Y otros. A aquel que tiene que perseguir la manipuladora pauta del gobierno de turno para poder pagarle al concesionario, dueño de nada porque el Estado sigue siendo dueño del espectro, el espacio arrendado con el que hace periodismo radial y de paso hace el mercado para poder alimentar a su familia y llevar una vida mas o menos digna.
En Colombia, la dignidad es más o menos. Depende de lo que se tenga en el bolsillo. A ese que tiene que perseguir al político de turno o al ex-político bien colocado en el turno oficial, para arrancarle un patrocinio para esa renta con la que muchos "radio-comercializadores", igualmente auspiciados por la transacción política con la que consiguieron la frecuencia, adquirieron pedigrí y, tambien, otra vida digna.
A esos que luchan por el aviso de mitad de cuarto de página, con que a duras penas se paga la impresión. A ese que anda a pie y que cuando le pagan, anda en bus o buseta. A los más ricos que en esos pueblos alejados de la gran capital, andan en bicicleta.
A los que la sociedad convertida en oyente, señala en muchas ocasiones como culpables de los muchos males que afectan a Colombia, pero que gracias a ellos, la misma sociedad convertida en oyente, sabe de las maniobras habilidosas convertidas en delitos, protagonizadas por esa parte de la sociedad que ha sido elegida. A los que pisan la alfombra o el mármol de los salones de cocteles y luego salen a "agarrar el bus" o cualquier transporte popular. A los que comen más y beben más en esos mismos cocteles e, incluso, "agarran" una manzana para aguantar el viaje de regreso a casa.
A los que crean ilusiones en un país sin fantasía. A los que cada día se la juegan por la verdad en medio de las mentiras.¡ A los que no pudieron convertir sus deseos en su propia gran noticia!".
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