Absorbidos por el silencio espléndido, calmado y sereno; alertas a las confidencias de sus secretos que les resuenan en sus almas con las voces de las estrellas, los sordos no son personas solitarias y muchos de ellos sienten compasión por los “oyentes” que no quieren oír las voces de la naturaleza, de la sociedad y de sus propios semejantes.
Libres de la creciente contaminación auditiva, su silencio profundo es violado constantemente por la presencia del dolor que les provoca un país que no quiere autocontemplarse, que se niega reiteradamente la autocrítica y que se empeña en la construcción de castillos en el aire a partir de las ruidosas promesas de su clase política.
Libres de la tragedia del tumulto, su aislamiento los perfecciona como verdaderas almas de selección, dotadas de un excepcional espíritu de vuelo y de una admirable capacidad de transfundirse con el otro, con sus interlocutores, a través del lenguaje de señas, entrelazado con gestos y sonrisas que efectivamente cumplen las funciones de comunicar estados del alma y percepciones especiales desde su discreto pedestal, que es, además, como una ventana desde donde se mira hacia la eternidad.
El estudiante Anderson Ramírez Ramírez, quien ganó un cupo para los juegos nacionales paralímpicos que se realizaron a finales del 2019 en la disciplina de ajedrez, ratificó que las personas sordas, libres del ruido, prácticamente dejan la vida y entran en la eternidad, escuchan su Yo interior de manera permanente y crecen constantemente en una sociedad que todavía mantiene altos niveles de discriminación y exclusión con las personas que padecen algún tipo de discapacidad.
El joven ajedrecista Ramírez mostró cómo su espíritu se refleja y se rebela contra los convencionalismos, a partir de su lenguaje de señas, con sus manos moviéndose en un aleteo constante, mientras su sonrisa contagia a los interlocutores y sus ojos alegres se mueven como una balinera. Esas particularidades lingüísticas y comunicativas son las mismas que reclaman del Estado la formación de docentes, el desarrollo de procesos de investigación, la producción de materiales educativos y la implementación de tecnologías para que la población sorda tenga acceso equitativo a la educación.
El diccionario básico de la lengua de señas, diseñado y publicado por el MEN, constituye un gran paso hacia la estandarización de la lengua, es un compendio que facilita los proceso educativos de la población sorda y una herramienta muy importante para docentes, intérpretes y modelos lingüísticos, pero es urgente la implementación de otras ayudas educativas que permitan la superación de las actuales barreras para la comunicación de las personas sordas, en la perspectiva de equiparar las oportunidades.
Doña Gladys Ramírez, madre del destacado estudiante, relató su drama cotidiano, los esfuerzos que realiza en medio de las exclusiones y discriminaciones y, de manera puntual, narró el doloroso momento del descubrimiento de la sordera de su hijo, la catarsis y el efecto purificador y liberador que causó el conocimiento de la condición de Ánderson.
El silencio es el templo imperturbable y bello de los sordos y ellos ingresan a él de manera tan profunda que prácticamente no se reconocen en otros lugares. Y es allí en donde nacen todas sus ideas, como manantiales que riegan las praderas de sus corazones libres.
El aislamiento es su refugio y es desde su silencio que se vuelven elocuentes e inertes ante las ambiciones estridentes de los “oyentes”.
Y desde ese templo, los sordos también construyen sociedad y anhelan la conviviencia, sustentadora de la Paz a la que nos aferramos tras la firma de los acuerdos.
Los sordos no son ni solitarios ni tristes…tienen el culto apasionado del ritmo que obedece al mandato de sus armonías interiores…
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