde Santa Cruz de la Sierra, nos asomamos a una planicie resguardada por varios cerros grisáceos reflejados en las aguas del lago Alalay, que hoy se vio meditativo y soñador, pero que a veces gime azotado por fuertes vientos, de acuerdo con la auxiliar brasilera quien cortésmente nos indicó el fin del viaje y nos mostró el paisaje armonioso por entre la ventanilla del avión avro.
En tierra, sorprende la elevada temperatura, que contrasta con sus 2.700 metros de altura aún fuera de las instalaciones del moderno aeropuerto en el que se percibe un aire de cordialidad, de los funcionarios y de los concurrentes.
Los cerros más prominentes son el San Sebastían y el San Pedro, en donde se levanta el Cristo de la Concordia, una de las imágenes más grandes del planeta, con 40 metros de altura y un peso de 2.200 toneladas, que le da la cara a la ciudad antigua y la espalda a los sectores más recientes de su zona metropolitana que se tragan de manera progresiva todo el valle entre las cordilleras oriental y occidental.

Algunos expertos han expresado su preocupación por la incontrolada expansión de la ciudad que ya es una amenaza para la tradicional vocación agrícola de la región, considerada como la despensa de los bolivianos y han reclamado del alto gobierno mayor atención al crecicmiento de esta urbe, cuya población ha crecido notoriamente en los últimos años. En la actualidad, se clcula que 2 millones y medio de personas viven aquí.
Como hacen la mayoría de los turistas que llegan a Cochabamba, nuestro primer recorrido fue el ascenso del Cristo de la Concordia. Aunque existe un teleférico, hicimos el ascenso en auto por  aquello del temor, mejor, del terror a las alturas que que me priva de muchos encuentros con sensaciones extraordinarias. El teleférico parte desde el parque de la Autonomía, desde donde tsambién salen los vehículos de servicio público que conducen a la cima del cerro.

Sin emmbargo, en algunos recodos del camino y cuando la ciudad quedaba en el fondo, sentí  ese desestabilizador grado de ansiedad con solo pensar en una gran caída peligrosa. Me flaquearon las piernas y me gané la recriminación cordial de mis acompañantes.
Mi visión periférica me mostró algunos destellos de la belleza del paisaje que no pude disfrutar sino hasta el momento cuando el vehículo se detuvo en el comienzo de las escalinatas que conducen hasta el pedestal del enorme monumento.
Aunque la armonía y la belleza están por fuera de nosotros, en la naturaleza, en el paisaje, tambiém requerimos de especial sensiblidad para gozar con estas estampas que son como el renacimiento para el corazón fatigado de nuestros años postreros.
Con una vista de 360 grados sobre la zona metropolitana, cada mirada es una murmuración y una reafrmación de que no somos más que entes diminutos en el universo en donde hay más de 100 millones de galaxias, de las que la Vía Láctea es solo una. 
A diferencia de Santa Cruz de la Sierra, Cochabamba tiene muchos edificios modernos entre sus construcciones coloniales que son abundantes. Desde el cerro se aprecia el desarrollo urbanístico, colorido y multiforme y se puede dimensionar la extensión del lago Alalay, su sendero de 15 kilómetros, el jardín botánico, las avenidas, los parques y el río Rocha, de cuyo caudal apenas queda una lánguida corriente.

En medio de centenares de turistas, niños y personas de avanzada edad, con un clima sorprendentemente cálido en una altura de 2.850 metros, con el sol a punto de esconderse, entre vientos suaves y tibios, sentí una ráfaga combinada de enojo y ternura mirando muchos pequeños que piden monedas y dulces a los turistas que los miran con desprecio.
Muchas indígenas envueltas en faldas largas y gruesas, de pliegues, con sombreros negros y blancos, adornan el entorno y los visitantes toman fotos de manera compulsiva, brincan y algunos cantan. 
Ya en la tarde noche y en el norte de la ciudad, nos atendimos con la abundante y afamada cocina cochabambiana, que le da crédito como la capital gastronómica de Bolivia. Más grande el deseo que el estómago, dice Mamá Alicia, y nos precipitamos a poedir Pique Macho, Charque can y Chicharrón de Chancho, que no es chicharrón sino carne de cerdo en trocitos. Nos tocó recurrir a la colombianada tradicional de pedir una ''una bolsita para llevar'', que nos sirvió como desayuno del sábado. Miré el aviso del restaurante y leí ''Punto de Encuentro'' y entonces pensé que seguía en mi condición de zombi y me imaginé en la cabina de la emisora de la Universidad de la Amazonia.

Afuera, a pocos metros de la puerta de entrada, me topé con un reverbero humeante y el olor medio perfumado. Se trata de la quema del Kho'a, un tributo a la Pacha Mama, para dar gracias por la productividad y pedir la continuación de los ciclos de productividad. También es una práctica ancestral para pedir prosperidad y perdón por los errores cometidos.
Mientras se realizan la quema, los bolivianos ruegan por salud, prosperidad en los negocios o para que la Pachamama les provea las energías positivas de la naturaleza. 
En la noche, después de más de 25 años, durante los cuales cada uno marchó por senderos distintos, me reencontré con Ovidio Espinosa, quien aterrizó aquí para salvarse de la persecución que sufrió por causa de su decidida participación en la lucha sindical, política y social en el departamento del Caquetá.
Al aparecerse eufórico en la puerta de su apartamento, le vi un aire de intelectual en sus facciones acentuadas por el paso de los años. Su abrazo fue más que un saludo, un jirón de historia, como un viaje veloz al génesis de las luchas sindicales y políticas en Caquetá de los años setentas y ochentas que absorbió toda la savia de nuestras almas.
Como me sentí espantado por la cama muy alta que me dieron, le pedí a Inés que vigilara mi sueños por ese temor a las alturas pero solo logré que gozara de nuevo con mi acrofobia. De todas maneras dormí como un niño porque cada viaje es como la despedida del tedio que nos llega con el ocaso de la vida. 







miércoles, 19 de diciembre de 2018

Un mercado de Bazurto y protestas en Santa Cruz de La Sierra


Al despertarme al medio día de este miércoles pensé que mientras dormía, me habían cambiado de destino porque el calor y la humedad son perversas y perturbadoras. Pero no, estoy en Santa Cruz de La Sierra, el centro comercial de Bolivia, un gran centro de museos, restaurantes y discotecas, y acabo de acordarme que llegué en la madrugada en un vuelo de Avianca que comenzó en Neiva con los ya habituales incumplimientos de la otrora impecable aeroempresa.
-Avianca ya no es sino un nombre famoso, me dijo un pasajero cuando anunciaron el aplazamiento del vuelo de las 10 a.m., para la 1 de la tarde.
Después de abordar en Bogotá, solo recuerdo la algarabía de los familiares de Inés en el aeropuerto internacional Viru Viru -aparentemente proveniente del vocablo guaraní que significa pampa o llanura- el más grande e importante de Bolivia. De conformidad con los testimonios de los Vargas que llegaron a recibirnos, salí como un zombi que volvía a la vida tras un vuelo de 4 horas y de verdad no me explico cómo pasé los controles migratorios a la entrada al país de Evo Morales, contra quien se adelanta una huelga de hambre por sus pretensiones de atornillarse en el poder a pesar del fallo contrario del pasado febrero 21, que ya se volvió F21.
Es muy conocida mi condición de hombre que se duerme enjabonando a una modelo, la cual se acentuó al llegar al sexto piso y varias veces las auxiliares de las empresas de transporte terrestre de pasajeros me han despertado varias horas después de pasar por mi destino final, como en Ibagué, con tiquete Florencia-Neiva, o en Pereira, con tiquete San Vicente- Armenia.

Me volví, pues, como esa figura legendaria propia del culto vudú, cada vez que me subo a un medio de transporte, como si me hubiera mordido un zombi y sin que aparezca la persona que ha de resucitarme, así sea para convertirme en su esclavo. Esta madrugada del 19 de diciembre no fue la excepción y como un autómata crucé los puestos de control en el aeropuerto de Santa Cruz de la Sierra, con mi alma dual, un verdadero zombi corpóreo.
Media hora después de haber llegado a la casa de los anfitriones y entre el bullicio del recibimiento, extrañé mi bolso de mano, prendí las alarmas y recordé que en su interior tenía mi pasaporte y algunos billetes verdes que compré en Neiva, tras una sesión de asesoría con el experto Jaime Barco, exgerente del Banco Popular. Corrimos hasta el aeropuerto y con la ayuda de uno de los hombres de seguridad ingresamos a la sala de migración que ya estaba a punto de cerrarse.
-Ese es mi bolso, grité al verlo sobre un escritorio
Le expliqué al funcionario que lo había olvidado a mi llegada desde Colombia porque vivo un proceso de zombificación cuando abordo un medio de transporte.
-Si lo hubiera olvidado en Colombia, seguro lo habría perdido, le dije para estimular su Ego y enseguida le di detalles de su contenido…mi pasaporte, zapatos, algún pantalón…pero no le hablé del dinero por temor a que me cobrara la “vacuna”.
- Es suyo, señor
Recuperado el botín, volví a casa y los más provocadores afirmaron que el pequeño maletín fue abandonado por mi afición al celular y confirmaron su versión con un video de la llegada en la que, pegado a él, se observa que efectivamente no portaba el bolso.
Al salir por la tarde, pensé que seguía bajo el comando del cuerpo sin alma, pues por momentos creí que estaba en Florencia: además del calor húmedo, las vías descompuestas, las alcantarillas destapadas, los olores nauseabundos y aguas negras corriendo por algunas vías, percibí una ciudad asfixiada por montones de gente y automóviles que se circulan lentamente, resignados, apretujados entre vendedores ambulantes y estacionarios de todo tipo, desde los comistrajos malolientes, las bebidas, cacharros, ropa, utensilios de cocina, cremas y hasta la popular “Maka”, para “resucitar las bujías fundidas”.

Atraídos por voces de protesta y la entonación de consignas contra el presidente Evo Morales, llegamos a la plaza “24 de septiembre”, en donde, efectivamente se concentran muchas personas que se oponen y rechazan una cuarta postulación sucesiva del presidente, y también denuncian la decisión del Tribunal Supremo Electoral que habilitó una nueva candidatura de Morales, quien está en el poder desde el 2006.

Nos fuimos hasta la famosa feria de “Barrio Lindo”, un sitio que usted debe conocer antes que todo lo demás, según me dijo Carlos, mi cuñado. Tiene razón es el sitio campeón de la saturación, en donde se sufre por causa de una crisis de movilidad, ruido y ocupación del espacio público que no he visto en ninguna de las ciudades que he visitado en mi vida ya crepuscular. Tal vez, si, en el mercado de Bazurto, de Cartagena.
Barrio Lindo es como una isla independiente en donde el desorden y el caos son parte de sus componentes esenciales que hacen de este lugar un punto combinado entre el encanto y el miedo. En medio de una vetusta y gigante construcción, que ocupa al menos dos manzanas, las carpas y toldas sucesivas en las que se venden toda clase de artículos, están metidas entre un laberinto de callejones por los que, mientras hacía unas fotos, me separé del grupo y entonces me sentí más desamparado que un niño abandonado por su madre.
Me tocó pedir auxilio y con la ayuda de una vendedora de teteros y otras mercancías para niños, pude hacer contacto con mis compañeros que, del mismo modo, estaban muy preocupados por mi suerte.
La lucha de los concurrentes es más feroz por el espacio que la disputa por los productos ofrecidos a gritos, con pitos, a puro pulmón y con degustaciones de sus helados y bebidas.
-Aquí algunas mañanas no hay espacio ni para los pensamientos, me dijo la señora que me ayudó a conectarme con mis familiares, quien, además me contó que crio 6 hijos con su negocio.
Hombres, mujeres, niños y jóvenes, algunos sin camisa, atienden las ventas en esta vitrina singular que ofrece desde una aguja, frutas, yerbas, verduras, granos, repuestos de segunda, yuca, plátanos y carnes en medio de aguas negras y alcantarillas destapadas. Pero, la simpatía y la cordialidad a todo momento, confirman que el boliviano es un hombre simpático.

Durante los primeros minutos del recorrido, sentí desazón y fastidio por ese lugar, pero poco a poco me metí en el cuento, ante la calidez de los vendedores y la paciencia de los visitantes a quienes no les escuché ninguna manifestación de inconformidad.
Como los únicos momentos felices de nuestras vidas son estos momentos de olvido de nosotros mismos, mañana volveré a las calles de esta ciudad, considerada como el fortín de la Derecha chilena que siempre se opuso a los mandatos de Evo Morales, quien ahora les da papaya con sus intenciones de atornillarse en el poder.
Convencido de que no soy un muerto viviente, de que por mis venas corre mucha sangre y de que me estoy muriendo, pero de la risa, volveré a las calles de esta Santa Cruz de la Sierra en donde los “parrilleros” de las motos no son obligados a llevar casco, a las anchetas las llaman “canastones, a los camibuzos les dicen poleras, las sudaderas son buzos...y en donde te dan un dólar por 7 bolivianos, la moneda nacional y la mayoría de los autos son máquinas antiguas.
Porque bendito es el presente que nos libra de las penas de ayer, me asomaré por esta ventana boliviana antes de ascender a la fría Cochabamba y al salar de Uyuni, el legado del lago prehistórico que se secó y dejó un paisaje desértico de 11 mil kilómetros de sal blanca.