En medio de la cascada de propaganda miserable de la política, sentí una caricia al ver el mensaje de la "Chiqui" Rocío sobre el nuevo peldaño académico que acaba de coronar. Me asomé, entonces a su perfil de las redes sociales y la vi más bella que cuando nació en el hospital de Florencia, rodeada de una docena de amigos y familiares. Y busqué la foto del día de su nacimiento y me recreé durante casi media hora con las imágenes que surgieron al limpiar el espejo retrovisor y percibir las emocionantes estampas del recuerdo.
Muchas veces he patinado en el sendero de la vida y algunas veces creí que el destino no me había tenido piedad y hasta tuve pensamientos de fatalidad pero, transfundiéndome en el alma de mis hijos y en la de su mamá, unas voces como sinfonías me sonaron en el corazón y entonces ahora siento que el aire tranquilo de la familiaridad cercana, la felicidad y la camaradería el el único respirable en mis pulmones y cuando salgo de ellas siento que no puedo vivir. Es como el premio inmerecido a un viejo indisciplinado.
Aunque en el crepúsculo de la vida sentimos todos los dolores del cuerpo y del alma, siento que la única terapia son los recuerdos que como un voto romántico llenan el vacío por la falta de esperanzas. Y, desde luego, los triunfos de los hijos que, como extensión personal, nos recuerdan nuestros propios triunfos, encantados por la distancia en el tiempo.
El mundo sufre las transformaciones derivadas de los avances tecnológicos pero la victoria de la justicia social todavía está muy lejos y seguimos violentamente separados de la igualdad, que es, del mismo modo, la Libertad.
Sin embargo, episodios de la vida como éste de ver el ascenso de la Chiqui en su formación académica y en su servicio social, tienen un significación y satisfacción especiales para la familia, porque, además, estamos seguros de que este nuevo paso es apenas otra floración en la inmensa cosecha de sus sueños que comenzó con su brillante pregrado cuando, recuerdo igualmente emocionado, obtuvo el histórico primer puesto nacional en las entonces pruebas ECAES, que, además, le dieron brillo académico a la universidad Surcolombiana.
Aunque, como dije, los mayores ya no tenemos esperanzas, me deleito con las esperanzas cultivadas positivamente por la Chiqui, Miguel, Oscar y del mism modo con las de su media hermana Tania, quienes resultaron verdaderos gladiadores académicos. Entonces, a la luz del sol poniente que alumbra mi vida, siento que bajo mis pies brotan los ideales de servicio que enarbolan cada uno de ellos, por encima de las vibraciones de mis recuerdos, como un tapete de laureles que se extiende y se oculta en el bosque tranquilo.
Revivo la figura de la niña diminuta que se metió en mi alma en ese momento solemne y desesperante de los minutos previos y siguientes al parto, cuando se funden los corazones de todos quienes están a la expectativa en una deliciosa y hasta casta intimidad. No se imaginan que ese nuevo ser se puede disparar hacia el dolor o hacia la fama por los senderos inimaginables y misteriosos del camino de la vida.
Hoy le digo a la Chiqui Rocío que, además de la felicidad provocada por este momento emocionante, siento la necesidad de levantar mi voz y pedirle, mejor, gritarle con vehemencia que siga luchando para que algún día llegue a ser más grande que las leyes y que la gente de este país que no permiten el ascenso y la vigencia de la justicia social, de la igualdad y de la convivencia.
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