El fútbol ha dejado de florecer sobre el césped de los estadios del mundo. Sobre las piernas, los pechos y las cabezas de los deportistas, otrora inspirados y ahora sometidos a esquemas inamovibles y condicionados a estrategias cuyo centinela principal es el miedo y su táctica esta resumida en un breve aforismo: “atacar, defendiéndose”.
La sutileza en el manejo de la pelota, la elegancia de los movimientos corporales, el engaño, la paciencia en la elaboración de las jugadas, los taquitos, las “bicicletas”, los “ochos”, las gambetas, las media chalacas, las "chilenas", las conejitas y las carreras por las líneas con sus centros espectaculares que enloquecieron a los aficionados y fructificaron en goles, ya no tienen el valor para brotar de las piernas de nuestros futbolistas.
Las piernas guardan los goles esclavos y entonces los empates y las mínimas diferencias y las definiciones desde el tiro penal ahora son muy comunes en los torneos internos y hasta en las famosas Copa América y Champion's League que traen esos partiditos que pasan inadvertidos, como un rayo sin fulgores.
Los rumores colectivos salidos de las gargantas de los espectadores, la embriaguez de la victoria que poseyó a nuestra generación, duermen como hartos de alcohol mientras los estrategas o directores técnicos tiemblan ante el triunfo del adversario, obtenido por una casualidad o por un error, más que por méritos en la administración de la bola.
La insolencia de los llamados equipos chicos que hasta hoy fueron las cenicientas de los torneos, asusta a los grandes que –metidos en sus esquemas forzosos- solo despertaron con las rechiflas provocadas por su eliminación, como el "poderoso" DIM y el encumbrado Atlético Nacional, humillados, desollados por un valiente Deportes Tolima, que sacó toda la casta de la beligerante cacica Gaitana.
Estupefactos por la derrota increíble, quedaron los "sempiternos" y encopetados campeones verdolagas y sus hinchas que atribuyeron a un embrujo la impotencia para convertir desde los 12 pasos en la definición forzada por los "Pijaos". Los gritos de gol, la esencia del fútbol, fueron escasos durante la fase final del torneo colombiano e, inexplicablemente, en los cobros desde el punto blanco del penalty, los "verdolagas" se eliminaron ellos mismos al malograr los cobros.
Los amantes del buen fútbol nunca podremos estar de acuerdo con ese tipo de definiciones similares a un cara y sello porque el gol de oro siempre será la opción natural para la conquista, que con los cobros queda disfrazada como un triunfo descarado.
La posesión y el manejo de la pelota, el despojo, la figura, la carrera, los aplausos y el gol, ingredientes naturales de este deporte, no deben ser sustituidos por el engaño pérfido, por la burla desde el punto blanco del penal, como un zarpazo de tigre disfrazado de oveja.
En los partidos que hemos visto del mundial, salvo la primera fecha en la que los anfitriones golearon, y el partido entre España y Portugal. el 1-0 ha sido casi la constante y la mínima diferencia se ha dado en muchos partidos.
En los partidos que hemos visto del mundial, salvo la primera fecha en la que los anfitriones golearon, y el partido entre España y Portugal. el 1-0 ha sido casi la constante y la mínima diferencia se ha dado en muchos partidos.
Deslumbrados por la sed de victoria, los técnicos han hecho un culto a la fuerza y a la táctica en un contraste con el generoso y efectivo espectáculo de colosos como Pelé, D`iestefano, Garrincha, Maradona, Ronaldo y el mismo Messi, que no brilla en la selección con la misma intensidad que en el Barcelona por causa de los imperativos tácticos que abortan las manifestaciones artísticas de los futbolistas.
La gran sinfonía de fútbol, que se propagaba sobre el césped de los estadios y reverberaba en los radios y televisores a través de las gargantas de oro de los narradores brillantes -especie que también entró en franca decadencia- es apenas un recuerdo y el mundial ya no es sino un beso en la frente de un hijo...largo y piadoso pero desprovisto de la fuerza voluptuosa de la pasión.
La gran sinfonía de fútbol, que se propagaba sobre el césped de los estadios y reverberaba en los radios y televisores a través de las gargantas de oro de los narradores brillantes -especie que también entró en franca decadencia- es apenas un recuerdo y el mundial ya no es sino un beso en la frente de un hijo...largo y piadoso pero desprovisto de la fuerza voluptuosa de la pasión.
Empecinados en hacer creer a los aficionados que las tácticas son más generosas que los goles, los técnicos, como los conquistadores, desprecian las individualidades y proponen el juego colectivo fuerte y veloz para mantener resultados acordes con las necesidades de los torneos. Como los políticos, que pintan como generosidad lo que son sus ambiciones y como heroísmo lo que es robo y corrupción.
En un mundo lleno de mentiras, el fútbol de hoy es otra conspiración contra la verdad.