Aplaudidas por miles de huilenses y turistas, decenas de
Chivas decoradas por artistas especializados ratificaron su condición de
emblema pintoresco de la cultura regional.
Desde
remotas carreteras veredales en donde son el único medio de transporte de los
campesinos, y adornados con frases, figuras y elementos del imaginario popular,
estos vehículos ofrecieron un espectáculo fascinante.
Fatigadas pero alegres por el trabajo en las montañas y
en lejanos confines de la geografía regional en donde tomaron posesión de las
trochas y caminos trazados hace varios siglos por los arrieros y sus mulas, las
Chivas llegaron a Neiva el viernes pasado para ratificar ante huilenses y
visitantes, con pitos, sirenas, cornetas y bulliciosas delegaciones, su
condición de componente importante de la cultura surcolombiana.
Este año, su reivindicación masiva
y alborotadora estuvo reforzada por delegaciones que también son íconos en sus
regiones: los silleteros antioqueños, que embellecen y perfuman la feria de las
flores en Medellín, y los jeeps del eje cafetero, sus hermanos menores, que le
aportaron nuevos ingredientes a este espectáculo, uno de los más atractivos
dentro de la programación del festival y reinado nacional del bambuco.
Precedidas por comparsas y agrupaciones artísticas, las
Chivas desfilaron una a una entre un espeso bosque de laureles humanos exhibiendo arreglos alusivos a las costumbres,
a la producción agrícola, a sus herramientas, a los útiles de cocina, a sus
instrumentos de labranza. Hasta las penas y ambiciones de las comunidades
campesinas y de los habitantes de varios municipios del departamento quedaron
calcadas en las decoraciones artísticas de los vehículos, cuyos modelos
originales también desaparecieron bajo los adornos.
Recibimiento
entusiasta
Entonces se ve al pueblo
absorto, unido, olvidado de sus penurias y hasta de sus rencores; es el
monopolio de la admiración por parte de las Chivas participantes, bautizadas
con nombres singulares: Chicanera,
Pretensiosa, Guacamaya, Mi
Querida, Querendona, Rumbera, Festiva, Veterana pero Buena, La Niña Bonita,
La Cagüinga, La Dolorosa y hasta La Reina del Sur, entre otras. Son ídolos del
transporte popular, coronados por el rumor del tumulto, cuyos ecos retumbaron
en toda la ciudad. Es la sencillez y laboriosidad de los buses escalera,
transformadas en soberbia y armonía.
Este acontecimiento
tradicional, considerado por el público como el más clásico y atractivo de sus
fiestas tradicionales moviliza el mayor número de espectadores por encima de
los demás actos de la programación festiva.
Miles de campesinos que
viven en parajes a los que antes solo llegaron las mulas empujadas por los
madrazos de los arrieros, vienen a la capital para admirar la potencia de las Chivas y el
genio de sus conductores que a fuerza de heroico malabarismo les llevan la
comida y les sacan las cosechas.
Porque sobre las ruedas y
las carrocerías de las Chivas llegan hasta las entrañas de la geografía
colombiana el maíz, la panela, los
fríjoles, el arroz, los combustibles, los aceites, los comerciantes, los
sacamuelas, los políticos, los curas, los pastores, los vendedores de ilusiones.
Y hasta las enfermedades llegan a bordo de estos aparatos. Y la Paz que se
asoma, también viajará en los buses escalera.
El lenguaje procaz, gritado
por los conductores es como una caricia de amor para la vegetación dormida,
herida por las trochas que se meten en su seno. El sonido de las cornetas se
eleva hasta los árboles y despierta a los pájaros que sacan sus cuellos y con
sus trinos piden que les canten algo sentimental. Con el primer toque de
corneta, los campesinos se alistan para salir a la carretera, para viajar o
para recibir una encomienda.
Un
vínculo afectivo-utilitarista
Entre aplausos y ovaciones,
el desfile se movió lentamente y cuando las palmas hicieron un receso, se
escucharon con más fuerza los gemidos de los motores y el canto de las
cornetas, como un himno a su trabajo y un reconocimiento al rol que desempeñan
en el proceso productivo y en el bienestar de las comunidades campesinas y de
pueblos escondidos en la geografía nacional.
Las Chivas viven atadas a la
gente más humilde con un vínculo que se renueva cada día, con cada recorrido, en
cada parada, con cada bulto que sube y baja, con cada encomienda entregada y
hasta con cada coqueteo de los conductores -los arrieros modernos- eslabones
muy importantes en la cadena de la comunicación personalizada.
Porque su corazón de acero se
metió, “con todos los fierros”, en el alma de la gente que cada año se aglomera
en calles y avenidas para ensalzarlas, para agradecerles, pero principalmente
para gozar con la voluptuosidad de las delegaciones coquetas, de sus arreglos y
de su creatividad manifiesta. Las damas más lindas y simpáticas que no
participan en los reinados locales, las señoras que no quieren dejarse
envejecer, los muchachos creativos que trabajan en la preparación del desfile,
los “viejos verdes” con su morbo alborotado y hasta el perro y el gato hacen
parte de las delegaciones a bordo de las Chivas.
Para el público la
asistencia al desfile es una de las prioridades dentro de la programación de
las tradicionales fiestas sanpedrinas y muchas personas de los sectores
populares y de los campesinos lo tienen en la mira durante todo el año, se
programan y se preparan, y algunos ahorran porque lo consideran como el punto
más importante del festival, incluso por encima de la elección de la reina
nacional del bambuco.
-Porque siento que
rejuvenezco, cada Chiva con sus adornos y decoraciones me devuelve “la
película” a mis años de juventud…el tiempo lo marchita todo pero los recuerdos
son la más bella herencia de la vida, me transporto al campo, al surco y revivo
en este desfile, contó emocionado un hombre de 80 años, protegido de la
muchedumbre confusa por 5 de sus 12 hijos.
-Porque me trae el recuerdo
de las primeras tempestades del corazón, dijo Gilma Sánchez, una señora que
cargaba a su hija de 6 años. Fue en medio de un desfile cuando sentí los
primeros suspiros y solté las primeras lágrimas, añadió.
Espejo
de la realidad socio-cultural
Aunque el festival es, de
hecho, una forma básica mediante la cual el pueblo se desdobla, en el que
expresa la realidad cotidiana y sus remanentes culturales, el desfile de Chivas
ya alcanzó la categoría de instrumento popular para dramatizar su mundo, para
mirarse en el espejo de la realidad, proyectar sus imágenes soñadas y recrearse
con las expectativas de vida. Es la experiencia que deleita pero al mismo
tiempo despierta el dilema entre permanecer o cambiar, según concepto de los
sociólogos. En el desfile la gente ve y escucha lo que quiere ver y oír.
Y las propias Chivas también
viven sus dramas porque con el paso irremediable del tiempo se asoman la
nostalgia y el desgano que nos invade a los mayores. La mayoría de estos
vehículos son modelos antiguos, repotenciados sus motores y reconstruidas sus
carrocerías. Pero con su persistencia y con el cariño que les dan los usuarios
han demostrado que su hora crepuscular es la más larga y renovada, y que cuando
se aproximan a la noche de su existencia es cuando mayores glorias cosechan.
El desfile de Chivas se
convirtió en un ritual popular que contrasta con otro tipo de reuniones masivas
y, principalmente, por su poder centralizador, por la sintonía de sus
asistentes que olvidan y abandonan sus actividades para hacer presencia en el
recorrido. Se puede afirmar, sin exageración, que el viernes fue como un día
festivo en todo el Huila. Desde la óptica cultural, es evidente que el desfile
constituye un duro empujón hacia la construcción, cristalización y preservación de la identidad
regional.
Veinticuatro horas después,
tengo vivas las imágenes del espectáculo ofrecido por las Chivas y veo los
cuellos erguidos de los más bajitos, los labios abiertos y las manos levantadas
en actitud vehemente y orgullosa. Este desfile le pertenece al pueblo, es una
gloria, la joya de la Corona del festival. Y a las Chivas, todo honor, porque
después de la fiesta despertaron en las carreteras heladas y maltrechas,
abrazadas a los campesinos, cargadas de remesas, animales y pasajeros en un crecimiento
con alentadoras perspectivas cuando se ha declarado la terminación de la guerra.
Las
acrobacias de los jeeps
En el eje cafetero
predominan los “jeeps” sobre los demás medios de transporte hacia los sectores
rurales y en Armenia y Calarcá son famosos los desfiles del “jipao”, tanto como
aquí el desfile de Chivas.
Dos de sus más reconocidos
representantes estuvieron el viernes en Neiva, en un refuerzo calculado de los
organizadores en la perspectiva de vigorizar este acontecimiento en el marco del
festival y reinado nacional del bambuco.
La gente observó y aplaudió
los famosos piques tradicionales y deliró con los piques acrobáticos, en el
baile de los jeeps williz que, erectos sobre sus llantas traseras, mostrando su
sexo, avanzaron en medio de los aplausos
y, de pronto, como presos de un ataque de locura, giraron sobre su propio eje
con un progresivo aumento de la velocidad hasta niveles que despertaron un
sentimiento combinado de miedo y placer.
El acróbata conductor que
acompañó a las Chivas en este acontecimiento artístico, abandonó la cabrilla de
sus “jeep” en medio de la rotación, el vehículo quedó al garete, se paró sobre
el “capó” y tuvo tiempo de agitar un poncho que, por la velocidad, dibujó sobre
su cabeza una aureola, bien merecida. En una segunda demostración de genial
malabarismo, y en otro lugar del desfile, se sentó sobre el parachoque
delantero, desenfundó su machete, lo rastrilló en el piso tras una contorsión
peligrosa, se quitó el sombrero, se lo puso de nuevo, saltó a la carretera y se
reincorporó a la cabina de su “jeep” en rotación.
El perfume y armonía de los
silleteros
La
perfección de las líneas en las silletas de los delegados de la feria de las
flores y el aroma de sus muestras, le dieron un soplo de ensueño y sensualidad
al desfile de Chivas. Fue como la resurrección de la Venus mitológica
irguiéndose entre el vapor, el entusiasmo y la expectativa de la muchedumbre
apostada a lo largo del recorrido.
Los
silleteros son poemas ambulantes que con el perfume y colorido de sus flores
fueron capaces de silenciar el murmullo ensordecedor de aclamación de las
Chivas y sus ocupantes. La masiva concurrencia quedó de repente en absoluto
silencio para mirar y admirar las muestras que como piezas de fina exposición
pasaban sostenidas por los silleteros. Los tonos encendidos, rojos, verdes,
amarillos y los blancos y azules claros pusieron secretas vibraciones entre el
público que, de repente, reventó en sonoros aplausos y “vivas” a la feria de la
flores. La belleza se paseó detrás de las Chivas, como un bálsamo…lo bello y lo
sublime se juntaron.
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