Como la sinuosa pesadilla que por muchos meses erizó el pelo, destrozó cientos de cuerpos y aterrorizó los espíritus de los habitantes del pequeño poblado de Puerto Torres, una zona rural del municipio de Belén de los Andaquíes, muy cerca de la Puerta de la Amazonia colombiana, los sobrevivientes que regresaron se inventaron una escenografía singular en homenaje a las víctimas y en un costado del pequeño parque establecieron El Laberinto de la Memoria.
Para recordar los cientos de crímenes cometidos por las AUC, que deshonraron el poder del Estado, deshonraron la vida por sus vejámenes y ocultaron su vileza detrás de una supuesta lucha contra la guerrilla. Y para poner su impronta de esperanza, quienes comienzan el retorno se inventaron un sello circular, dentro del cual sembraron, con piedras pintadas, el nombre de las víctimas ya identificadas, la mayoría de las cuales fueron torturadas y ejecutadas a pocos metros, en el siniestro "palo de mango", situado en el patio de la escuela.
Como un hongo gigante, El Laberinto de la Memoria, es un círculo deforme, como fue la violencia; los mojones con el nombre de cada víctima forman hileras encrucijadas que confunden y enredan de la misma manera que sufrieron las personas asesinadas. Por momentos se juntan y se abren, como los destinos dramáticos de los habitantes de este rincón de la geografía caqueteña.
Hicimos el ejercicio y dentro de ese laberinto sentimos cómo el cerco paramilitar se cerró. Pero también percibimos que cada piedra marcada es una gota de esperanza para este pueblo y para todo el Caquetá porque el engranaje de la Paz está en marcha. Y los acuerdos de paz la sacaron del laberinto de la violencia.
En desarrollo del Festival por la Memoria, la Paz, la Reconciliación y la Solidaridad con las víctimas de la violencia de Puerto Torres, promovido por la Universidad de la Amazonia y organizado por su Oficina de Paz, y en un acto solemne, la vocera del comité de víctimas, María Argénzola Quintero Bañol, entró al laberinto y entre relatos del espiral de la violencia, le reclamó a las autoridades la implementación de acciones que efectivamente correspondan con la etapa de reparación que tantas veces se ha anunciado.
"El laberinto tiene una entrada y una meta, en medio de los 4 elementos fundamentales: el agua, el aire, el fuego y la tierra que suministran las energías positivas y representan el anhelo colectivo de un futuro mejor y, especialmente, de una actitud que nos preserve de la repetición de los hechos trágicos que ocurrieron en el entorno cercano y en toda Colombia", señaló la líder del comité de víctimas.
El alcalde de Belén de los Andaquíes, Leonardo Ducuara Cubillos y el presidente de la Junta Comunal, Ramón Torres, coincidieron en sus solicitudes al gobierno nacional para que se hagan efectivos los anuncios relacionados con el apoyo a la comunidad que ya fue declarada oficialmente como víctima del conflicto. Y confiaron que el proceso de identificación de las víctimas avance de manera acelerada.
Justamente al pié del laberinto, a pocos metros, hay un conjunto de piedras puestas en desorden, unas encima de otras, tal vez como una esperanza de que muchos nombres más sean conocidos y sus mojones respectivos colocados de manera visible dentro del círculo enmarañado. Porque con esa multiplicidad de voces de ultratumba pretenden conformar un coro para proponer una indagación tenaz en la memoria personal y colectiva.
Con un intercambio deportivo entre estudiantes de la UDLA y del pequeño poblado, conlcuyó la jornada, a la que también asistieron estudiantes de la facultad de Derecho que trabajan en sendos programas de investigación sobre Memoria histórica.
Las piedras marcadas con pintura de distinto color, que representan a las víctimas, que a su vez conforman los vericuetos del laberinto, son las guardianas de la memoria y el símbolo de la esperanza.
Y los visitantes que se meten al laberinto, de pie o de rodillas, transforman la melancolía del dolor en la voluptuosidad de la Esperanza.
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